Frontera

Soledad versus movimiento: panorama de San Antonio

27 de agosto de 2021

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Las calles abarratodas, los negocios pujantes, las personas comprando o simplemente mirando las vitrinas o los productos a ofrecer, es un panorama que se ha desdibujado con el pasar de los años y los cierres continuos de las fronteras, desde el 19 de agosto de 2015.

Desde el primer caso confirmado de covid-19 en el pais, en el año 2020, el Ejecutivo nacional tomó una serie de medidas en las que se involucraba el cierre de fronteras y un cerco epidemiológico, para evitar un aumento drástico en los contagios; con el transcurrir de los meses y el manejo de la pandemia, se tomaron ciertas medidas que flexibilizaran la economía, las cuales no involucraban a los municipios fronterizos.

Pero solo fue en diciembre de 2020 que la frontera, tanto en el municipio Bolívar como en el municipio Pedro Maria Ureña, formó parte de la reactivacion económica y se permitió el libre tránsito entre municipios. Desde ese momento, hasta la actualidad, se mantiene una semana de cuarentena radical, con pasos restringuidos o acceso limitado, y una de flexibilidad económica.

En semanas restringidas no se detiene el tránsito de personas hacia San Antonio, aunque disminuye el flujo de personas; el terminal cesa operaciones, pero a su vez los carros por puesto ofrecen sus servicios para movilizar a los ciudadanos. Tanto el canal humanitario, como los caminos verdes, siguen activos semana tras semana. El silencio se apodera de las calles y el comercio desolado es evidencia de los pocos compradores que visitan el comercio local.

En las semanas flexibles, a los municipios fronterizos regresa el movimiento y ruido en las calles, así como al terminal de pasajeros, pues tanto el comercio formal como el informal ofrecen sus servicios, encontrando un respiro para generar ingresos en quienes visitan la frontera para cruzar hacia Cúcuta, capital de Norte de Santander.

“Es importante que se abra la frontera”

Arelis Díaz, de 45 años de edad, se desempeña como comerciante de repuestos para motos en la frontera, desde el año 2008, y con mucho esfuerzo, junto a su familia, decidió incursionar en el mundo de las autopartes en el centro de San Antonio.

La mayoría de sus clientes siempre han sido de la frontera, tanto de San Antonio como de Ureña, debido a la calidad de sus productos y sus precios. Pero también contaba con clientes de San Cristóbal y Norte de Santander, aunque en menor proporción.

Su negocio de repuestos ha significado su mayor inversión y su mayor logro, a pesar de considerar otras opciones de ingreso; su negocio es muy importante, sentimentalmente, y sigue apostando a él para que funcione y genere ganancias. El negocio era próspero, vivieron el auge del sector comercial, del intercambio comercial binacional en su momento.

Desde el inicio de la pandemia, sus clientes disminuyeron y las ganancias también: “estamos llevándola, ha sido fuerte, muy fuerte, todo este tiempo”. Manifiesta que sus productos y precios se mantienen en el mismo rango, para que todos los ciudadanos puedan comprar, según el bolsillo. Así mismo, puntualizó que son pocas las personas que visitan su negocio, en comparación con años y temporadas anteriores.

No obstante, según Díaz, no se aprecia el cambio entre semana radical y semana de flexibilidad económica. Al principio de las flexibilizaciones dictadas por el Ejecutivo nacional, en el mes de diciembre de 2020, en la frontera solo se podía laborar en ciertos sectores de la economía, hasta las 02:00; posterior a ello se fueron integrando al proceso más sectores de la economía fronteriza, por lo que actualmente pueden laborar en semana radical hasta las 06:00 p.m.

Trabajan en horario corrido para poder atender a los clientes que lleguen a su negocio; a veces visitan las instalaciones 4 personas, como también hay días en que solo aparece 1 comprador o ninguno. Un día sin vender es un día de preocupación para la señora Arelis, ya que han pactado con el dueño del local pagar a cuotas, según los ingresos diarios, el alquiler; “prácticamente, vivimos guindados; si hay para comer, no hay para pagar todo el alquiler”.

