Internacional

Trabajando a destajo para fabricar ataúdes en un pueblo de Galicia

16 de abril de 2020

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El pueblo gallego de Piñor, en el norte de España, tiene apenas 1.100 habitantes y una peculiaridad: cuenta con nueve fábricas de ataúdes que, con la pandemia del coronavirus, han duplicado su producción.

Lo cuenta a la AFP su alcalde, José Luis González. Sabe de lo que habla, pues él mismo tiene una fábrica de ataúdes heredada de su padre, y que ahora ha delegado en su hijo.

Dice que entre los nueve fabricantes «llevamos desde que empezó esto una demanda casi del doble de lo que teníamos antes». En el caso de su empresa, han pasado de unos 200 ataúdes mensuales a «cerca de 400».

Al aumento de la demanda en el tercer país con más fallecidos por coronavirus del mundo -unos 18.500- se añade que la habitual importación de cajas de China, que venían listas para las funerarias, «ha dejado de llegar».

Los pedidos vienen de toda España en estos días, y se están despachando pese a que, las primeras semanas, las restricciones de movimientos complicaron el abastecimiento de material. Hubo cierta «psicosis de que nos íbamos a quedar sin cajas», apunta González.

Un empleado de la fábrica de Yago Gónzalez en la localidad gallega de Piñor, en el noroeste de España, produce un ataúd el 14 de abril de 2020. AFP / Miguel Riopa

El trabajo en los talleres también se ha simplificado, para dar abasto: «Trabajamos muchas más horas, y los ataúdes son más bajos de calidad», es decir, «todos lisos, con barnices al agua ecológicos», y prescindiendo de los eventuales añadidos de mármol y vidrio que se emplean en tiempos normales.

Interrogado sobre la peculiaridad de que surgieran tantas fábricas de este tipo en un pueblo tan pequeño, el regidor lo atribuye a la abundancia de pinos en la zona: «es un buen sitio para montar una fábrica de ataúdes, porque la materia prima la tienes en el pueblo».

No obstante, los usos y gustos han cambiado el producto.

Hasta hace unos 25 años, «la caja se hacía cuadrada y de pino», pero de un tiempo acá, se prefieren curvadas, y «la madera de pino no se curva». De modo que se ha optado por el formaché, un compuesto fácilmente modelable a base de fibra vegetal, que se importa de Costa de Marfil y una vez en España se curva en Valencia.

Un ataúd con un crucifijo, envuelto en plástico en la fábrica de Yago Gónzalez en la localidad gallega de Piñor, en el noroeste de España, el 14 de abril de 2020. AFP / Miguel Riopa

José Luis González, que milita en el conservador Partido Popular (PP), asegura aliviado que en Piñor no ha habido hasta la fecha ningún caso de Covid-19, aunque con su equipo está muy pendiente de la población local.

«Los llamo a los vecinos, a la gente mayor, casi a diario. Todo el mundo tiene mi número de teléfono», cuenta González, que con sus concejales ayuda en llevar compras de comida y medicamentos a estos vecinos más vulnerables. AFP

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