El presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norocoreano, Kim Jong Un, se mostraron optimistas el miércoles en Hanói al comenzar su segunda cumbre, ocho meses después del histórico encuentro de Singapur.
«Creo que será muy exitosa», afirmó Trump en un breve comentario ante la prensa. Añadió que espera que la cumbre, centrada en la desnuclearización del régimen norcoreano, sea «equivalente o mejor que la primera».
El líder norcoreano afirmó por su parte que está «seguro» de alcanzar esta vez resultados positivos.
«Estoy seguro de que esta vez habrá grandes resultados que serán bien recibidos por todos», declaró el líder norcoreano. «Lo haré lo mejor que pueda para que ocurra».
El presidente estadounidense está bajo presión luego de que la primera cumbre con el líder norcoreano, en junio en Singapur, concluyera con una vaga declaración sobre «la desnuclearización de la península norcoreana», pero sin compromisos concretos.
Sus adversarios temen que Trump esté dispuesto a realizar demasiadas concesiones, incluso a costa de los aliados surcoreano y japonés, para reclamar una victoria y desviar la atención de lo que ocurre en Washington, donde su exabogado personal Michael Cohen declara ante una comisión del Senado.
Interrogado, junto a Kim Jong Un, sobre esta comparecencia, Trump dio vuelta la cara.
Un hecho poco habitual suscitó algunas tensiones con la prensa. La Casa Blanca limitó el acceso a los dos dirigentes a una pequeña cantidad de periodistas, mucho menor al «pool» tradicional que suele acceder a los encuentros para fotografías, imágenes, y alguna declaración al vuelo, para luego distribuirlas al resto de los periodistas acreditados.
Ni Trump ni Kim dieron indicios precisos sobre los avances concretos que podrían ser anunciados el jueves, el segundo y último día de esta cumbre en la capital vietnamita.
‘Mi amigo Kim’
Al término de su breve encuentro cara a cara, Trump y Kim participaron de una cena con muy pocos asesores en el Sofitel Legend Metropole, un lujoso establecimiento en pleno centro de la capital.
Trump estuvo acompañado por su secretario de Estado, Mike Pompeo, y por su jefe de gabinete, Mick Mulvaney. Kim Jong Un fue con Kim Yong Chol, su asesor de confianza que ya estuvo en la Casa Blanca, y con Ri Yong Ho, el ministro de Relaciones Exteriores.
Horas antes de esta nueva cita el presidente estadounidense prometió nuevamente a su «amigo Kim Jong Un» un desarrollo económico espectacular si Corea del Norte acepta finalmente renunciar a su arsenal nuclear.
Trump puso como ejemplo a Vietnam, un país comunista que abrazó el capitalismo y dejó atrás la confrontación con Estados Unidos.
«Vietnam progresa como pocos lugares en el mundo. Corea del Norte haría lo mismo –y muy rápidamente– si decidiera deshacerse de su arsenal nuclear», escribió Trump en Twitter, evocando un futuro «ESTUPENDO» para el hermético régimen, objeto actualmente de numerosas sanciones internacionales.
Criticado por la ausencia de resultados tangibles, Trump sugirió a sus adversarios demócratas que dejen de decirle lo que debería hacer y que más bien se pregunten «por qué no lo hicieron durante los ocho años (de presidencia de Barack) Obama».
Los dos dirigentes, que pasaron en unos meses de los insultos personales y las amenazas apocalípticas a las declaraciones «de amor» de Donald Trump, deben concretar los compromisos asumidos en su primera cumbre, que muchos analistas consideran un teatro.
Desde entonces, Corea del Norte no ha hecho nada para reducir el arsenal del que dispone. Los propios responsables de los servicios de inteligencia de Trump estiman que el dirigente norcoreano está determinado a conservar el arma que considera la clave de la supervivencia de su régimen.
Para callar a sus detractores, Trump podría intentar arrancar un anuncio al «Chairman Kim», como por ejemplo la promesa del desmantelamiento del reactor de Yongbyon, el principal complejo atómico norcoreano.
Trump, sin apuro
Estados Unidos podría por su parte aceptar gestos simbólicos, como la apertura de una oficina de contacto o una declaración para poner fin oficialmente a la Guerra de Corea, que terminó en 1953 con un simple armisticio.
Trump insiste en que no tiene prisa en convencer al Norte de que renuncie a su arsenal nuclear, mientras el país siga sin realizar disparos de misiles.
«No quiero apurar a nadie», dijo antes de partir rumbo a Vietnam, en lo que parece un intento de rebajar las expectativas sobre el encuentro en Vietnam.
En Singapur, Trump sorprendió a sus propios colaboradores al anunciar la suspensión de las maniobras militares conjuntas con Corea del Sur, una reivindicación mayor del Norte que las considera como el simulacro de una invasión de su territorio.
«La ventana para los avances diplomáticos con Corea del Norte no permanecerá abierta indefinidamente», advirtió Kelsey Davenport, de la Arms Control Association. «Más allá del decoro, la segunda cumbre debe centrarse en el fondo» de la cuestión. AFP