Asesinan a un GNB tachirense dentro de su vehículo en Caracas
31 de diciembre de 2024
Francisco Corsica
Bien, ya estamos a horas de que termine el 2024. Muchos coincidimos en que este fue un año ajetreado, lleno de matices y con un sabor agridulce en más de un aspecto. Al mirar hacia atrás, es inevitable reflexionar sobre los momentos que nos han marcado, tanto en el ámbito personal como en el general. Cada uno de nosotros ha vivido experiencias que han dejado huella, y es en este punto de inflexión donde la esperanza, como siempre, recae en el ciclo que está por comenzar.
Si así fue el 2024, el 2025 tiene que ser un año de resoluciones. Uno en el que podamos tomar las riendas de nuestras vidas y decidir qué queremos cambiar, qué queremos mejorar y qué sueños queremos hacer realidad. Ya habrá tiempo de resolver todo aquello que nos ha pesado, de enfrentar los desafíos que nos han hecho tambalear. Sinceramente, parece mentira que ya estemos arribando a la mitad de la década. El tiempo vuela; con él, nuestras oportunidades de crecer y aprender.
Mientras tanto, olvidemos temporalmente los pesares y, desde las posibilidades de cada uno, tratemos de disfrutar de estas festividades. Sobre todo, de nuestros seres queridos, de esas almas que nos rodean y que con cariño y entusiasmo forman parte de nuestras vidas. En un mundo que a menudo parece desmoronarse, son ellos quienes nos brindan la calidez y el amor que necesitamos para seguir adelante.
Pero, ¿cuántas familias pasaron el 24 y el 25 de diciembre separadas? ¿Cuántas tendrán que hacerlo a las 12 de la noche del 1 de enero? En Venezuela, se trata de una situación más frecuente de lo que debería. El colapso económico y un sinfín de problemas más nos han separado. La diáspora que ha padecido el país se hace presente en cada silla vacía.
Y en otros contextos, también hay que pensar en quienes han perdido a un familiar, quienes no pueden reunirse por encontrarse en situación de guerra, desastres naturales o enfermedad. Un día de unión que no se materializará para todos. La tristeza y la soledad son compañeras de muchos en estas festividades, y es fundamental recordar que, aunque nuestras circunstancias sean diferentes, todos compartimos el deseo de estar juntos.
No enfrentamos tiempos fáciles. La misma falta de entusiasmo que se percibe en las calles es evidencia de eso. En Caracas, el 24 de diciembre brillaron como nunca los fuegos artificiales, pero por su ausencia. Los perros no tuvieron necesidad de ladrar porque no hubo bulla en casi ningún momento de la noche. Eso es bastante decir: Venezuela ha sido tradicionalmente un país alegre, pintoresco, entusiasta, variopinto y jocoso, donde el calor humano se percibe en cada esquina. No hay que escudriñar mucho para encontrarse con esas descripciones. Se trata de uno de los detalles que a muchos ciudadanos de otras latitudes les gusta sobre nosotros.
Sin embargo, a pesar de las adversidades, como dice la canción, “a pesar de los pesares” tratemos de estar alegres, optimistas. Disfrutar del momento, aunque no parezca el mejor. En días de celebración como estos, ¿de qué sirve hacer otra cosa? La vida es un regalo, y aunque a veces se sienta como una carga, hay que encontrar la belleza en lo cotidiano, en los pequeños momentos que nos hacen sonreír. No siempre se puede vivir en carne propia la partida de 2024 y la llegada del 2025, pero sí podemos elegir cómo enfrentar lo que viene.
Y bueno, también dicen por allí que la mejor forma de predecir el futuro es creándolo. Si el presente no es el deseado, cada quien tendrá que trabajar en función de que sea distinto para que el futuro sea el mismo que se anhela. Es un llamado a la acción, sí, pero también a la fe. La fe en nosotros mismos, en nuestras capacidades, en nuestra resiliencia. La fe en que, a pesar de las dificultades, siempre hay un camino hacia adelante.
Espero que el 2025 sea un periodo en el cual todos de los aspectos de nuestras vidas se iluminen y estén colmados de lo mejor. Que la dicha se haga presente y no nos abandone ni ahora ni luego. Igualmente, que la abundancia y el bienestar nos persigan incesantemente a donde quiera que vayamos. Que cada día sea una oportunidad para crecer y aprender.
A tener fe, porque es un ciclo nuevo. Nada está escrito todavía. Y si hacemos bien las cosas desde un principio, sin lugar a dudas será ese año venturoso que todos esperamos. Propongámonos ser nuestros propios agentes de cambio. Además, no olvidemos cuidar de nosotros mismos. La salud mental y emocional es tan importante como la física. En un mundo que a menudo nos exige más de lo que podemos dar, es esencial encontrar momentos de paz y reflexión.
A medida que nos adentramos en el 2025, recordemos que cada día es una página en blanco, lista para ser escrita. Las decisiones que tomemos, las acciones que emprendamos y las relaciones que cultivemos definirán el rumbo de nuestro año. No dejemos que el miedo o la incertidumbre nos paralicen. En lugar de eso, abracemos la posibilidad de lo desconocido con valentía y optimismo.
Para finalizar, el nuevo calendario nos espera con los brazos abiertos, lleno de posibilidades y oportunidades. Que cada uno de nosotros tenga la valentía de soñar en grande y la determinación de hacer esos sueños realidad. Que la luz de la esperanza brille en nuestros corazones y nos guíe en los pasos que demos. Juntos, podemos hacer de este nuevo año un capítulo extraordinario en nuestras vidas. ¡Feliz Año Nuevo!
Más de mil efectivos brindarán seguridad en la Vuelta al Táchira
31 de diciembre de 2024
El Toro y la Bola de Candela en Santa Eduviges
31 de diciembre de 2024
