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Inicio/Opinión/1492: España en América

Opinión
1492: España en América

domingo 12 octubre, 2025

Luis Fernando Ibarra

Durante siglos, la historia sobre la presencia hispana en América es narrada con falsas acusaciones de crueldad, codicia y genocidio. Un relato conocido como leyenda negra describe a los conquistadores como invasores sedientos de oro, que masacraron a una población indígena muy avanzada, aunque indefensa. Sin embargo, este relato, repetido incansablemente en textos escolares, enseñado en colegios y hasta en producciones de cine y televisión, manipula la verdad de los hechos ocurridos en la región más próspera del planeta a partir del año 1700.  Es una narrativa calumniosa, forjada por los rivales geopolíticos europeos de España en el siglo XIX, principalmente Inglaterra y Francia. Ese cuento, oculta la mayor gesta civilizadora y humanista de la historia: la creación de una nueva identidad humana, mediante la fusión genética y cultural. El mito del ejército español que sometió a millones de indígenas es uno de los pilares del odio contra España. Sin embargo, la realidad fue totalmente diferente. En Hispanoamérica no hubo ejércitos. El orden básico fue mantenido por los líderes de cada comuna indígena. En una movida inteligente, desde el inicio, los españoles entendieron que, para gobernar su indescifrable e inmensa nueva España, debían preservar, hasta lo posible, las jefaturas y castas indígenas existentes. Cada comarca debía responder a su liderazgo, costumbres y leyes tradicionales. Por supuesto, había que erradicar el canibalismo y acoger la evangelización. El pequeño grupo de españoles comandado por Hernán Cortés no conquistó el vasto imperio azteca en solitario. El éxito del extremeño Cortés fue posible gracias a sus diplomáticas alianzas con la mayoría de los líderes de etnias oprimidas por los odiados aztecas. Para los tlaxcaltecas, chalcas, y demás pueblos subyugados, los españoles no fueron invasores, sino verdaderos libertadores de un yugo azteca, que les exigía tributar vidas para sacrificios humanos en banquetes rituales. Luego que el sacerdote mexica degollaba sus víctimas y les extraía el corazón, sus cráneos podían usarse como recipientes para beber chicha, y los cuerpos de las víctimas para saciar la élite sacerdotal y sus hambrientos seguidores. Los mexicas (aztecas) creían firmemente que su dios sol requería la sangre de entre 20 y 40 corazones de indígenas de otras tribus cada día. Según sus creencias, sin esos sacrificios, el sol no saldría.

El glorioso conquistador Hernán Cortés conocía del odio y guerras entre los pobladores mesoamericanos. En un inigualable derroche de habilidad estratégica, desde Cuba, planificó su futuro para vivir en la meso América continental. Así, la caída del imperio mexica y su capital Tenochtitlan en 1521, fue una guerra liderada por el insigne Cortés, junto a más de 100 mil indios anti aztecas y menos de mil aliados españoles. La aplastante mayoría de combatientes que entró en la capital mexica, para derrocar al soberano azteca Moctezuma era de origen indígena (99%). Hay dirección y apoyo español en la caída del imperio mexica, pero son los indígenas quienes derrocan a otros indígenas. Idéntico desenlace ocurrió en 1532 con el imperio Inca, donde Francisco Pizarro, aplicando tácticas similares, con apenas un puñado de 166 hombres, aprovechó las rivalidades entre los líderes Atahualpa y su hermano Huáscar, para ganar el apoyo de miles de nativos quechuas, chancas, y chachapoyas, quienes también percibieron en los españoles una vía de escape a la opresión Inca. En América, aunque se pretenda ignorar, fueron indígenas quienes hicieron posible la conquista. Sin apoyo nativo, para los pocos españoles que llegaron al continente, hubiese resultado imposible dominar un continente desconocido y tan enorme.

