Nacional

EFE: Sin agua se seca la paciencia de los caraqueños 

2 de abril de 2019

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Las filas ante las fuentes de agua son iguales para chavistas y no chavistas. En las zonas populares de Caracas los rostros cansados se vuelven gestos irritados cuando la gente empieza a buscar culpables a la situación que mantiene a Venezuela entre apagones desde hace días.

Vecinos de las zonas populares de los cerros de la capital buscan agua ante caños, fuentes o depósitos abandonados sin distinción de afiliación política para llenar pacientemente bidones de agua (tobos), garrafas o botellones para llevar algo de líquido a casa para lavar.

“En mi caso estamos en resistencia porque si fuésemos un país que tuviésemos agricultura nada más no estuviésemos pasando esto”, dijo Orlando Iturbe un comerciante de 47 años, ante unos tubos de los que brotan agua en una obra abandonada, en el centro capitalino.

Repite la teoría de los ataques de la oposición y de Estados Unidos a la red eléctrica que mantiene el Gobierno de Nicolás Maduro para explicar por qué desde el pasado 7 de marzo el país está atravesando apagones de varios días que en ciudades como Caracas, a las que hay que llevar el agua mediante bombeo, han hecho que los grifos se sequen.

“Es la guerra no convencional, que es la nueva guerra moderna, si nosotros fuéramos un país que tuviésemos nada más sembradíos (…) pero como nosotros tenemos todas las riquezas entonces ¿qué pasa? que los Estados Unidos quieren el pastel completo”, explica.

Detrás de él, Pascual Escalona aguarda con cara de incredulidad hasta que Iturbe comienza a criticar a la oposición y entonces no se puede contener más.

“¿Qué oposición? ¡el que tiene aquí el poder es el Gobierno!”, replica enojado, dando paso a una discusión en la que terminan increpándose mutuamente.

Escalona es un jubilado de Artes Gráficas que como Iturbe vive en La Pastora. Está cansado, dice, afirmando que solo le han quedado 18.000 bolívares de pensión (unos 5 dólares) con los que no puede comprar ni un cartón de huevos.

“Aquí éramos felices, tomábamos cañas, jodíamos (divertirse), echábamos vainas y ahora estamos pasando hambre, mire: sin luz sin teléfono sin un carajo”, señala.

“¿Ahora, hermano? a buscar agua así como unos pendejos, esto es una humillación ¡nos tienen humillados!”, añade.

Dijo que anoche en su casa con dos niñas pequeñas tuvo que inhalar gases lacrimógenos.

Iturbe que es ahora el que lo mira irritado le replica: “bueno y ¿no trancaron las calles con barricadas?”.

Y Escalona le responde: “¡Bueno hay que trancar, hay que protestar!”.

No lejos de allí decenas de vehículos se acuestan sobre los márgenes de la Avenida Baralt, la famosa “Cota Mil” que circunvala las faldas del monte Ávila, mientras cientos de personas buscan denodadamente agua en los arroyos y caños.

Alexander un buhonero de 45 años dice que en los últimos cinco días ha subido y bajado de uno de los arroyos con 50 tobos de agua para lavar, para tomar y para cocinar.

“¿Qué vamos a hacer? se hierve y se toma, no nos vamos a morir compadre, toman los indigentes agua sucia y no les pasa nada”, afirma.

Dice que trabaja normalmente como buhonero a la salida del metro, pero el metro está sin electricidad desde hace días así que no puede trabajar allí y tiene que buscarse la vida.

“Coño, hermano, no sé cuánto mas aguanta esta gente así porque la verdad es que está vaina está rudo (…) ¿un mes más? no se ayer vi protestas por todos lados”, narra.

Virgilio Rodríguez, es un comerciante de 62 años, de un barrio cercano. Comienza diciendo que es apolítico pero apenas avanzada la conversación unos segundos la indignación traiciona su equidistancia.

“No se, yo en política no me meto, ahora aquí hay que dar un cambio, porque así no se puede”, dice.

“La necesidad la está pasando el pueblo, ellos no han pasado necesidades y ellos tiene todo en su casa, ¿tu ves por ahí a (el exvicepresidente) Elías Jaua haciendo cola para buscar agua o para comprar comida?”, añade.

Cerca de allí, con los píes en el arroyo, un hombre lava a su hija con jabón. Cuando el periodista se identifica y le pregunta por qué está allí el hombre dice que no quiere hablar.

“No sé si ustedes son de la CIA”, agrega

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