Infogeneral
La genética, otra clave de la desigualdad frente a la COVID-19
7 de mayo de 2020
AFP- ¿Por qué pacientes jóvenes y sin patologías previas se hallan en cuidados intensivos a causa de la COVID? Frente a uno de los misterios de este virus, los científicos siguen la pista de la predisposición genética.
La gran mayoría de enfermos graves de la COVID-19 son personas mayores que ya sufrían patologías diversas.
Pero el genetista Jean-Laurent Casanova estudia el 4 ó 5% restante, esto es los «menores de 50 años que se hallaban en buen estado de salud» y son víctimas de formas graves del coronavirus.
Por ejemplo, «alguien que podía correr un maratón en octubre de 2019 y que en abril de 2020 se halla en cuidados intensivos, intubado y con un respirador mecánico», Casanova.
«La hipótesis es que estos enfermos tienen variaciones genéticas que permanecen silenciosas hasta que se encuentran con el virus», prosigue este codirector del Laboratorio de genética humana de enfermedades infecciosas, basado en el Instituto Imagine de París y en la universidad Rockefeller de Nueva York.
Por ello, el consorcio «Covid Human Genetic Effort» empezó a reclutar a pacientes principalmente de China, Irán, Japón, Europa y América del Norte.
A estos pacientes se les toma una muestra de sangre, se analizan sus secuencias de ADN y se seleccionan «variaciones genéticas candidatas, para incriminarlas o exculparlas», indica el doctor Casanova.
«Años atrás», la existencia de enfermos graves de la covid-19 sin motivo aparente «se habría achacado al azar, pero no es solo una cuestión de suerte», explica Jacques Fellay, investigador del Hospital Universitario Vaudois y de la Escuela Politécnica Federal de Lausana.
«Hoy en día, tenemos la capacidad de disecar el genoma de estas personas y ver si tienen o no una mutación rara que podría volverles especialmente susceptibles al SARS-CoV-2», explica a la AFP este experto en genómica y enfermedades infecciosas.
La ciencia identificó en estos últimos años las variaciones genéticas responsables de predisposiciones a varias enfermedades infecciosas, desde la tuberculosis hasta formas graves de gripe, pasando por encefalitis virales.
Pero la clave para la COVID-19 no está forzosamente relacionada con una mutación genética única, según los expertos.
«Nuestras defensas inmunitarias funcionan un poco como el mecanismo de un reloj», cuyos elementos deben funcionar juntos, subraya Fellay.
«Puede que haya granos de arena en varios lugares del engranaje y cada uno de estos granos puede ser diferente en un mismo grupo de pacientes, pero el resultado puede ser el mismo», es decir, una forma grave de la covid-19, según este médico suizo.
¿Hacia una terapia?
Es por ello que «debemos contar con una muestra muy amplia y una colaboración» entre investigadores de todo el mundo, afirma Mark Daly, director del Instituto de Medicina Molecular de Helsinki.
Así, la iniciativa «Covid-19 Host Genetic» persigue reclutar a al menos 10.000 pacientes y compartir los resultados entre unos 150 centros de investigación, con la esperanza de lograr «informaciones útiles durante el verano» boreal.
Pero el tiempo que se tarde en identificar las variantes genéticas implicadas dependerá «de lo que nos reserve la Señora Naturaleza», previene Fellay.
«A veces damos con blancos fáciles de identificar, pero también podemos invertir meses pasando revista pacientemente, como monjes copistas, a nuestros archivos informáticos inmensos y a hacer largos análisis».
Si este trabajo diera sus frutos, podría conducir a pistas terapéuticas.
«Si encontramos indicios que nos orientan hacia un gen para el que ya existe un medicamento, entonces podríamos simplemente reconvertir» el fármaco, según Daly.
Sin alguna garantía
«Si no encontramos nada» contra la deficiencia genética, «podrían hacer falta cinco años para desarrollar nuevas moléculas», insiste Fellay. O lo que sería peor: si no se pudiera hacer nada contra la mutación o si los efectos secundarios de un tratamiento fueran demasiado importantes.
Por otro lado, la investigación genética sobre el nuevo coronavirus también versa sobre la diversidad de los síntomas y la resistencia de algunas personas.
Por ejemplo, «enfermeras, médicos, parejas de pacientes que no desarrollan la enfermedad y ni siquiera se contagian», explica Casanova.
Para estos casos, se trata de la hipótesis contraria: Estos individuos podrían «tener variaciones genéticas que los vuelven resistentes» al virus, añade.
Es el caso de otros virus, como una mutación del gen CCR5 que confiere una inmunidad natural contra el VIH.
Este hallazgo permitió desarrollar estrategias terapéuticas: dos pacientes fueron declarados curados en 2011 y 2020 del virus del sida tras un trasplante de células madre de donantes portadores de esta mutación. También se desarrolló un medicamento sobre esta base, el maraviroc.