El 12 de octubre está muy lejos de ser una fecha de oposición indígena. Es el día más relevante en la historia humana, porque una expedición que buscaba una ruta marítima alterna, descubre por accidente un continente hasta entonces inexplorado. Es decir, develaron nueva tierra, y en las siguientes décadas, los osados navegantes españoles, ampliaron los confines terrestres en más del 50%. El descubrimiento de América en 1492 se convirtió en un problema para España. Buscaban camino a Asia y se les apareció una muralla montañosa casi inexpugnable. Les llevó casi 73 años franquearla. (1565). Es falso que sus habitantes se opusieron a la presencia española. La conquista de América se hace con el apoyo de sus pobladores. Sin apoyo militante de las tribus que lo habitaban, con tan pocos españoles que viajaron a América, era imposible organizar ese inmenso y desconocido territorio. Se estima en más de 200 lenguas, sin incluir dialectos, entre la infinidad de tribus existentes, que vivían en guerra permanente con sus vecinos, debido a su empobrecida subsistencia. Incas y Aztecas eran minoría poblacional. La caída de los llamados imperios Azteca e Inca solo fue posible porque ambas etnias eran odiadas por el resto de pobladores de la futura América. La habilidad diplomática del extremeño Cortés, logró alianzas con etnias como la tlascalteca, y en acción de “todos a una”, acabaron con el dominio azteca. No se sabe con exactitud la cantidad de habitantes de esos territorios. Pero si se conoce que los aborígenes eran millones, mientras la población española, durante los tres siglos de existencia de reinos americanos, fue muy escasa.

La América gestionada por España gozó de 300 años de paz casi absoluta. En contadas oportunidades, los nativos se alzaron contra sus benefactores. Son los habitantes del nuevo continente quienes guían a españoles para que descifren un territorio enigmático. Es de esperar que en toda comunidad surjan desacuerdos, llegando a producir uno que otro alzamiento, pero en honor a la verdad, los amotinamientos en contra del gobierno virreinal fueron mínimos. Obviamente ocurrieron excesos y atrocidades protagonizadas por españoles. Toda conquista realizada por humanos trae injustificables abusos. La conquista española de América puede ser calificada como la más compasiva e incluyente de todas las conquistas ocurridas en la historia de la humanidad.  La paz y prosperidad que hubo en los reinos españoles de América durante 300 años, no debería ser falazmente marcada con esa propaganda marxista de día de la resistencia indígena. Porque siendo veraz, en una escala apreciable, no hubo oposición autóctona ni al descubrimiento, ni a la conquista. Sacándose el discurso de odio y sus fanáticas historias de oprimidos y opresores, no podía haber resistencia al trato oficial español, porque los descubrimientos y posterior conquista, sacaron a los moradores del nuevo continente de la edad de piedra, al mejorar las condiciones miserables en que vivía más del 90% de sus habitantes.

Entre las mentiras propagadas, se dice que los indígenas poseían grandes conocimientos en astronomía, medicina, agricultura, ingeniería. Esas invenciones de que eran civilizaciones muy avanzadas es una falacia. Los actuales habitantes de la selva amazónica y sus curanderos aún manejan hierbas, danzas y borracheras en sus rituales “marialióncicos”, pero eso no los hace sobresalientes en medicina. Seres que extraen corazones en ofrenda al sol, precisamente no deberían ser percibidos como doctos en astronomía.  No hay un solo teorema, principio o invento tangible generado por los indígenas al avance científico. Obviamente aportaron a Europa papa, maíz, tabaco, y otros rubros. Pero no los inventaron. En 20 o 50 mil años de presencia en esos territorios, lograron muy poco avance. También es mentiroso eso de llamarlos habitantes originarios. Nuestros ancestros arribaron a la región por el estrecho de Bering. A la llegada castellana, los pobladores de América transitaban por la edad de piedra. La mayoría habitaba en chozas, semi desnudos y hambreados. Sin duda, los habitantes de la América precolombina vivían en condiciones muy similares a las de los indios de la hoy amazonia. Y con hambre, es muy difícil lograr producción intelectual.  Las elites indígenas de América, incas y aztecas, no conocían la rueda, el arado, y parece que la proteína más accesible era la humana. El conquistador de Mesoamérica, Cortés, trajo al continente ganado vacuno, porcino, caprino, gallinas, caballos. Los castellanos erradicaron la costumbre caribe, azteca, de los pijaos, etc. de comerse unos a otros. La condición prolífica de los cerdos, sustituyó la carne humana de la gastronomía mexica. Desde el inicio, los reyes de España prohibieron la esclavitud de los aborígenes. No de los afros. Aunque era un estándar universal aceptado esclavizar al conquistado. Sin embargo, rompiendo moldes, España por primera vez en la historia mundial, prohíbe la esclavitud de indios, y los declara ciudadanos españoles. España insta y apoya el mestizaje. Se decreta mediante leyes el respeto a los derechos y propiedades indígenas. Jornada laboral de 8 horas/diarias. Fueros de protección judicial y mantenimiento de sus jurisdicciones. España dio clase sobre protección de derechos humanos. El nivel de vida en algunas regiones de América era superior al europeo. Los indígenas lo disfrutaron. Por ello los ejércitos independentistas en Sur América, no son apoyados por esa “resistencia indígena”. Esa calumnia de que los españoles llegaron a robar recursos, especialmente el oro, no posee lógica creíble. Dotar cientos de ciudades de la infraestructura y organización construidas en la América española, consumió ingentes recursos que no podían ser sufragados por la Corona o provenir de las arcas peninsulares. ¿Quién pretende que tales gastos se pagaran desde España? Los españoles llegaron con decisión de quedarse. A expandir España. A hacer ciudades vivibles para ellos y sus hijos mestizos.   

