MIENTRAS el hombre es niño, Dios quiere que sea inocente. Cada día observamos con estupor la rotura de este estado celestial de existencia por la aberrante acción de pedófilos, violadores de menores que ensombrecen la razón de ser humano y que se multiplican incluso en el seno familiar de parte de tíos, padrastros, incluso abuelos que deforman el sentido de la moral mientras dejan una ola de enfermos indefensos debido al ejercicio de la inmoralidad sexual, de la que no escapan ni algunos de los religiosos de hoy en día… LO QUE EXTRAÑA es que muchas veces estas impúdicas acciones cuentan incluso con el silencio cómplice familiar y con la alcahuetería de la justicia al condenar con leves penas a los infractores… INCLUSO LA IGLESIA no impone severos castigos a los curas que abusando de su investidura clerical, ofenden el ejercicio de su ministerio abusando de desamparados niños que están bajo su custodia… ESTOS CASOS muchas veces se esconden, ya sea por vergüenza, por ignorancia o por estupidez pues no hay ningún derecho para que inocentes víctimas arrastren toda su vida con el estigma que deja la violencia sexual… PERO EN LUGAR de plañideramente llorar sobre el problema o echar lágrimas sobre la leche derramada, el Estado debería hacer algo, empezando por una educación sexual temprana en resguardo de la pureza de las mentes de nuestros pequeños, aplicando por otra parte máximas penas a los miserables que cometen estos delitos y que se esconden bajo las sombras de tan infame abuso… CON VERDADERO estupor vemos cómo se nutren las páginas de sucesos de los diarios en el país de estos atroces eventos sin que haya respuestas de nuestras autoridades tanto religiosas como educativas para buscar salidas al problema, pues si no lo atendemos a tiempo, no habrá forma ni manera de contenerlo en el futuro… CIERTA VEZ escuché el clamor de un político decir: “Malditos sean quienes quiebren la inocencia de un niño” y me pareció escuchar una voz en el desierto, pues ni en las aulas ni en los hogares se previenen a tiempo a nuestros menores para que estén alertas de estos criminales en serie, que luego de cumplir tan abominable pecado se refugian en la amenaza o en el silencio de los afectados… EL PROBLEMA vigente debería ser tomado muy en serio, pues del mismo depende la salud física y sicológica de nuestros pequeños y adolescentes que caen ante los cantos de sirena de sus atacantes, a los cuales la sociedad debería arrinconar por años en las celdas de la justicia.
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Y ESTO, es todo por hoy.
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MENTIRAS universales:
“Aquí no está pasando nada”.
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DIOS los bendiga, ¿Saben?
VICTOR MATOS