Nacional

Carabobo, la espléndida victoria del nacimiento de la República

23 de junio de 2021

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Hubo mujeres venezolanas en el combate, pero no están ni en el relato ni en la iconografía. Prensa de 1870 contó que, entre los muertos de la batalla, se encontraron dos damas vestidas de hombre

La épica de hace 200 años puede ser repasada desde la pintura de Tovar y Tovar: Bolívar y su fiel O’Leary, los Cazadores Británicos, la caída de Pedro Camejo, un Páez general en jefe en el campo y el cuartel realista en llamas


Por Daniel Pabón/ Especial/La Nación

«Se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político la República de Colombia”. Así empezó Simón Bolívar el parte de guerra de la Batalla de Carabobo que le dirigió al vicepresidente de la Nueva Granada la jornada siguiente al 24 de junio de 1821. La Gran Colombia era entonces el proyecto de unión de Venezuela y la Nueva Granada acordada tras el Congreso de Angostura, con la adhesión posterior de Panamá, Quito y Guayaquil.

Este jueves se cumplen 200 años del combate del ejército patriota “más grande y más hermoso”, como lo calificó el Libertador, que haya hecho armas en un campo de batalla de Venezuela. Historiadores afirman que fue Juan Vicente Gómez el primero que ordenó esta fiesta nacional, para hacer la unidad entre el Ejército Nacional y el Ejército Libertador. El bicentenario de Carabobo encuentra a Venezuela en crisis, una idea en la que coinciden voces de distintos sectores nacionales y de organismos internacionales.

El contexto

Es agosto de 1819. Victoria en Boyacá. Bolívar y su ejército han dejado a Bogotá y a Cundinamarca bajo el dominio patriota. La situación económica y militar de la República es, sin embargo, precaria. En Venezuela, los patriotas dominan Margarita y Maturín al oriente; San Cristóbal, Mérida y parte de Trujillo, al Occidente, y, al Sur, Guayana y Apure. Entre tanto, en el centro del país se agrupa el ejército español, dirigido por Pablo Morillo y su número dos Miguel de la Torre.

Así lo rememora la revista Memorias de Venezuela (número 20, julio de 2011) que edita el Centro Nacional de Historia.

Bolívar, mientras aguarda en Trujillo, se da cuenta de que un avance contundente del ejército español de la región central hacia Cúcuta podría conducir otra vez a la pérdida de Cundinamarca. Colombia carecía de un ejército sólido que la defendiera allí, donde el enemigo español era más fuerte: en Venezuela.

Unos y otros habían pactado el tratado de armisticio, o la suspensión de hostilidades, en noviembre de 1820, en Trujillo. En las comunicaciones entre Bolívar y Morillo se disponía que la República enviase sus representantes a España a negociar con ellos un cese definitivo de la guerra.

“La condición irrenunciable de toda negociación de paz”, enfatizó Bolívar, “sería el reconocimiento previo por parte de España de la independencia y soberanía de Colombia”, reseña la publicación del Centro Nacional de Historia.

Es enero de 1821. La paz temporal del armisticio se acabó. Han vuelto las hostilidades. Resulta inminente el enfrentamiento decisivo entre patriotas y realistas.

Organización en la víspera

Es 23 de junio de 1821. Bolívar pasa revista a su Ejército en Taguanes, estado Cojedes. Sobre esa llanura, el contingente está compuesto por tres divisiones: la primera (vanguardia) al mando del portugueseño José Antonio Páez; la segunda (centro) con el aragüeño Manuel Cedeño al frente, y la tercera (reserva) encabezada por el caraqueño Ambrosio Plaza.

La división de vanguardia consta de dos batallones de infantería y siete regimientos de caballería. Uno de los batallones es el Bravos de Apure, y el otro el Cazadores Británicos, el cual será rebautizado como Batallón Carabobo después de la batalla.

El ejército español, como precisaría luego Bolívar en su parte de guerra, pasa de 6.000 hombres, compuesto “de todo lo mejor de las expediciones pacificadoras”.

Bajo el sol de Carabobo

“Ante la gloria de la patria, nadie pensaba tristemente”, dice Eduardo Blanco, en ‘Venezuela heroica’ (1881), al reconstruir el 24 de junio de 1821.

Llegar a Carabobo por el camino que Bolívar seguía les impone a los patriotas la superación de graves inconvenientes opuestos por la naturaleza: esguazar el río Chirgua, internarse en la serranía de Las Hermanas, penetrar por el desfiladero de Buenavista, marchar por un camino lleno de asperezas dominado por alturas cubiertas de bosques y zarzales, y atravesar, por fin, el paso de una abra estrecha y larga. Vencida el abra, empieza la llanura, describe Blanco.

Desde Buenavista, los patriotas pueden ver a todo el ejército español, desplegado en batalla, en la llanura de Carabobo. Ante la primera arremetida, los realistas ceden y se rompen. Ambrosio Plaza penetra el campo, divisa los cuerpos enemigos y se lanza a toda brida. Los realistas Barbastro y Valencey resisten al empuje de las armas triunfadoras. Sobre ellos se ensañan los escuadrones patriotas. Con rapidez y arrojo hacen su parte Páez y Plaza. “Ante aquella furiosa acometida, Valencey retrocede y Barbastro se rinde”. Páez lo celebra.