Considera importante la apertura de los puentes internacionales para reactivar el comercio fronterizo y que los negocios crezcan y se multipliquen, en lugar de cerrar sus puertas; su deseo es seguir apostando al comercio local.

“Vendo de todo lo que

me piden para subsistir”

José Hernández, de 26 años, se dedica a la economía informal desde que regresó al país, tras vivir 2 años en Quito-Ecuador. Encontró en la venta de medicinas y víveres un ingreso continuo para mantenerse y ayudar a su familia.

Hernández usa de forma diaria los caminos verdes para buscar y comprar los productos que comercializa. No usa el mismo camino o trocha de forma constante, ya que muchas veces el paso está cerrado en una o el río crece, entonces, debe alternarse para poder cruzar hacia el corregimiento de La Parada, en Norte de Santander. Vende desde víveres y medicamentos, hasta repuestos para carros y lo que le soliciten sus clientes vía WhatsApp.

Al regresar a la frontera, en noviembre de 2020, y no contar con un empleo que le generara lo necesario para subsistir, se vio obligado a probar suerte vendiendo algunos productos encargados por sus vecinos y conocidos; posterior a ello, le fueron teniendo confianza por su responsabilidad y empezó a enviar mercados y encargos al centro del país para las familias de sus amigos, quienes se encuentran en Ecuador. Pasa a Colombia, cobra los giros internacionales, compra lo que le solicitan sus clientes y regresa por los caminos verdes para empacar los víveres y enviarlos a su destino final, el centro del país.

“He tenido días fuertes al intentar cruzar los caminos verdes; el río crece y debo esperar o quedarme en La Parada,  incluso pasar a riesgo por el río; siempre voy con Dios y la Virgen”, resaltó el joven mientras hacía hincapié en las sorpresas que suelen encontrarse en estos caminos.

Pasar de noche es peligroso para quienes atraviesan los caminos o trochas para movilizarse entre San Antonio y Norte de Santander. Si llueve, José ve limitado su trabajo y muchas veces se preocupa por cuántos días tardarán las lluvias y cómo se pondrá el camino en la trocha. Lo que más envía al centro de país son productos como salsas, mayonesas, papas para comidas rápidas, pan para perros y hamburguesas.

En las semanas de cuarentena radical, comenta Hernández que se ve menos afluencia de personas atravesando los caminos, por lo que es más fácil cruzar para los habitantes de este municipio fronterizo, ya que se encuentra más solitario el paso.

En cuanto a las semanas flexibles, puntualiza que las personas vienen desde diferentes ciudades para abastecerse; de cierta forma, hay más tráfico y se debe esperar un poco más y tener paciencia, al ir o regresar de Colombia hacia Venezuela, lo que muchas veces retrasa un poco su trabajo. Aspira a seguir en el país, trabajando, para no dejar solas a las integrantes de su familia, ya que a su juicio no es fácil vivir solo en el extranjero, lejos de quienes le aman.

“Paso a Colombia a comprar

lo necesario para comer”

Manuel Guillén, de 56 años de edad, de profesión educador, utiliza de forma semanal los caminos verdes que comunican a San Antonio con Norte de Santander para abastecerse de alimentos, utensilios de aseo y medicamentos para cualquier malestar que pueda presentar.

Era dueño de un local de repuestos y reparación de motos, ubicado en el municipio Pedro María Ureña, pero por problemas de liquidez lo trasladó a San Antonio, y debido a la situación actual lo cerró; tiene la mercancía y las herramientas en su hogar. Ha rematado, poco a poco, los repuestos que le quedan para poder mantenerse; también realiza trabajos en el área de la construcción para poder generar ingresos, debido a que con su sueldo de educador no puede costear todos los alimentos de la cesta básica.

