El Viacrucis empezó en la Basílica Menor San Antonio de Padua y concluyó en Cristo Rey
Jonathan Maldonado
El cielo fue benevolente este Viernes Santo con los cientos de devotos que tomaron las calles de la frontera para participar en el tradicional Viacrucis.
Los Nazarenos, vestidos de morado, custodiaron la manifestación de fe en la que un grupo de feligreses escenificaron los momentos más complejos que vivió Jesús, previo al instante de la crucifixión.
En la Basílica Menor San Antonio de Padua inició la procesión. El párroco Reinaldo Cortés lideró la caminata que tuvo como punto final la zona de Cristo Rey, como es habitual.
Muchos, como forma de pagar promesa, iban descalzos. Otros, ataviados de morado o de blanco, también marcaron su devoción hacia el Creador.
Las oraciones iban atadas a cada estación. El cielo encapotado contribuyó a que la fatiga no invadiera las humanidades de los participantes.
En la iglesia Sagrada Familia, los feligreses también hicieron presencia en las calles adyacentes, con una procesión en la que los habitantes de los barrios cercanos abarrotaron las vías.
«Queremos que regrese el dinamismo a la frontera», fue la petición que lanzó Óscar Morales al ser consultado por el equipo reporteril de La Nación. «Dios debe interceder por este pueblo que desea activarse formalmente», dijo.
La frontera dio muestras, una vez más, de la fe inmensa que la cobija, del deseo de caminar de la mano de Jesús.