Internacional

El hielo, un medio de supervivencia en la región más fría del planeta

7 de diciembre de 2018

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Innokenty Tobonov hunde su arpón en un gran bloque de hielo, sus colegas lo sacan de las aguas heladas y luego lo cargan en su tractor. Es el equivalente en agua potable para que sobreviva un anciano de Siberia en invierno.

La región de Sajá, en el noreste de Siberia, es la región más grande Rusia y también la más fría del planeta. A los lugareños, como los del pueblo de Oi, los bloques de hielo les aportan agua potable la mayor parte del año.

«Hacemos esto todos los años. El pueblo necesita agua potable», afirma Innokenty Tobonov, miembro del consejo local del pueblo, con las pestañas heladas a causa de los -41 ºC.

En el pueblo de Oi, en la región de Sajá, la zona más fría del planeta, se extraen bloques de hielo para conseguir agua potable. AFP / Mladen ANTONOV

Excavar pozos es demasiado caro a causa del permafrost, una espesa capa de suelo congelado todo el año. El agua del grifo –procedente del río Lena– solo está disponible unos dos meses y medio al año. El resto del tiempo, las canalizaciones están congeladas y cuando por fin se descongelan, el agua está llena de sedimentos durante un tiempo y no es potable.

La mayoría de las localidades de Sajá no tienen plantas de tratamiento de aguas. Así, solo queda el hielo, la fuente de agua potable más limpia disponible. Recogida en noviembre, suele almacenarse en el exterior durante el invierno, en general a una cierta altura, fuera del alcance de los perros.

Cuando la atmósfera se calienta, los habitantes almacenan los bloques de hielo en sus sótanos, transformados en refrigeradores por las paredes de permafrost.

«Físicamente, es duro»

«Físicamente, es duro. Sobre todo cuando el hielo es de unos 50 cm de espesor», afirma Innokenty, que considera que un hogar pequeño necesita unos diez metros cúbicos de agua para cubrir sus necesidades invernales.

Un vecino de Oi, en la región siberiana de Sajá, con las pestañas heladas a causa de los -41 ºC. AFP / Mladen ANTONOV

«Utilizamos esta agua para beber y cocinar. Es muy práctico», detalla una septuagenaria residente de Oi, Pelageya Semenova, después de que el equipo de intrépidos haya descargado un bloque de hielo en su puerta.

«El agua helada es más limpia y sabe mejor que la del grifo: en la ciudad, sabe a cloro y aquí, a veces, sabe a petróleo», dice. «Pero parece que no contiene vitaminas».

Beber únicamente agua del hielo puede, en efecto, conducir a deficiencias minerales, pues es muy pobre en calcio y magnesio.

Poco poblada, a la región de Sajá se la conoce como «la tierra de los lagos» y tiene tantos lagos como su millón de habitantes. Las comunidades rurales son particularmente dependientes del hielo para sobrevivir y cualquier contaminación medioambiental afecta directamente al agua que consumen.

Subsuelos ricos

Sin embargo, Sajá es rica: sus suelos tienen oro, petróleo y carbón y es la primera región productora de diamantes del mundo.

«Damos mucho a Rusia pero las poblaciones rurales locales reciben pocos beneficios a cambio», indica la activista Valentina Dmitrievna, que dirige Eyge, una oenegé para la protección del medioambiente con sede en Yakutsk, la principal ciudad de la región.

«Físicamente, es duro. Sobre todo cuando el hielo es de unos 50 cm de espesor», afirma uno de los vecinos de Oi, que considera que un hogar pequeño necesita unos diez metros cúbicos de agua para cubrir sus necesidades invernales. AFP / Mladen ANTONOV

Esto se ve especialmente en el caso de los ríos situados cerca de industrias mineras. En el mes de agosto, la ruptura de varias represas construidas por Alrosa –primer productor de diamantes del mundo– obligó a los habitantes de las orillas del Viliui a utilizar agua contaminada.

Las autoridades medioambientales rusas cifraron recientemente los daños causados por este accidente en la cuenca del Viliui en 22.100 millones de rublos (más de 290 millones de euros, 330 millones de dólares al cambio actual), pero Alrosa respondió que no podían acusarles porque lo ocurrido se debía a una «catástrofe natural».

Sin embargo, los portavoces de las comunidades locales están convencidos de que la empresa provocó el accidente, al desplazar sus infraestructuras mineras sin autorización. El diferendo podría durar años pero, mientras tanto, los habitantes se sienten impotentes y se ven obligados a usar agua de calidad dudosa, lamenta Valentina Dmitrievna.

Poco poblada, a la región de Sajá se la conoce como «la tierra de los lagos» y tiene tantos lagos como su millón de habitantes. AFP / Mladen ANTONOV

«La gente sufre por este tipo de incidentes porque tienen un estilo de vida tradicional», considera. «En Sajá, la gente se preocupa más del medioambiente porque entienden que dependen de la naturaleza».

Y aunque algunas infraestructuras hayan llegado a aldeas como Oi, los habitantes tienen que aprender a sobrevivir en caso de avería.

«No olvidamos nuestras tradiciones. Enseñamos a los chicos a recoger hielo, talar madera, cazar y pescar», explica. «Ser capaz de sobrevivir en situaciones extremas es una necesidad». AFP

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