La rendición de Barbastro sacude a los realistas. “Carabobo duró lo que el relámpago; puede decirse que para todos fue un deslumbramiento”, interpreta el clásico historiador del siglo XIX. Bolívar descendió a la llanura en el momento en que se decide la batalla. “Su pronóstico estaba cumplido; el ejército patriota saluda entusiasmado a su inmortal caudillo”.

Los hechos históricos son producto de la obra de mucha más gente, entre quienes también se cuenta el margariteño Santiago Mariño. Luego del triunfo de Carabobo, Páez recibe del Libertador el título de general en jefe de ejército en el campo de batalla. Otros no han corrido con la misma suerte: el apureño Pedro Camejo, mejor recordado como el Negro Primero, que en la llanura de Carabobo integró un regimiento de caballería comandado por Páez, perdió la vida en el fragor de la batalla, al igual que Cedeño y que Plaza, comandantes de la segunda y tercera división patriota. “Nuestra pérdida no es sino dolorosa: apenas 200 muertos y heridos”, especificará luego Bolívar en su parte de guerra.

¿Qué fue de los cabecillas realistas? Miguel de la Torre permanecerá en Venezuela hasta julio de 1822, atrincherado en Puerto Cabello, de donde es transferido a Puerto Rico, dejando los restos del ejército español al mando de Morales. Este no capitulará sino hasta agosto de 1823, luego de la derrota naval en el Lago de Maracaibo el 24 de julio de aquel año; este combate revalidó definitivamente la independencia de Venezuela.

Historiadores aclaran que hubo más batallas en Venezuela, más de 50 incluso, de mediano y bajo nivel, después de junio de 1821 y durante los dos siguientes años. Los procesos históricos no precisan de un día inicial ni un día final, porque son eso: procesos.

Solicitudes de vacunación, ayer como hoy

Si junio de 2021 toma a Venezuela con el inicio paulatino de las jornadas de vacunación contra el covid-19, hace 200 años, en junio de 1821, la provincia de entonces también hablaba de vacunas contra la viruela.

Búsquedas hemerográficas hechas por Diario La Nación al Correo del Orinoco, el órgano divulgativo de la causa patriota, refieren que por aquellos meses se anunciaba que el gobierno se hallaba “deseoso de precaver los males que atrae la infección de la viruela natural, cuyo estrago se ha experimentado ya en esta provincia”.

También hace 200 años no fue fácil inmunizar: “Después de inmensas solicitudes para conseguir el fluido”, se anunciaba a los habitantes que “se halla ya establecida nuevamente la Junta de Vacunación”. El Correo del 19 de mayo de 1821 publicó que los jueves de cada semana propagarían las providencias necesarias por medio de facultativos.

En otra edición del Correo del Orinoco explican los motivos del gobierno patriota acerca de “la privación del fluido anti virulento” que provocó la “propagación” de la viruela desde el año anterior: “Si Venezuela hubiese sido independiente y libre desde 1797 en que formaba el proyecto de su emancipación y libertad, ella habría gozado menos tarde del beneficio de la vacuna”.

Mujeres patriotas

Claro que hubo mujeres venezolanas en el combate, pero no están ni en el relato ni en la iconografía de la Batalla de Carabobo, aportó la historiadora Inés Quintero en un material (2016) para la institución de contenido educativo guao.org. Este mismo portal educativo venezolano rescata un fragmento de la prensa granadina ‘La Ilustración’, en su número 100, del 21 de junio de 1870, donde describen que unas 200 mujeres acompañaban al ejército patriota. “Entre los muertos de la batalla se encontraron dos mujeres vestidas de hombre”, reseñan.

Hay que mirar hacia arriba

El lienzo de Martín Tovar y Tovar, “Batalla de Carabobo”, tapiza el techo del Salón Elíptico del Palacio Legislativo, sede de la Asamblea Nacional. En un espacio elipsoide de 490 metros cuadrados, el pintor histórico y retratista caraqueño plasmó entre 1885 y 1887 la gloria patriota, por encargo del presidente Guzmán Blanco.

Una cartilla educativa de María Magdalena Ziegler afirma que “Batalla de Carabobo” no puede observarse de frente: “Hay que mirar hacia arriba y girar sobre nuestro propio eje mientras lo hacemos. En esta tarea de espectadores, Tovar y Tovar nos hace partícipes de las acciones, pero solo como testigos de la máxima épica de nuestros libertadores, mientras todo sucede arriba, en el cielo, antes reservado solo a los más espectaculares milagros de los santos y las divinas personas”.

Así, podemos repasar brevemente sus seis escenas, en el sentido de lectura de la obra: 1) seis jinetes en el cerro Buenavista; son Bolívar, Mariño, Bartolomé Salom, Briceño Méndez y los edecanes Conde y O’Leary. 2) el batallón de Cazadores Británicos. 3) la muerte de Pedro Camejo y, al fondo, Páez dirigiendo a los Bravos de Apure. 4) Diego Ibarra y otros patriotas, entre ellos el aguerrido Juan José Rondón. 5) la caída del general Manuel Cedeño y del capitán Ambrosio Plaza; el primero muerto en batalla y el segundo al día siguiente en Valencia. 6) el cuartel general realista en llamas.

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