Caminando por todo su hogar, acostándose en su hamaca, o tal vez escuchando alguna emisora radial mientras suena una nueva canción; transcurren las horas y los días de don Alberto Domínguez, un hombre de 82 años que vivió una complicada situación en marzo de 2019, tan sólo tres de meses después de la muerte de su esposa, doña Nelly Camacho de Domínguez.
El país se quedó completamente a oscuras, el 7 de marzo de aquel año se registró un mega apagón nacional que afectó a toda la población durante al menos 5 días, por lo que Domínguez tuvo que lidiar no solamente con el luto sino con la nueva catástrofe generada por el desinterés de quienes han controlado al país en los últimos 20 años.
Don Alberto fue décadas atrás un líder y luchador sindical de la región. En la actualidad, aún vive con sus hijos y nietos.
Conversador y amable, decidió abrir las puertas de su casa al equipo periodístico de El Impulso, y así poder contar sus anécdotas y recuerdos de aquellos fatídicos días.
“Ese día estábamos todos atareados acá -su hogar- cuando de repente se fue el servicio eléctrico, se escuchó una explosión”, dijo Domínguez, quien enseguida agregó que la intensidad del apagón fue tan fuerte que le quemó un enfriador, una licuadora y otros artefactos.
Para el abuelo, esta falla en el servicio sería pasajera y en cuestión de minutos sería restablecida, sin embargo no sabía lo que le esperaba a él y al país. “¡Caramba! cómo se vino abajo todos esos pensamientos míos”, precisó.
En su relato mencionó además, que entre los problemas que más sufrieron estuvo la falta del suministro de agua y la rápida descomposición de reses y rubros que debían permanecer congelados. “Lo peor para nosotros fue haber perdido la comida (…) la pasamos negra en esa oportunidad”, dijo Domínguez, quien seguidamente mencionó que también ante la falta de agua tenían que optar por comprar botellones, y que tampoco eran económicos para el momento.
“Pasábamos de 2 a 3 días sin bañarnos”, confesó.
Domínguez continuó recordando aquellos tétricos momentos y para él, algo también significativo durante el apagón, fue la falta de comunicación puesto que las líneas telefónicas eran inservibles y no podía saber cómo se encontraban sus consanguíneos que residen al otro extremo del país, o peor aún, fuera de nuestras fronteras.
“Tenemos gente en Cumaná, Zaraza, Tucupido, Caracas, Valencia, Maracay, en todas partes, y estábamos completamente incomunicados”, expresó.
En sus más de 8 décadas vividas Domínguez jamás pensó vivir algo así, y a un año de los hechos sólo pide no volver a padecerlo, pero está consciente que los principales responsables no se han ocupado en atender y mejorar el servicio eléctrico, por lo que un nuevo apagón nacional le parece inminente.