Bautista tiene cuatro años viviendo en frontera. Por su mente no ha pasado el regresar a Caracas, su ciudad de origen
Jonathan Maldonado
Priscila Bautista ya estaba acostumbrada al sol abrasador del puente internacional Simón Bolívar. Todos los días, desde muy temprano, arribaba al tramo binacional, y a sus cercanías, para ofrecer su producto: café con leche, negro y chocolate.
Con la llegada de la pandemia, se trastocó su rutina. Los puentes fueron cerrados para el paso peatonal y muchos migrantes internos se quedaron de brazos cruzados.
Bautista no se dejó amilanar. Comenzó a recorrer las calles desoladas de San Antonio del Táchira. «Al inicio, los organismos de seguridad me decían: ‘señora, vaya a su casa, resguárdese’. Con el tiempo, se acostumbraron a verme y me dejaban seguir con mis termos», dijo.
La dama califica de difícil los primeros meses de pandemia. «Caminaba hasta el peaje y Peracal», rememoró quien en la actualidad ya tiene su puesto fijo: a la altura de la bomba Bella Vista.
«He resistido con mi venta de café. Nunca pensé en regresarme a Caracas», aseguró al tiempo que expresó su anhelo de que vuelvan a abrir los puentes internacionales, pues generaba un dinamismo que hoy no se ve por la pandemia.
A 500 o 1.000 pesos ofrece su producto, todo depende del tamaño del vaso que escoja el cliente. «Aquí, en la frontera, me he sentido bien. Vivo con dos hermanos», recalcó quien, una vez retorne el movimiento por el puente, no dudará en frecuentarlo con su café.