Frontera

Un informe extraviado y una familia que aún clama justicia

17 de febrero de 2020

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Leider García resultó herido de bala en los eventos del 23 de febrero en la frontera. Días después fallece en una clínica de Cúcuta

DE INTERÉS

Los contenedores, a solo días de cumplirse un año de aquel 23 de febrero, siguen atravesados en el puente internacional Simón Bolívar, lado venezolano

EL DATO

Leider García dejó un niño de cuatro años. El infante, según sus familiares, aún pregunta cuándo regresará su progenitor

El informe que poseía el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) sobre el caso de Leider García, joven de 30 años que perdió la vida pocos días después de resultar herido de bala durante los eventos del 23 de febrero en la frontera, fue extraviado, así lo hizo saber su hermana, Yunnay García, de 27 años.

García, la menor de seis hermanos, lamentó que el referido documento, en el que quedaron sentadas sus declaraciones, hace aproximadamente un año, esté perdido. “Me llamaron nuevamente, hace ya 10 días, pero a qué voy a ir, si pese al tiempo que ha transcurrido, no han hecho nada”, aclaró la chica, quien se muestra escéptica frente a la actuación de las autoridades.

Rodeada de sus familiares, en el barrio Pedro Rafael Páez, donde se halla la casa materna, se preguntó: “¿Qué tanta importancia le han dado en el Cicpc al caso de mi hermano, si ni siquiera consiguen el informe?” Para ella y sus parientes, son pocos los esfuerzos que han efectuado las autoridades para dar con el culpable o los culpables.

“Si no paga el que disparó, aunque sea que paguen quienes trajeron a esos grupos civiles y armados”, pidió García mientras trataba de disimular las lágrimas que surcaban su rostro al recordar tan difícil episodio.

Y es que cada imagen de aquel 23 de febrero de 2019 se ha tallado en su memoria, como si tratara de crear un rompecabezas del que faltan muchas piezas para completarlo.  “Ese día, de los seis hermanos, cuatro salimos a marchar: tres mujeres y Leider”, evocó con el deseo de retroceder el tiempo para evitar lo ocurrido.

Yunnay, sus hermanos y sobrinas salieron juntos de la casa ese día. Tomaron atajos para llegar a tiempo a la altura del Surtidor, de donde saldría la concentración, rumbo al puente. “Casualmente, Leider llevaba una bandera grande de Venezuela”, recapituló mientras iba reconstruyendo los instantes que compartieron con el joven.

Al salir la marcha, con apenas escasas cuadras transitadas, y cerca de la escuela República de Cuba, un grupo de civiles, precisó García, inicia el primer ataque.  “Él (Leider) se acercó hacia donde estaban esos grupos armados y nosotras le dijimos: ‘no se aleje tanto’”. De inmediato, quien aún era politáchira– no le habían aprobado la baja –, “nos respondió: ‘Ustedes sigan caminando’. Desde ese momento, no lo vimos más”.

“El único plan ´B´ era correr”

Dayana Rangel, hermana de Leider García, fue otra de las integrantes de la familia que decidió marchar ese 23 de febrero. A casi doce meses de lo sucedido, aún navega por su mente la interrogante en torno a “¿en dónde estaban los cuerpos de seguridad cuando se registraron estos ataques?”

Una vez llegaron a la Redoma del Cementerio, ya habían perdido la pista de su hermano. Rangel todavía mantiene viva la imagen en la que, mientras avanzaban, ya más cerca de la aduana, grupos armados y encapuchados empezaron a disparar. “Todos nos dispersamos, pues, en un escenario como ese, cada quien corre por donde puede, sin buscar a nadie”, señaló.

En medio de tanta confusión y con el temor a flor de piel, la dama pensaba que en cualquier momento algún líder opositor daría a conocer un plan B, el cual nunca llegó. “El verdadero plan ‘B’ era correr para evitar males mayores”, recalcó quien, en compañía de otros parientes, se escabulló por la parte de atrás del cementerio Municipal.

“Mi hermano era atrevido y terco. Él agarró un tubo y simulaba una bazuca. Según dicen, algunos uniformados se asustaron y corrieron”,  relató para luego conjeturar: “desde ahí, lo agarraron en la mira, hasta que le dispararon. Realmente, los que saben cómo sucedieron las cosas son las personas que estuvieron al lado de él, pero ellos no hablan ni comentan, y para qué si la ley no existe ahorita”.

A la casa materna, todos lograron llegar, menos Leider. A los minutos, un motorizado conocido de la familia, arriba con malas noticias: al joven lo habían herido de bala cerca del cementerio. Allí, “al retirarse los grupos armados, los vecinos salieron y lo auxiliaron”, dijo en tono de agradecimiento.

“Hay que trasladarlo a San Cristóbal”

La primera en arribar al hospital Samuel Darío Maldonado, en San Antonio del Táchira, fue Yunnay García. La joven se montó en la moto de la persona que acudió a la casa para informarles sobre la situación de Leider. “Al llegar, un funcionario de Protección Civil (PC) se me acercó y me preguntó: ‘usted qué es para el’. Hermana, contesté”.

“‘Nosotros a él lo vamos a llevar para el hospital de San Cristóbal’, fue la otra frase que me dijo el funcionario. Yo, muy preocupada, le respondí: pero dígame realmente qué es lo que tiene”. García, sin perder el hilo de lo acontecido, resaltó que el hombre trató de calmarla con un “tranquila, él está bien”.

Esos minutos de desesperación, recuerda, los pasó sola. Una calma casi efímera invadió su humanidad cuando le dijeron que su hermano solo había recibido un disparo en uno de sus brazos.  “No fue así. Una amiga enfermera, al saber que se trataba de un familiar, me dice que Leider estaba inconsciente, ya que había recibido un tiro en el tórax”.

