Internacional

Otoniel, una captura que apenas lastima el imperio de la cocaína en Colombia

25 de octubre de 2021

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Bogotá, Colombia (AFP) Cayó Otoniel como en el pasado fueron detenidos o abatidos otros barones de la droga en Colombia. Pero más allá del regocijo del gobierno por arrestar al jefe de un poderoso ejército mafioso, el mayor imperio de la cocaína del mundo está lejos de desmoronarse.
La detención el sábado del criminal más buscado del país “es una gran noticia para el gobierno de (el presidente Iván) Duque, pero en el terreno no es que vaya a cambiar mucho”, estima Ariel Ávila, analista de la Fundación Paz y Reconciliación.
Dairo Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, de 50 años y jefe máximo del Clan del Golfo, fue detenido en una megaoperación militar y policial en el noroeste de Colombia.
Este campesino robusto, de sonrisa fácil y aquejado por la diabetes fue guerrillero y paramilitar antes de convertirse en un capo del siglo XXI.
Estados Unidos y Colombia ofrecían recompensas por su ubicación que superaban los 5 millones de dólares.
Recluido en un calabozo de Bogotá, espera su entrega a la justicia estadounidense. En Colombia tenía 128 órdenes de captura por narcotráfico y reclutamiento de menores, entre otros delitos.

Duque, aliviado
El presidente Iván Duque celebró su arresto como el golpe más contundente que ha recibido el narcotráfico desde la muerte de Pablo Escobar, el rey de la cocaína que murió baleado en Medellín por las autoridades, aunque en realidad entre los dos hay un abismo de poder.
Desde hace meses Otoniel se encontraba acosado por las autoridades en una zona selvática, durmiendo a la intemperie y forzado a reemplazar sus teléfonos por correos humanos.
Después de cinco décadas de feroz persecución, con miles de muertos entre policías, civiles y narcotraficantes, Colombia sigue siendo el mayor exportador de cocaína y Estados Unidos el principal consumidor.
Y ningún analista cree que esto cambiará por la salida de un capo. El Clan del Golfo mantiene el control de la frontera colombo-panameña, una ruta clave para el contrabando de cocaína hacia Estados unidos.
Y otros grupos armados continúan su expansión en las regiones apartadas donde se cultiva la hoja de coca, principal ingrediente de esta droga estimulante.
Duque, que dejará el poder en 2022, no ha conseguido reanudar las fumigaciones con glifosato sobre los sembradíos de coca, que son su principal apuesta en la lucha antidrogas y fueron suspendidas por la justicia en 2015 ante riesgos para la salud y el ambiente.
Con el arresto de Otoniel, el gobierno logra “un golpe de opinión (….) en medio de una crisis de seguridad, de masacres, decapitamientos, descuartizamientos”, que atribuye a las bandas armadas del narco, señala Ávila.

Un negocio en alza
Otoniel es el más reciente caso en una larga lista de barones colombianos de la droga descabezados después de Escobar.
El gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) desmovilizó y extraditó a Estados Unidos a varios jefes paramilitares vinculados al narcotráfico.
El hermano mayor de Úsuga, Juan de Dios, ascendió entonces como nuevo barón del negocio y Otoniel lo sucedió luego de su muerte en un combate con la policía en 2012.
El narcotráfico colombiano apenas ha sentido los golpes: el año pasado el país registró cifras récord de cultivos (245.000 hectáreas) y producción (1.010 toneladas) de cocaína, según la Casa Blanca.
Con Otoniel apresado se perfilan dos posibles sucesores: “El primer caso es el de (alias) ‘Chiquito Malo’”, que lidera las redes del clan en la región de Urabá, Antioquia, cerca de Panamá, explicó en Caracol Radio el también investigador del conflicto Esteban Salazar.
“El otro que está llamado a este espacio es alias ‘Siopas’ que viene de delinquir 15 años con ‘Otoniel’”, agregó Salazar.
Aparte del Clan, la fuerza pública también enfrenta a la última guerrilla reconocida de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y a rebeldes que se apartaron del pacto de paz firmado con las FARC en 2016 conocidos como “disidentes”.
Según Indepaz, ambos grupos suman casi 8.000 combatientes y se disputan las rentas del narco y la minería ilegal.
“Esto no detiene en nada la crisis de seguridad que vive Colombia: el ELN crece, las disidencias crecen (y) la economía del narcotráfico está en auge”, sentenció Ávila.

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