Los festejos en honor al rey Momo, los días de bailes y locuras, han disminuido ostensiblemente a lo largo y ancho de Venezuela, circunscribiéndose el festejo a dos o tres estados del País, y al mundo infantil en las escuelas y barrios.
Sus días de gloria y esplendor, de desparpajo y de soltura de pasiones, si acaso, se dieron durante los diez años de dictadura del general Marcos Pérez Jiménez que celebrara la semana con la elección de las reinas, desfiles de carrozas, comparsas de payasos, bailarines y “negritas”, en fin de cumplimiento del “pan y circo” de aquellos tiempos.
Luego de la euforia colectiva, del tradicional miércoles de ceniza previa a la cuaresma, todo volvía a su santo lugar, dejando un recuerdo evocado por siglos y que en una especie de sincretismo asumió incluso la Iglesia católica hasta nuestros días.
El carnaval, es una festividad que incluso tiene inicio mucho antes de la era cristiana, cuyo origen viene desde la época de los griegos y del imperio romano, que se entregaban a los pecados de la carne y al frenesí sin frenos.
Se dice que era una celebración restringida al darle la despedida a la carne, incluyendo los ayunos por su largo trajinar de más de un mes y que se hizo popular con el uso de máscaras, disfraces, comparsas y soltura de inhibiciones que hasta ahora imperan en muchos países del mundo.
Su origen viene de la Edad Media, festejado con grandes banquetes, orgías, fiestas bacanales que se supone se ejercieron hasta el siglo XVIII y que luego se fueron restringiendo en favor de una moral que no ha podido imponerse totalmente.
Ahí está por ejemplo el gran Carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el Carnaval en las islas Canarias de España, los carnavales de Portugal, que ahora llegan a conocerse por el poder tecnológico de las comunicaciones modernas.
Estas fiestas, sin embargo, han ido decayendo en nuestro país, donde solo se esperan el Carnaval de Carúpano y en nuestro medio el Carnaval de la Frontera, venido a menos por la situación imperante, y su recuerdo en escuelas y liceos, en donde por cierto acaba de prohibirse a que se proceda el nombramiento de sus reinas a través de la votación estudiantil.
En esta parte del continente, fuera de la exuberancia demostrada por Brasil, se celebran las fiestas de tres días con los tradicionales bailes callejeros, la exhibición de disfraces y la profusión de caretas, en donde el agua sorprende a los viandantes, y el licor corre como ríos en las horas nocturnas.
De todas formas, el Carnaval forma parte de nuestro calendario, que después de la euforia colectiva, culmina con el recogimiento y el perdón por los excesos, de acuerdo a nuestra formación religiosa.
Víctor Matos