Internacional

Con la pandemia, las «cocinas fantasma» explotan en Asia

17 de septiembre de 2021

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En una unidad industrial en las afueras de Taipéi, la capital de Taiwán, unos cocineros preparan unos platos que nunca se servirán en un restaurante. Es el mundo de las «cocinas fantasma», un sector en explosión por la pandemia.

Antes incluso de que las restricciones sanitarias pusieran patas arriba el sector, los clientes ya se habían acostumbrado a pedir platos de restaurantes para comer en casa.

Para responder a esta demanda, un número creciente de restaurantes ya habían instalado cocinas reservadas a los repartos a domicilio, las «cocinas fantasma», o habían alquilado espacios en algunas existentes.

Y entonces llegó el coronavirus, que privó a miles de millones de personas de salir a comer fuera.

«La pandemia empujó al conjunto del sector a una especie de hipercrecimiento», dijo a AFP Jason Chen, director general de JustKitchen.

La empresa puso en funcionamiento la primera cocina fantasma de Taiwán a principios del año anterior. Ahora gestiona 18, una de ellas en Hong Kong, y quiere expandirse a Filipinas y Singapur antes de terminar el año.

Grab, un gigante regional del reparto a domicilio con sede en Singapur, abrió 20 nuevas cocinas virtuales en el sureste asiático en 2020, además de las 42 que ya tenía antes del covid.

Según un informe de Researchandmarkets.com, el sector puede crecer todavía más de un 12% anual hasta alcanzar un valor de 139.370 millones de dólares en 2028.

«Mascarilla de oxígeno»

La región de Asia-Pacífico, donde viven 4.300 millones de personas, representa un 60% del mercado internacional.

En las ciudades densamente pobladas de la región, donde el espacio es limitado, comer en restaurantes baratos o en puestos callejeros es más asequible y más práctico que cocinar en casa.

El grupo de investigación Euromonitor estima que actualmente hay 7.500 cocinas fantasma activas en China y 3.500 en India, contra 1.500 en Estados Unidos.

Estas cocinas colectivas son menos lucrativas que los restaurantes, pero tienen costes de explotación inferiores, estima Natalie Phanphensophon, quien dirige las cadenas Mango Tree y Coca.

Esta empresa familiar abrió una primera cocina fantasma en la periferia de Bangkok a principios de año y prevé abrir otras dos en unas semanas.

El grupo iBerry, que explota restaurantes y heladerías en centros comerciales de Tailandia, también instaló un centro para atender los pedidos en línea.

«Durante el covid-19, ha sido una mascarilla de oxígeno», dice su director Thitanun Taveebhol.

Montaña de plástico

Las cadenas de gastronomía no son las únicas interesadas en el sector, que atrae también advenedizos en el mundo de la cocina.

Ejecutivo de Air India jubilado, Nirjash Roy Chowdhury, de 61 años, invirtió sus ahorros para fundar una de estas cocinas.

Con seis empleados, estima que necesitará seis meses para ser rentable, pero confía en el futuro.

«Pienso que esta cultura de cocinas fantasma va a perdurar», augura.

Nailul Huda, analista del Instituto para el Desarrollo de la Economía y las Finanzas en Yakarta (Indonesia), considera que los bajos costes de explotación y los hábitos de consumo de las jóvenes generaciones aseguran un crecimiento continuo.

«Una vez lo haces, te acostumbras tanto que es difícil abandonar esta comodidad», dice Jason Chen, de Just Kitchen, también «muy positivo en cuanto a perspectivas».

Con gran parte del sector gastronómico devastado por la pandemia, las cocinas fantasma han permitido a cocineros, repartidores y mayoristas seguir en activo.

En la cara negativa, su actividad ha contribuido a acrecentar la montaña de plástico ya consumido en el mundo.

Un estudio reciente en Bangkok reveló que los residuos plásticos casi se han duplicado durante la pandemia, en gran parte por los servicios de comida a domicilio.

El escritor gastronómico de Singapur Leslie Tay afirma que estas cocinas «han robado en cierto modo la personalidad o el alma de la comida».

Pero piensa que hay espacio para que restaurantes y cocinas fantasma prosperen de la mano.

«A fin de cuentas, pienso que la comida habla por sí sola (…) Si la comida es buena, la gente hablará de ella», dice.

AFP-

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