Opinión

25 años de optimismo

20 de mayo de 2024

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Humberto González Briceño

        Tanto en la política como en nuestra cotidianidad nos debatimos entre sentimientos de optimismo y pesimismo.

  El optimismo lleva a pensar que todo va a salir tal como como esperamos, en forma óptima e ideal.

Por el contrario, el pesimismo asume que la situación es difícil, casi imposible de cambiar.

La esperanza de que todo será como queremos conduce fácilmente al voluntarismo, porque a fin de cuentas todo saldrá bien.

La resignación frente a la adversidad por su parte paraliza e inmoviliza porque ya todo está perdido.

        Para la política, y en general para la vida ordinaria, el optimismo y el pesimismo son potentes psicologismos que nos alejan de la realidad y generalmente pueden contribuir a resultados indeseados.

        Esta disquisición es totalmente pertinente en Venezuela, donde ya contamos 25 años tratando de salir de la era chavista, sin lograrlo aún.

        Quienes se presentan como una presunta oposición al chavismo parecen haber hecho del ciego optimismo su única tabla de salvación, quizás por aquello de que la esperanza es lo último que se pierde.

        Pero este optimismo irreflexivo e incondicional vive de saltos espasmódicos, de una elección a otra, y de esta a la siguiente. 

        El reciclaje de promesas y esperanzas de cambio es frenético y no admite espacio para debatir y hacer un balance de lo que se ha logrado. Es lo menos que se podría hacer después de 25 años.

        El exagerado y abusivo pesimismo parece siempre empujar en hacer y hacer sin “perder tiempo” en pensar lo que se hace.

        La alternativa frente a la perniciosa toxicidad del optimismo no es el pesimismo que lleva a la entrega y la resignación a un destino que supuestamente ya habría sido determinado.

        Frente al optimismo y al pesimismo que operan como dos caras de una misma falsa moneda, solo hay espacio para el realismo, en este caso para el realismo político. Uno que tome como punto de partida la realidad concreta que materialmente se nos presenta y no nuestras propias concepciones mentales, optimistas o pesimistas.

        El fracaso de la llamada dirigencia opositora en entenderlo y su encasillamiento en la falsa dicotomía optimismo-pesimismo como única forma de entender la política, produce consecuencias.

        Ya más de 8 millones de venezolanos se plantearon la misma cuestión, y ya hoy no están en Venezuela.

        ¿Cuántos más estarán cansados de estos 25 años de optimismo?.- @humbertotweets

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