Nacional

Relato de una migrante: Trece años en la GNB me permitieron cruzar con facilidad la selva del Darién

4 de junio de 2023

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La travesía por la selva del Darién y la frontera mexicana es una de las más arriesgadas y desafiantes que enfrentan los migrantes que buscan llegar de manera ilegal a Estados Unidos, en un peligroso viaje que no todos logran completar.

Por Neiyer Angarita

 

El sentimiento de desesperación embargó a Castro, ex sargento mayor de segunda de la Guardia Nacional Bolivariana, (GNB) quien cansada de la difícil situación económica que vive el país y de las irregularidades que vivía en el cuerpo militar, se vio obligada a emprender una peligrosa travesía a los Estados Unidos.

La venezolana explicó que en su país sentía que corría peligro, lo que le impidió solicitar pasaporte y la obligó a emprender rumbo a Estados Unidos a través de la Selva del Darién, un lugar del que solo había oído hablar en las noticias.

«Solo había escuchado sobre el Darién por las noticias, pero el desespero me llevó a que me fuera sola», dijo.

 Con un bolso que contenía algunos documentos, alimentos y prendas de vestir, la mujer militar inició el viaje desde San Cristóbal hasta Cúcuta, luego a Medellín y finalmente llegó a un campamento en Necoclí, donde se unió a un grupo de 1600 migrantes que se preparaban para atravesar la selva del Darién desde Acandí.

“Durante ese recorrido cruzamos ríos peligrosos y montañas, las montañas si son un poco fuertes porque son demasiado inclinadas y allí empieza a dispersarse la gente».

 En el trayecto el grupo se fue dispersando poco a poco, algunos migrantes se adelantaron y otros se quedaron en el camino. Solo tres personas continuaron el camino junto a la venezolana.

La lluvia y el cansancio fueron una constante, pero el grupo continuó avanzando, durmiendo en campamentos improvisados donde armaban las carpas para descansar unas horas antes de continuar el camino.

Castro no contó con la ayuda de un guía, solo seguía unas bolsas que habían dejado otros migrantes para indicar el camino. Además, portaba un brazalete que pagó en Necoclí por $380 dólares que le daba acceso al campamento inicial y el cual debía enseñar en el camino.

“De repente salía gente pidiendo que uno le mostrara el brazalete, si uno lo tenía seguía el camino y los que no los dejaban. Uno no se puede quedar ahí esperando qué pasa con esas personas, sino que toca avanzar”.

 La joven sintió miedo durante su paso por el Darién. Solo pensaba en los riesgos a los que se enfrentaba y se aferraba al teléfono celular, la única herramienta que la mantenía en comunicación con su familia.

“El corazón me latía muy fuerte, pensaba en mi familia, en los ríos que son peligrosos, las lomas, los vacíos que hay hacia los lados, las culebras y los muertos que se ven allí”, va narrando durante el recorrido que registró en videos cortos.

 Aunque asegura no haber visto ninguna situación irregular por parte de grupos armados, los ríos peligrosos llenos de caimanes, la inclinación de las lomas, la soledad del camino y la presencia de animales salvajes la mantenían alerta, mientras que las 16 personas muertas que encontró, cuyos cuerpos en descomposición estaban en medio del camino, le recordaban el peligro del viaje que estaba atravesando.

Una larga travesía  

 

Al salir de la selva, Castro llegó a un campamento de la ONU, destinado a atender a los migrantes que atraviesan el Darién.

Esta organización le ofreció atención médica y comida para recuperarse de la deshidratación y las lesiones en los pies que adquirió en el trayecto. Sin embargo, su travesía estaba lejos de terminar. Después de 24 horas, fue dada de alta para continuar el recorrido en autobús hacia Costa Rica.

“Mis dificultades las tuve en los pies, se me mojaban los zapatos y eso que me llevé las botas que utilicé en la Guardia Nacional, pero sin embargo me entraba demasiada agua y se me hicieron llagas”.

Aunque considera que la experiencia adquirida en más de 10 años de servicio en la Guardia Nacional le permitió cruzar la selva sin tanta dificultad, el viaje por tierra, por Centroamérica, resultó ser igualmente peligroso.

Evidenció un accidente de autobús ocurrido en la frontera entre Panamá y Costa Rica, que dejó más de 20 muertos. Castro, quien iba a salir en ese autobús, no logró obtener el pasaje a tiempo y se salvó de la tragedia. Según relató, las carreteras son muy angostas y los precipicios son un riesgo constante.

“Yo iba a salir en ese autobús, pero no logré llegar a obtener el pasaje imagínate no logré obtener el pasaje y un ecuatoriano me dijo que me quedara”.

En total fueron nueve días de viaje, atravesó Costa Rica, Nicaragua y Honduras, en este último país tuvo que solicitar un salvoconducto que le permitía continuar el camino hacia Guatemala.

“El que no tiene los 150 dólares del salvoconducto le toca irse por un sitio que es como una selva, pero allí sí hay bastante mafias y delincuencia organizada, allí sí corre uno más peligro”, explicó.

