Un grupo familiar retornaba este lunes 4 de marzo, en horas del mediodía, por el puente internacional Simón Bolívar. Lo hacía tras haber probado la migración en Colombia.
«Vamos a Portuguesa», manifestó uno de los adultos del núcleo familiar tras ser consultado por el equipo reporteril de La Nación. Llevaba una colchoneta en sus hombros, mientras los demás iban con costales, bolsos y con el cansancio reflejado en sus humanidades.
El sol abrasador de la zona no daba tregua. Aunque intentaban acelerar el paso, el calor los sofocaba en cierta medida. «Vamos a ver cómo están las cosas en nuestra tierra», enfatizó.
A la par, el tránsito de vehículos y motos no se detenía por un puente que se mantiene activo por 15 horas y donde convergen al día decenas de historias relacionadas algunas con la migración, y otras con la circulación pendular.
Al otro extremo del puente, otro grupo iba en dirección a Colombia. Llevaban maletas y se preparaban para un éxodo que tiene como meta final Estados Unidos. La ruta no la quisieron revelar. Iban en grupo para brindarse apoyo.
Jonathan Maldonado