La campaña de desprestigio contra España tuvo un instrumento clave: los escritos de Fray Bartolomé de las Casas. Aunque su intención original era denunciar los abusos de algunos conquistadores, sus descripciones, a menudo exageradas y carentes de detalle, fueron manipuladas por potencias rivales como Francia, Holanda e Inglaterra, para justificar sus ambiciones imperiales. A diferencia de España, que detuvo durante 5 años a debatir en Juntas (como las de Valladolid) si la conquista era ética, otras naciones europeas nunca han reconocido la política de exterminio que ejecutaron en África, Asia o América. Mientras el pensamiento español, influenciado por la Escuela de Salamanca, debatía los derechos de los indígenas, los ambiciosos anglosajones, franceses, portugueses, belgas, alemanes y holandeses se dedicaron a desalojar y aniquilar a los nativos de los territorios que sometieron. Esas naciones europeas no tuvieron consideración alguna, ni respeto por los moradores, puesto que los consideraron fauna silvestre sin alma; y, en consecuencia, susceptibles de ser esclavizados o eliminados. Esa no fue la conducta española en América. La campaña propagandística principalmente anglosajona desvió la atención de sus genocidios difamando a España. Si bien hubo arbitrariedades por parte de individuos avariciosos, la política de la Corona española fue siempre la de proteger a los indígenas como súbditos, y promover la fusión racial. Ese impulso permanente al mestizaje fue único en la historia de los imperios, y explica por qué hoy millones de personas en América hispana exhiben rasgos indígenas. A diferencia de las conquistas ocurridas en los territorios denominados hoy Canadá, Nueva Zelanda, Australia o las 13 colonias del hoy Estados Unidos, donde las poblaciones nativas fueron masacradas, la sangre española se fundió con la indígena y africana, para crear una nueva civilización con identidad única.

Distanciados del modelo de factoría o colonia depredadora, implementado por el colonialismo del resto de naciones europeas, los españoles construyeron un verdadero imperio en el que los territorios americanos no eran simplemente fuentes de recursos, sino parte integral del reino organizado en virreinatos, capitanías y provincias. La riqueza extraída, sometida al “Quinto Real”, obligaba a invertir el 80% en América. Es decir, se quedaba casi toda en los virreinatos, para financiar la construcción de más de 400 ciudades, dotadas de hospitales, universidades (mucho antes que en Norteamérica), acueductos, seminarios, puentes, carreteras, catedrales y edificaciones públicas. Esa infraestructura urbana monumental, que aún se puede apreciar en las capitales suramericanas, es prueba tangible de que la visión de España no era la de un saqueo, sino la de una obra constructora a largo plazo. La inmensa inversión en fuertes y murallas, para proteger las ciudades costeras de la piratería ladrona auspiciada por Francia e Inglaterra, demuestra el destino de los recursos extraídos y generados en América.  Se insiste en mentir, al decir que en hispano América España tuvo colonias. No fueron colonias, fueron virreinatos equivalentes a cualquier entidad política de la península.

