Jonathan Maldonado
Una vez se pasaba la estación de servicio Bella Vista, sentido hacia la Redoma del Cementerio, comenzaba a divisarse la fila de almacenes dedicados a la marroquinería en San Antonio del Táchira. Los artículos de cuero, en sus diversas presentaciones y marcas, pululaban frente a la mirada escrutadora de clientes que gozaban de la gran variedad y calidad existente.
Pero esa imagen quedó en el pretérito, se extinguió. En la actualidad, las vitrinas se encuentran vacías y la mayoría de negocios bajaron las santamarías. Los que aún abren, cambiaron de rubro y de dueños; venden alimentos, refrescos o licores, quedando atrás esa especie de corredor exclusivo de una industria que se ha extinguido en la frontera.
“Se alquila”, es la frase estampada en algunas de las santamarías de los negocios. En otras se evidencia el tiempo que han permanecido cerrados, pues la maleza, lo desvencijado de las fechadas y el desgaste de las aceras, dan muestra de los virajes que arropan a la economía de la zona.
Lo que sí ha ganado terreno en la vía es la informalidad. Algunos puntos de venta de gasolina colombiana se observan al transitar en carro, moto o a pie. También están los que ofrecen desayunos o almuerzos, y los vendedores de productos, cuyas marcas reflejan que provienen del vecino país.
Hay quienes pasan y miran con nostalgia los cambios que se han producido; otros, ni siquiera, los traen a colación, ya sea por la edad o porque se han transformado, considerablemente, los motivos que los empujan a arribar a las jurisdicciones de Bolívar y Pedro María Ureña. Ahora vienen en busca de artículos de primera necesidad.
Ese olor a cuero, que antes se percibía con tan solo acercarse a una de estas tiendas, se ha esfumado, dando entrada a un escenario en donde se exhiben candados y cadenas oxidadas por el tiempo que llevan resguardando las puertas, así como vitrinas vacías, cubiertas de polvo, y una imagen que se ha desfigurado con los años.
De todos los sectores que hacen vida en la frontera, quizá el más golpeado sea el de la marroquinería, ya que en la actualidad no se están produciendo estos artículos, ni para el consumidor interno, el que habita en la zona, ni para los habitantes del resto del país, donde eran muy demandados cada uno de estos productos.
“Soy el único”
Miguel Muñoz, quien por años fue el presidente del sector marroquinería en Venezuela, es el único que continúa activo en San Antonio del Táchira. Ya no lo hace con artículos de cuero, pues en estos momentos no son rentables, sino con calzado deportivo, hecho con material sintético y de calidad.
Su negocio, ubicado en el edificio donde funcionó por años la famosa tienda El Surtidor, se pierde ante la docena de tiendas cerradas. En sus vitrinas aún se exhiben artículos de cuero: bolsos, monederos, correas y billeteras, que fueron producidos años atrás y le permiten rememorar lo que significó su sector.
Con 48 años dedicados a la marroquinería, ve con dolor el reciente panorama. “Éramos más de 270 empresas, entre marroquinería y calzado, que producíamos para todo el país”, remarcó, al tiempo que soltó las cifras actuales: “de los marroquineros solo quedo yo, y del calzado unas 10 empresas”.
Por décadas, el olor a cuero impregnó su vida. Ahora solo quedan los vestigios y los recuerdos, con añoranzas en un mejor porvenir. “Empecé como obrero y, con los años, me fui independizando, hasta lograr mi empresa”, recalcó quien llegó a tener más de 150 trabajadores, con una producción de 20 mil piezas al mes: bolsos, billeteras, chaquetas, correas y monederos.
El cuero y demás materiales, durante varios lustros, los importó de Colombia. Luego fue adquiriendo el cuero del lado venezolano, a través de tenerías que fueron creciendo por la alta demanda de este material. “Sin embargo, nunca dejé de traer una parte del cuero del vecino país”, acotó.
“Ya el venezolano no busca estos productos”, subrayó Muñoz, mientras lamentaba la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, al punto de que lo que percibe en bolívares no le alcanza ni para cubrir la canasta alimentaria.
Viajó por todo el país
A veces, los arrepentimientos invaden a Muñoz. Todos sus compañeros se fueron y cree que tuvo la oportunidad de devolverse a Colombia, de donde salió cuando apenas contaba con 22 años, rumbo un país que, en ese entonces, tenía una economía pujante y el valor de su moneda, el bolívar, estaba signado por la estabilidad.
