El mes de junio de 1918 marcó el inicio del movimiento estudiantil que, liderado por la Federación Universitaria de Córdoba, generó la transformación de la universidad latinoamericana de aquel entonces y la proyectó a situaciones futuras marcadas por la derrota del oscurantismo, junto a una muy saludable apertura a las ciencias en su diversidad y a los contenidos y principios humanísticos que abrieron el debate de fondo y auparon la construcción del pensamiento continental.
La ciudad de Córdoba en Argentina, fue el epicentro de aquella irrupción estudiantil deseosa de la transformación y puesta al día del alma mater que reclamaba, igualmente, mayor democracia expresada en la autonomía del pensamiento y el respeto a la diversidad y la disidencia. En el primer manifiesto de tal eclosión libertaria se lee “Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica”. Era definitivamente un movimiento reivindicador de una educación alejada del elitismo y la primacía clerical, abierta al pensamiento universal, a la universalidad, términos estos de los que surge el nombre de la institución.
Entre las conquistas más importantes de aquel movimiento de la juventud estudiosa pueden contarse: la autonomía universitaria fundamentalmente en el ámbito académico, sustentada en la noción de libertad de cátedra, la creación de cátedras paralelas conducidas por profesores de diversas concepciones en asignaturas o áreas de honda divergencia y polémica, el surgimiento de la figura del concurso público para la escogencia de profesores, el establecimiento del escalafón para los ascensos en la carrera académica, así como la participación estudiantil en la escogencia de profesores y autoridades universitarias, las cuales inspiraron las luchas por otras reivindicaciones logradas posteriormente.
Aquel movimiento se extendió en los años posteriores por todo el continente, expresados en el congreso de estudiantes peruanos en Cuzco en 1920, ampliado en la creación de las universidades populares González Prada, producto de la alianza obrero-estudiantil, en el congreso de 1922, las luchas del estudiantado en Chile en 1922, las de Cuba en 1923 y no cabe duda de que aquellos aires insuflaron la rebelión estudiantil de 1928 en Venezuela, contra el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez.
Los cien años de aquellos esclarecidos días de la gesta juvenil de Córdoba, debieron ser una magnífica ocasión para revisar, confrontar y debatir la circunstancia actual y futura de la institución universitaria sumida en la oscurana, la cual muestra su hondura en el propio olvido de esta celebración. Sin embargo, se está a tiempo y la urgencia apremia. La universidad debe, en lo posible a partir de su propia iniciativa, invocando sus reservas morales y científicas, reafirmar su razón de ser como fiel exponente de la universalidad del pensamiento, centro donde se venere el saber universal, la producción del conocimiento, su búsqueda y difusión, como sustento fundamental de la formación basada en el discernimiento, la razón, la ética inquebrantable y el servicio a la patria.
Nuestra universidad debe ser luz tanto en el saber y la ciencia como en su amor al país y la responsabilidad que ello compromete en la actuación apegada a una amplia vida democrática interna, la convivencia en el cultivo de la pluralidad, el libre juego de ideas, el respeto a la disidencia, la estimulación del debate, la confrontación de saberes y verdades con la más absoluta consideración a la condición humana, la preeminencia de la investigación y la creación del conocimiento en el ejercicio docente, a la par de una transparente y pulcra administración de sus recursos. (Gustavo Villamizar D.)