Incluso, pocos en Colombia conocen que el presidente de la Junta de Regencia, designado en España para gobernar durante el secuestro del rey Fernando VII por Napoleón, era nativo de la ciudad de Popayán, Cauca. Joaquín de Mosquera y Figueroa, regente de la Audiencia de Caracas (1804), diputado por la provincia de Venezuela (1809), fue rey de España y promulgador de la constitución española de 1812. Es decir, entre enero de 1812 y marzo de 1813, un payanés, oriundo de la hoy Colombia, fue rey virtual de España. Este hecho contradice hasta la saciedad el mito de que los nacidos en América no tenían acceso a altos cargos de gobierno “colonial”, mejor decir, virreinal. Y no fue un hecho aislado. Hubo virreyes, gobernadores, capitanes generales, oidores, diputados, corregidores, etc., de origen mestizo, indígena, o nacidos en América. Cabe destacar la función de los Regidores: Miembros del Cabildo, elegidos por los vecinos para que gobernaran la ciudad y cumplieran funciones administrativas. Así mismo, Venezuela tuvo su Capitán General. La misión de eso funcionarios era gestionar un territorio considerado peligroso o conflictivo, por lo que tenía tropas a su cargo. Incluso se designaron encomenderos indígenas. Era necesario tener un sistema de encomiendas. Todos debían trabajar y el grueso de la mano de obra era indígena. Esa ficción de que todos somos iguales carece de racionalidad. La naturaleza genera talentos diferentes. La sociedad debe propiciar igualdad de oportunidades. La España americana creó colegios mayores y universidades que facilitaban el acceso a los indígenas y mestizos. Cabe recordar a Juan Latino. Primer profesor universitario de origen esclavo. En el año 1556, llegó a alcanzar la cátedra de Gramática y lengua latina, en la Universidad de Granada. En comparación, los anglosajones no permitieron acceso a afrodescendientes en sus universidades, sino hasta muy avanzado el siglo XX. Al género femenino también le llevó mucho tiempo para ser aceptado en el sistema de educación superior anglosajón.

Inimaginable aceptar que hubo resistencia india contra la prosperidad de los virreinatos. El de Nueva España y del Perú fueron tan ricos, que, en el siglo XVIII, ciudades como Lima, Quito o la Ciudad de México, tenían un nivel de vida superior al de sus contrapartes europeas como Madrid, Londres o París. La moneda denominada el Real de Ocho, acuñada en América hispana, se convirtió en instrumento financiero de comercio mundial, aceptada como medio de pago legal en Estados Unidos y China. Esto evidencia la solidez de la América española antes de las independencias. El hoy poderoso dólar estadounidense creado luego de la independencia de Estados Unidos, hubo de ser apoyado por el valor del real de ocho. Ni los comerciantes de ese país aceptaban el nuevo billete de dólares gringo, al punto que exigían reales de ocho, situación por la que el gobierno norteamericano debió prohibir la circulación de la moneda hispana en su territorio. En resumen, el real de ocho tuvo que respaldar al entonces naciente hoy codiciado dólar. Gracias a los descubrimientos que iniciaron en octubre de 1492, hacia el siglo XVIII, la América hispana virreinal llegó a ser la potencia económica del mundo. Para que vengan unos fanáticos desadaptados a despotricar de su propio origen, destruyendo monumentos y decapitando estatuas que honran la grandeza del aporte descubridor de la otrora potencia española.     

El proceso de independencia lejos de ser un movimiento de liberación popular, fue una rebelión de las élites criollas contra la Corona española. Los criollos o descendientes de españoles, nacidos en América, eran españoles. Casi todos los líderes independentistas alzados en armas eran legalmente ciudadanos españoles, quienes siempre viajaron con pasaporte castellano, incluso cuando solicitaron auxilio a Inglaterra o a Estados Unidos para liberar América. Juan Vicente Bolívar, hermano del libertador, enviado en misión a Estados Unidos, para buscar apoyo y recursos para la guerra, murió al naufragar la embarcación en que viajaba. Los indígenas, que habían gozado de derechos y protecciones bajo el amparo real, luego de la independencia terminaron desprotegidos. La mayoría de los ejércitos realistas estaban compuestos por mestizos e indígenas, quienes lucharon bajo el grito de “Por Dios, la Patria y el Rey”. La intuición indígena, les hizo conscientes de que los nuevos amos criollos los despojarían de sus tierras y derechos, tal como, en honor a la verdad, ocurrió. Paradójicamente, la independencia significó el fin de la protección real y el inicio de una era de marginación y pobreza para los pueblos aborígenes. Los nuevos estados, endeudados con potencias como Inglaterra y Holanda, perdieron su autonomía económica, y se convirtieron en proveedores de materia prima para el imperio británico y su descendiente gringo, Estados Unidos. Unas islas bretonas pobretonas, de escasos recursos naturales, logran convertirse en superpotencia económica, subordinando a las tierras virreinales de América, fraccionadas en republiquitas como insignificantes naciones sometidas a los designios ingleses. En plena guerra de independencia española (1808-1814) contra el invasor napoleónico francés, en lugar de asistir a la madre patria, sus descendientes españoles americanos, aprovecharon para con apoyo británico dar al traste con tres siglos de florecimiento innegable. Es comprobable al 100% que el siglo XIX, el mismo de las independencias hispanoamericanas, se convirtió en el “siglo de oro” para la economía británica y el siglo de la decadencia para las nuevas naciones americanas.