Afortunadamente, un familiar le envió el dinero para poder pagar su salvoconducto y continuar su viaje. Sin embargo, al llegar a Guatemala sufrió la extorsión por parte de los policías.

 “Los policías lo ven a uno en el autobús, nos bajan, nos revisan, nos quitan todas nuestras pertenencias. Empieza el trauma para uno como migrante de que lo van a devolver”.

Considera que Guatemala no brinda el apoyo necesario a los migrantes durante su tránsito. “Es un país que, debería apoyarlo a uno como migrante, como lo han hecho en los países anteriores, más que todo Panamá, pero no, allí lo que hacen es desalojarlo a uno de lo poco que tiene para subsistir”.

Llegando a México

 

Sintió como una victoria pisar suelo mexicano. No obstante, su llegada no significó el fin de sus preocupaciones porque se encontraba en el país sin ningún permiso que respaldara su estadía, lo que la obligó a ocultarse de las autoridades migratorias.

De acuerdo a su testimonio, en ese momento las autoridades mexicanas no estaban otorgando permisos a los migrantes, situación que la obligó a recorrer el país, siempre con el temor de ser descubierta.

“No fue fácil estar huyendo de inmigración. En México uno vive asustado por las mafias y por los abusos sexuales, allá le ofrecen a uno esconderse en las casas a cambio de abusos sexuales”, destacó.

 Subir en la bestia

Después de esperar varias semanas por una cita que no obtuvo, a través de la aplicación CBP One, Castro decidió emprender rumbo a la frontera norte antes de la finalización del título 42.

“En esos dos meses y medio viví en casa de una señora, yo le colaboraba con la limpieza y me dejó vivir allí durante ese tiempo para poder todos los días a las 9 de la mañana lograr agarrar mi cita, en la CDP-1, pero me di por vencida porque nunca logré obtenerla”.

 La venezolana se trasladó hasta Huehuetoca, donde abordaría la conocida “Bestia”, una red de trenes de carga que transporta combustible y otros materiales y que atraviesa parte de México hasta llegar a la frontera con Estados Unidos.

“Ya no soportaba más. También se venía lo del título 42 y no podía perder todo mi sacrificio y todo mi esfuerzo así que decidí cruzar la frontera”.

A pesar de la peligrosidad, que supone subirse a un tren en movimiento, abordó dos trenes, uno que la llevó de Huehuetoca hasta Torreón y de Torreón hasta Ciudad Juárez.

“Para montarse en ese tren hay que tener mucha habilidad porque va a una velocidad demasiado rápida”.

Pasó cinco días en un pequeño espacio del tren, compartiendo lugar con otros migrantes que iban en la misma dirección. En ese vagón debían hacer sus necesidades, comían lo poco que pudieron guardar en sus bolsos, tomaban agua y descansaban.

Cuando el tren finalmente llegaba a su destino, Castro esperó a que disminuyera un poco la velocidad para lanzarse al suelo.

“Me puse mi bolso de un lado del hombro donde yo me iba a saber lanzar. Allí es donde la gente sufre lesiones. Algunos se logran lanzar, no les pasa nada. Pero allí es donde se ve demasiada adrenalina”, señaló.

Asustada, cansada y con temor, le pedía a Dios que todo saliera bien.

“Le pedía a Dios que no me fuera a agarrar ninguna rueda del tren porque eso es demasiado fuerte y lo pica a uno rapidito.

 Cruzar el muro
 

Después de una larga travesía para llegar al norte de México, el 4 de mayo finalmente logró cruzar a Estados Unidos por la puerta 49, un hueco que se encuentra en el muro que divide ambos países.

A pesar de que logró pasar sin ser detectada, más adelante fue detenida por la policía estadounidense.

En migración, fue interrogada acerca de su situación y las razones detrás de su viaje. Durante el interrogatorio, explicó que la situación que viven los militares en su país la había llevado a buscar un mejor futuro en Estados Unidos.

Comentó, la atención que recibió por parte de las autoridades estadounidenses fue buena. Recibió las tres comidas, hidratación y buena atención. No obstante, los diez días que permaneció encerrada, no tuvo contacto con su familia, situación que la mantenía sumergida en la incertidumbre.

Una nueva historia

 

Aunque actualmente se encuentra en el estado de Florida, su historia migratoria continúa. Aún tiene pendiente una serie de presentaciones ante un juez para certificar su llegada al país y resolver su situación migratoria. No obstante, asegura sentirse tranquila porque la odisea culminó, aunque el desgaste físico y emocional producto de la travesía le sigue pesando.

“Cuando se piensa en todo lo que uno pasa, entonces uno trae como un bloqueo psicológico al pensar que pude haber perdido la vida en el camino o de haber sido víctima de los abusos sexuales que se cometen en México”.

 Sin embargo, a pesar de todo lo que vivió, la militar venezolana no se arrepiente de la travesía que emprendió y asegura que si debiera repetirla preferiría someterse nuevamente a la Selva del Darién antes que atravesar México.

A la selva me metería cinco, diez o mil veces, porque se me hizo más fácil una selva que atravesar México”.

 Pulse para ver el video de la travesía
https://www.youtube.com/watch?v=XdoX1CqKGdM

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