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Inicio/Opinión/Al Borde: ¿Todas somos la hermanastra fea?

Opinión
Al Borde: ¿Todas somos la hermanastra fea?

miércoles 1 octubre, 2025

Alexandra Valencia*

Desde muy niñas nos han vendido el cuento de cómo debemos ser las mujeres para poder intentar llamar la atención del sexo opuesto, o simplemente destacarnos. Desde los cuentos de hadas, pasando por nuestras propias novelas latinoamericanas como Yo soy Betty la fea o Gordita bella; refranes como “para ser bella, hay que ver estrellas” normalizando el dolor y los tratamientos estéticos, las exigencias de medidas y otros atributos de la “fábrica de Misses” de nuestro país, son el ejemplo perfecto de cómo nos han ido metiendo en el inconsciente la obligación de que una mujer debe intervenir su cuerpo: cambiar, modificarse, inhibirse, restringirse, mutilarse para lograr el amor y la aceptación, tanto propia como la ajena.

En esta oportunidad, la directora Emilie Blichfeldt le hace foco a una de las villanas más conocidas de la historia de los cuentos. En La hermanastra fea (2025), vemos cómo una joven con aspiraciones a casarse con el príncipe azul, aupada por su madre, se somete a diversos tratamientos estéticos para “convertirse en la mejor versión de sí misma”. Y sí, de alguna manera quiero resaltar que las madres siempre estamos implicadas en estos procesos.  Interferimos en la construcción de la imagen de nuestras hijas, buscando lo “mejor para ellas” hacemos cualquier barbaridad, emitimos opiniones o damos algún consejo que hace que ellas vayan cambiando su auto-percepción. En este caso vemos como Elvira se va obsesionando con su transformación desde la ingenuidad hasta la envidia que siente por su hermana la cenicienta, sostenida por los hilos de su madre.

La película es una coproducción entre distintos países: Noruega, Polonia, Suecia y Dinamarca, que recientemente ha sido estrenada y está en las carteleras de cine comercial (también habrá una proyección especial con cine foro en la sede de la fundación Bordes este jueves). Funciona como una pieza mordaz, incómoda y brillantemente satírica que utiliza la figura arquetípica de la “hermanastra fea” como un dispositivo para explorar la ansiedad, la inseguridad y la autopercepción distorsionada que imponen los estándares de belleza en la psique femenina. La película destaca por su habilidad para mostrar cómo la presión social por cumplir con un ideal de belleza no solo viene del exterior, sino que se internaliza hasta convertirse en una voz autocrítica constante y paralizante. Todas en algún momento hemos tenido esa voz que nos susurra, nos juzga, nos sabotea y nos recuerda constantemente que no somos lo suficientemente buenas o bellas.

El gran acierto de Blichfeldt es no hablar del tema de forma abstracta, sino visceral, usando un cuento universal que todos conocemos, y tranquilos, que aunque tiene sus momentos impactantes, no es body horror fuerte como lo es La Sustancia de Coralie Fargeat, que es otra pieza del séptimo arte que no se deben perder. Pero lo que sí me está encantando es que mujeres directoras del cine están haciendo este tipo de propuestas que nos llevan a reflexionar sobre nosotras mismas. Y las imágenes que nos muestran son perturbadoras, pero de alguna manera estamos acostumbradas a ver este tipo de contenido, en el día a día cuando alguna amiga se hace una cirugía, o las “influencers” muestran sus cambios estéticos en sus cuentas. Presentado de otra forma, por supuesto, edulcorada, obviando el tema del dolor y cualquier cosa que pueda percibirse como grotesca o desagradable.

En algún momento, todos hemos sido la hermanastra fea. Siempre hemos deseado ser otra, tener la nariz de aquella o el cuerpo de esa otra, ¿o incluso la energía de otra mujer? De alguna manera, hemos fijado nuestra atención en cosas superficiales que nos limitan y nos obsesionamos con tener el rostro perfecto, el cuerpo perfecto, o algo que nos corrija o nos lleve hasta lo que nos falta para… Pero, un secretito: la perfección no existe. Su búsqueda, lamentablemente sí, y esa obsesión nos ha llevado siempre a cruzar límites peligrosos. Siempre me ha gustado la manera de ver cómo las historias de cuentos de hadas han influido en nosotras desde pequeñas y aunque de alguna manera no nos hemos fijado en esos villanos, en esos personajes que también tienen sus propios miedos, sus propios deseos, en esta película, al seguir a “la hermanastra”, nos permite observar un poco de eso y como de pronto podemos simpatizar con los villanos de los cuentos.

La hermanastra fea es una obra concisa e inteligente. No es solo una crítica a los cánones de belleza, sino un espejo deformante que nos muestra la realidad psicológica de millones de mujeres que luchan diariamente contra una versión monstruosa de sí mismas, creada por una sociedad obsesionada con la apariencia. Una de las cosas que más me angustia es que en los 90¨’s y 2000 la obsesión era por el cuerpo completo, el ser ultra delgadas y usar pantalones descaderados, ahora vemos las redes llenas de filtros que nos hacen alucinar que tenemos un cutis perfecto, además cada vez más vemos niñas haciéndose tratamientos de belleza “skin care” que ni siquiera necesitan.

El cine, a través de esta obra, no solo nos habla para que nos aceptemos, sino que nos muestra con brutal honestidad el costo psicológico y físico de no hacerlo. Es una llamada de atención para dejar de luchar contra nosotras mismas y dirigir esa energía a desafiar los cánones que nos imponen.

*Actriz, directora y profesora de Teatro

Fundación Cultural Bordes

@teatrobordes

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