El ejemplo más patético del desconocimiento americano a su identidad nacional, es la narrativa vociferada por el liderazgo mexicano. La dirigencia “manita” exhibe una profunda contradicción propia de ignorantes hacia su legado histórico. Mientras el discurso oficial fomenta un resentimiento anti español, y hasta promueve odio a la herencia ibérica, esa dirigencia mitifica la figura del imperio azteca y denigra del resto de etnias mucho más mexicanas como los tlascaltecas. Los charros ignoran una verdad histórica ineludible: la civilización mexicana actual es el resultado de un mestizaje que unió la sangre indígena con la española, una fusión que no habría sido posible si la conquista hubiese sido un acto de exterminio al estilo inglés, francés, holandés, alemán, portugués, belga, etc. Los norteños que se identifican como descendientes de los mexicas olvidan que esos indios fueron un poder opresor, una minoría que mantenía en terror a las etnias circundantes a través de sacrificios humanos y el canibalismo. Esos aztecas sí que depredaban su vecindario. Fueron precisamente esas tribus tlascaltecas, cholultecas, huejotzincas, xochimilcas, chalcas, totonacas, tarascos, etc., aliadas con un puñado de españoles, las que pusieron fin a la tiranía azteca. Lamentablemente, la manipulación histórica esconde que los hijos de México cargan más genes de esas tribus a las que consideran traidoras, que de sus feroces aztecas. La existencia de la nación mexicana es el producto de la alianza entre hispanos, y más del 90% de las tribus que fueron esclavizadas por los opresores aztecas, traga vecinos o antropófagos. Se estima que los invasores aztecas llegaron al valle del hoy México, unos doscientos años antes de su derrumbe, provenientes del norte del hoy estado de Utah, donde empezaron a esclavizar a los pobladores que encontraron. A la llegada de Cortés, los hoy injustamente tildados de “traidores” tlascaltecas, estaban en guerra con los aztecas; ahí si hubo resistencia india dispuesta a proteger los muslos y corazones de sus familias, muy apetecidos por la clase dominante azteca.

La lengua, la fe, la arquitectura y las costumbres que definen a México hoy, son herencia directa de España. El “indigenismo” político que rechaza su herencia hispana, incurre en un acto de autoodio, de auto repudio, de negación a sí mismos, de desprecio a la mitad de lo que realmente son. Sin España, no existiría la nación que hoy conocemos como México. Numerosos estudios y documentos registran el aporte activo de etnias, como la gloriosa tlascalteca, a la conquista de América. Resalta que esos mesoamericanos fueron voluntariamente a defender la existencia de las Filipinas; además de participar codo a codo en la conquista de territorios ubicados en el hoy Estados Unidos.

Finalmente, la falsaria leyenda negra también intenta borrar el papel de España como la gran potencia exploradora y civilizadora que, entre 1492 y 1565 redefinió los límites del planeta. Desde el primer avistamiento del Pacífico por Vasco Núñez de Balboa, hasta la primera vuelta al mundo por Magallanes y Elcano, pasando por el descubrimiento del tornaviaje de Andrés de Urdaneta, que conectó Asia con América. No falta quienes porfiadamente sostengan que los ibéricos no fueron los descubridores de América. Siempre hay espacio para personajes negacionistas a ultranza. Quienes entraron por el estrecho de Bering, los primeros que llegaron al continente, no descubren, solo llegan y se aíslan durante miles de años. No se mostraron al mundo. Tampoco los vikingos, encabezados o no por Erick el rojo, a quienes historietas atribuyen haber ingresado al norte de América, o pescadores asiáticos accediendo por el océano pacífico. Todos ellos pudieran haber visitado una minúscula porción de tierra de tan inmenso continente, pero nunca lo descubrieron. Descubrir no es estar o pasar por, sin que nadie se entere. Quien descubre hace mapas, cartografía, registra, deja huellas tangibles. No puede esconder lo que se le atribuye descubrir. Tiene que mostrar al mundo su logro. Solo España devela múltiples descubrimientos de tierras, mar y rutas, puestas al servicio de todos los habitantes del planeta. Además de expulsar el islam del occidente, los españoles fueron los pioneros de la primera globalización. Estos logros, a menudo ignorados, no solo fueron hazañas de valor, sino brillantes épicas que sentaron las bases fundacionales del mundo moderno. Abundante sangre española detuvo el avance musulmán sobre occidente; y demasiados navegantes exploradores castellanos murieron en tan colosal epopeya.