Desde ahí, el mundo empezó a desvanecerse tanto para ella como para su familia. “Fui yo quien lo acompañó camino a San Cristóbal”, soltó mientras de su mente bullían escenas de las protestas y aglomeraciones que había en el camino.

En Capacho, dijo, todo estaba trancado y no los dejaban pasar. “Un funcionario de PC se bajó, habló con los manifestantes y abrieron el paso”, señaló para agregar que, más adelante, solo se escuchaban consignas y se veían personas ondeando las banderas.

Ya en el hospital, recibe atención médica de urgencia y es trasladado a quirófano. “El médico se me acerca, me abraza y me dice que va a hacer lo humanamente posible para salvarle la vida. ‘Él es un guerrero’, me dijo el doctor”, recapituló.

Sin embargo, la bala le había perforado uno de sus pulmones y las esperanzas de vida eran pocas. “Cuando Leider despierta y empieza a hablar, todos nos alegramos y creímos que se iba a recuperar”, puntualizó con un nudo en la garganta que se mantuvo durante la entrevista.

La “trocha” fue la única opción

Ya con los días, la leve mejoría que presentaba Leider se desvaneció y empezó a languidecer. Sus familiares decidieron llevarlo a la ciudad de Cúcuta. “La única opción fue la trocha, pues no nos daban paso por el puente internacional Simón Bolívar”, contó Carlos García, padre del joven.

El progenitor recuerda que en la clínica Santa Ana, donde fue ingresado García, quien se venía desempeñando como instructor de gimnasio en Colombia, le dieron muy pocas esperanzas. Sus órganos ya no estaban funcionando.

“Lo conectaron a varias máquinas y allá fueron más exactos con el diagnóstico, con los resultados. Nos dijeron que lo más probable, si se salvaba, era que no volviera a caminar, ya que la bala también había afectado esa zona”, especificó Gina Contreras, sobrina de Leider.

El 12 de marzo del 2019, la finitud de la existencia tocó la humanidad del joven de 30 años. Ya no tenía signos vitales, sus órganos dejaron de funcionar por completo.  “Luego vino el proceso de pasar su cuerpo a Venezuela.  Nos tocó rogarle a la GNB para que permitieran que el féretro atravesara el puente”, narró.

“Nuestro deseo era que entrara la ayuda humanitaria”

Al igual que Leider y sus familiares, Yohana Rojas, docente, salió a marchar con un único fin: ver el ingreso de la ayuda humanitaria. Su rol, desde el inicio, fue motivar a los ciudadanos, tarea que cumplió de la mano de un parlante y montada en un camión.

“Cuando pasamos la Redoma del Cementerio y avanzamos hasta el primer semáforo, se decidió que hasta ahí nos acompañaba el camión. Me bajé y seguí con el resto a pie”, rememoró al tiempo que añadió: “A esa altura, ya habíamos superado el primer ataque, el cual se dio cerca del República de Cuba, escuela en donde estos grupos armados se resguardaron”.

Rojas aclara que las mujeres fueron quienes lideraron la marcha. “Los hombres iban atrás, cuidándonos”, subrayó mientras regresaba al punto en el que una especie de lluvia de bombas lacrimógenas los volvió a dispersar.  “Eso fue en la esquina conocida como Banco Maracaibo”, dijo.

A partir de ahí, en vez de buscar al grupo para seguir marchando, “decidí actuar como si fuera de la Cruz Roja, ya que muchas personas se sentían ahogadas a causa de tanto gas, y yo llevaba agua con bicarbonato, que fue de gran ayuda”.

“Yo cargaba unos guantes y se los di a un joven que agarraba las bombas lacrimógenas para lanzarlas en poncheras con agua, sin importar que se estaba quemando sus manos. No estábamos preparados para un ataque de ese calibre. Sabíamos que iba a haber gas y hasta perdigones, pero que llegaran a balas, jamás imaginamos eso”, recalcó.

Hubo un momento en el que la profesora trató de avanzar por la avenida, cubierta de humo, para alcanzar al grupo de hombres y mujeres que había logrado acercarse a la aduna. “En ese instante, volteo y veo una cantidad de motorizados, en su mayoría encapuchados, que empezó a disparar sin importarle los resultados”, aseguró quien, ante el escenario, no tuvo más remedio que correr.

“Pecamos

de ingenuos”

Viviana

Foto: Viviana Delgado, prefecta.

Viviana Delgado, prefecta del municipio Bolívar, fue otra de las mujeres que fungió como líder en la marcha y, además, fue parte del grupo que más logró acercarse a la aduana. “La idea era llegar, empujar y pasar al estilo de las damas de blanco”, confesó.

Delgado, tras casi un año de lo sucedido, cree que la oposición pecó de ingenua. “Pensábamos que iba a haber más protección, que en algún momento la ayuda entraría por los puentes, pero no fue así”, indicó quien, en un momento, se vio rodeada por los grupos armados.

“En ese instante, mi esposo interviene y recibe un cachazo que le rompe la cabeza”, narró con la mirada algo perdida, como si, a la vez, intentara de ser más puntual con la descripción.

“Cuando llegamos a la Cruz Roja, luego de un intento fallido por el CDI,  ya había un herido de bala. Uno trataba de calmar a las personas, pues había gente que fue víctima de robosde teléfonos, de motos; cada quien vivió una experiencia distinta”, enfatizó.

En la actualidad, Viviana Delgado es consciente de que “expusimos mucho la vida. Yo, al pensar en mi hija, me di cuenta de que corrimos muchos riesgos”, recalcó mientras dejaba por sentado su anhelo de ver justicia en casos como el de Leider García.

Jonathan Maldonado

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