“Voy a Colombia los fines de semana, según el dinero que reúno de los trabajos que realizo para comprar el mercado que necesito durante la semana”. El paso en días radicales es más restringido, por lo que el camino se torna solitario y es más fácil cruzar. En días de flexibilización, las aglomeraciones se presentan en horas pico para regresar por los caminos verdes. Cuando el río crece, Guillén ha intentado cruzar por el puente internacional, pero por ser pocas personas quienes lo solicitan, no se los han permitido.

Teniendo un presupuesto aproximado de 80.000 pesos semanales, los productos que más compra en el país neogranadino son: café, aceite, arroz, azúcar y granos; así mismo, útiles de limpieza y productos como crema dental, papel higiénico y champú. Al educador le puede faltar cualquier cosa, menos su cafecito por la mañana y después de almorzar, según comenta.

Desde que inició la pandemia por la covid-19, y debido a los paros que se presentaron en Colombia en los últimos meses, algunos rubros han aumentado su valor, por lo que el presupuesto que determina semanalmente muchas veces no le alcanza para toda la lista, por lo que realiza las compras en menor cantidad de productos. De igual forma, manifiesta que sigue siendo más económico abastecerse en Colombia.  “Esperamos que pronto se abran los puentes, sea el puente internacional Simón Bolívar o el de Tienditas, para cruzar con normalidad”, finalizó Manuel, quien espera volver a ver el comercio reactivado para poder trabajar, generar empleo e ingresos.

“Se consigue fácilmente

transporte en semana radical”

Mercedes García, de 57 años, visita la frontera con regularidad para abastecerse y comprar lo necesario para su familia. Habita en la ciudad de San Cristóbal y con un presupuesto limitado, emprendió camino a la frontera para, al llegar, cruzar por los caminos verdes o trochas hacia Colombia.

El carrito por puesto lo ubicó en las cercanías del terminal de pasajeros en la ciudad de San Cristóbal, le cobró 35.000 pesos colombianos por ser semana radical; pensó que podía esperar hasta la próxima semana para bajar a San Antonio a comprar, pero su limitada despensa le apresuró el viaje a la frontera.

Esperaba realizar las compras lo más rápido posible en el corregimiento de La Parada y devolverse, ya que a su juicio, mientras más tarde se haga, la tarifa de los carritos por puesto aumenta, aun más si lleva muchos paquetes. En las inmediaciones de la avenida Venezuela y la redoma del Cementerio, algunos ciudadanos ofrecen el servicio de carros por puesto hasta San Cristóbal, desde 30.000 pesos, aproximadamente, lo que aumenta los costos de quienes visitan las desoladas calles de San Antonio del Táchira en semanas de cuarentena radical.

El panorama cambia con el inicio de cada semana flexible. El terminal de pasajeros fronterizo reanuda operaciones con rutas suburbanas y el costo del pasaje es de 15.000 pesos, si el destino es la capital del estado Táchira, San Cristóbal.

Muchos ciudadanos prefieren viajar en semanas flexibles, ya que gastarían menos pesos en promedio entre pasajes y disponen de más presupuesto para sus compras; algunos, como es el caso de la señora Mercedes, no pueden esperar por víveres o medicamentos y deciden movilizarse a la frontera, sea o no semana flexible.

Para García, resulta aún más económico desplazarse hasta la frontera, a pesar de ser semana con restricciones, ya que desde que iniciaron estas limitaciones entre municipios, muchas personas encontraron un modo de lucrarse al llevar encargos de ciertos productos comprados en Colombia, pero al llegar a San Cristóbal o Táriba, ya eran más costosos que el precio base de cada uno en Norte de Santander. Por ello, en el caso de la quincuagenaria, prefiere viajar y realizar por sí misma sus compras, y ahorrar todo lo que pueda.  (Andreína CastellanoS/Pasante)

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