A pesar de los inevitables errores humanos cometidos por algunos de sus conquistadores, la historia de España en América es la de una nación que se atrevió a construir, a evangelizar, a fusionarse y a proteger. No eran ángeles. Solo fue obra humana acompañada de algunas inevitables pestilencias. Buscando una ruta se encontraron con un enigmático continente al que decidieron sacar del neolítico.  Su legado es de ciudades, hospitales, gramáticas, universidades, una fe redentora y, sobre todo, mayoría de una nueva raza mestiza que hoy habita un continente. Es tiempo de dejar atrás la falsedad interesada y reconocer la verdad de esta extraordinaria gesta. A través de los siglos, España no solo forjó su propia identidad, sino que también dejó una huella indeleble en la historia global. Desde la decisiva expulsión del islam que reconfiguró el equilibrio de poder en Europa, hasta su papel protagónico en Lepanto, donde en un “por ahora”, sepultaron el juramento musulmán de someter a occidente. La España heroica actuó como un dique que contuvo el avance mahometano, y por lo menos hasta hoy, evitó que las mujeres de occidente, desde niñas, no estén encarceladas en obligados degradantes trajes oscuros.  Al mismo tiempo, su espíritu explorador-evangelizador los llevó a cruzar el Atlántico, gestando un encuentro de culturas que no solo redefinió el mapa del mundo, sino que también sentó las bases de la globalización. Estos logros, complementados por el nacimiento de los derechos humanos, fundados en el pensamiento de la pionera escuela de Salamanca, cimentaron la herencia castellana que fue, sin duda, de gloria y aporte a la civilización. Desconocer la grandeza de los descubrimientos en América, es situarse ingratamente del lado de las mentiras de la historia; además de aprobar por traslación y omisión, la conducta genocida de las naciones europeas, que verdaderamente arrasaron con las culturas autóctonas que conquistaron en América, África y Asia. Asombra saber de la actual dirigencia mexicana exigiendo perdón a España, cuando de España heredaron la región más próspera del mundo al siglo XIX; y en menos que canta un gallo, su vecino gabacho les arrebató la mitad del territorio. Les volaron, entre otros, el oro de California y el petróleo de Texas; pero a ese vecindario nadie le exige perdón. En sur América, con absoluta verdad, se logra ver la resistencia de los araucanos, despectivamente llamados mapuches, quienes todavía en 1840 guerreaban contra los independentistas suramericanos. También es posible oír al general Ezequiel Zamora en 1846, a escasos veinte años de la independencia de Venezuela, en verdadera resistencia mestiza, repartiendo plomo y gritos de: “Oligarcas Temblad”, “Tierras y hombres libres”, y “Horror a la oligarquía”. ¿Contra quién guerreaba el general Zamora? ¿A cuál oligarquía sentenciaba? Hasta en San Pedro Alejandrino, se puede observar al libertador Simón Bolívar, arrepentido de haber arado en el mar.

Resulta mezquino negar lo beneficioso de la obra de España en América. Más por la evidencia de resultados innegables. Basta con visitar Lima, Quito, Bogotá, Ciudad México, Cartagena y muchas otras ciudades. Hasta los más intransigentes detractores del legado español, piensan y emiten sus vituperios anti españoles, en la lengua castellana heredada de España. A 533 años del acontecimiento más trascendental de la historia humana, reconocimiento y gloria a los descubrimientos que inició el reino de Castilla el 12 de octubre de 1492. Vivas a la España regida por una Corona piadosa e incluyente. ¡¡Feliz aniversario América!!

Profesor de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET).

[email protected]

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