Durante la conversación con el equipo reporteril de La Nación, rememoró aquellos años de bonanza en los que viajaba por todo el país, ofreciendo sus productos. “Tanto el de clase baja, como el de clase media y alta, tenían acceso a estos productos; había poder adquisitivo”, dijo.
Cuando se acercaba el mes de diciembre, la vía donde convergían los negocios de venta de artículos de cuero no se daba abasto frente al gran número de ciudadanos que llegaban de diversas regiones del país, y con miras a disfrutar de la variedad que en cada negocio se exhibía.
“La gente quiere algo económico, con material sintético, que se ajuste a sus bolsillos”, apuntó quien ve con poco optimismo la posibilidad de que el sector vuelva a despegar. “Ya todos los fabricantes, compañeros de trabajo, se fueron. En mi caso, ya estoy cansado de remar y nada que se presentan soluciones”, adujo.
Al preguntársele qué significaba para él Venezuela, a Muñoz, nacido en Nariño, Colombia, se le humedecieron sus ojos. “Es mi patria”, dijo, sin titubeo, y con una voz entrecortada que revelaba el cúmulo de sentimientos que lo acompañaban en ese momento.
“Era una asociación muy activa”
Cuando la mayoría de negocios abría sus santamarías, era palpable el trabajo que hacían a diario los marroquineros y la calidad que ofrecían. “Correas, bolsos, chaquetas y billeteras tenían bastante demanda y venían a buscarlos”, aseveró la presidenta de la Cámara de Comercio de San Antonio, Isabel Castillo.
“Desde el año 2015, este sector ha sido golpeado fuertemente. Acabamos de cumplir seis años de ese cierre, y la parte de los herrajes y el cuero se traía de Colombia”, subrayó Castillo en entrevista concedida vía telefónica al diario La Nación.
En torno a las afiliaciones de empresas en la Cámara de Comercio, el sector marroquinería era el que más tenía, con aproximadamente 60 fábricas. Esa cifra, de acuerdo con la presidenta de esta cámara, se esfumó con el tiempo y ante los problemas para obtener la materia prima.
Cinco años en la empresa
Entre los pocos empleados que conserva Miguel Muñoz, se encuentra Freddy Contreras, de 48 años, quien lleva cinco años en la empresa. Entre los oficios que desempeña el caballero, destaca el de montador de zapatos. “Contamos con maquinaria de alta tecnología”, indicó.
Contreras no tiene mucho conocimiento en el área de la marroquinería, su fuerte es la producción de calzado, rama a la que se ha dedicado en los últimos años en la fábrica de Muñoz, ante el declive del otro sector.
“Para mí ha sido una experiencia enriquecedora”, manifestó el trabajador, para luego dejar claro que las ganancias obtenidas le alcanzan para cubrir sus gastos y los de sus familiares. “Hay buenos dividendos económicos”, detalló.
“Esto me ha ayudado en tiempos de pandemia, ya que la industria venezolana ha sido golpeada muy duro por el virus, el cierre de frontera y el bloqueo económico”, precisó Contreras.
La opción perfecta para un regalo
Para el profesor Guillermo Maldonado, habitante del barrio Lagunitas, era común asistir a estas tiendas a comprar los presentes de Navidad o para algún cumpleaños. “Eran artículos de muy buena calidad, que estaban al alcance de nuestros bolsillos”, indicó.
Maldonado recordó que aún conserva la última chaqueta de cuero que adquirió en uno de estos negocios. “La compré hace más de 10 años y todavía la tengo entre mis prendas, pues la calidad del cuero la hace duradera”, acotó el educador.
Al igual que este ciudadano, eran muchos los residentes de frontera que aprovechaban cualquier ocasión especial para pisar estos negocios; incluso, la mayoría tenía una tienda preferida y era la que más frecuentaba al instante de necesitar un detalle.
“Lamentablemente, estos negocios, al igual que otros, ya no existen; la situación económica y el escenario especial que viven los municipios de frontera con los cierres de los puentes, han provocado el declive de muchas industrias”, agregó el caballero.
Maldonado puntualizó que el sueldo actual de un profesor, ya sea jubilado o activo, se redujo a nada, pues lo que le depositan no da ni para cubrir la canasta alimentaria.