Jonathan Maldonado
Eran cerca de las 10 de la mañana del 7 de julio, cuando Jesús Durán, de 58 años, arribaba a las cercanías de Peracal, en San Antonio del Táchira. Lo hacía en su bicicleta, vehículo que usó para llegar a la frontera y en el que regresaba a Cojedes.
Durán no es migrante. Su recorrido, hace más de siete días, lo hizo desde el estado Cojedes, hasta San Antonio de Táchira. De allí, pasó en su bicicleta hasta el vecino país, Colombia, por los caminos verdes, mejor conocidos como trochas.
«Era un reto de vida y lo cumplí», precisó el caballero mientras indicaba que su meta era llegar a Bucaramanga, pero el peso de la bicicleta y lo inclinado de la vía se lo impidieron.
«Tenía ganas de venir hasta Colombia en bicicleta. Ya lo he hecho por otros estados del país», dijo el aficionado al ciclismo. «Ya había venido a la frontera, pero por otros motivos, y de pasajero: «para comprar mercancía y venderla en mi estado».
El quincuagenario reiteró que su viaje fue una especie de meta, de aventura, que no pudo prolongar por el factor dinero. «Me vine solo, sin acompañantes, con Dios, nada más», enfatizó quien llevaba en su vehículo de dos ruedas lo indispensable para atender sus necesidades.
Entre las pertenencias que cargaba consigo, destacaba un fogón donde preparaba la comida. «Para el hospedaje no me compliqué, me quedaba en las cercanías de los peajes o alcabalas.
Tricolor nacional
El amarillo, azul y rojo, con las ocho estrellas, ondeaba en la parte de atrás de su bicicleta, donde exhibía una bandera. «También en mi tapaboca está estampada la bandera de Venezuela», aseguró.
«La frontera se está desperdiciando, está sola, no hay casi movimiento», percibió el ciudadano durante su corta estadía en la zona. «Ser venezolano es una emoción muy grande», agregó.
Durante el recorrido, Jesús Durán vio a varios caminantes, tanto de retorno como de salida. «Nunca he migrado. La situación en mi estado es igual que en el resto del país», soltó a modo de colofón.
El caballero va de retorno a Cojedes. Espera demorar otros siete días, o un poco más, para dormir en casa, con lo suyos.