Pedro Morales
“En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
« ¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. (San Marcos 12,28b-34)
El verdadero amor es infinito e incondicional, en perenne amor oblativo o de ofrenda al Abba Padre (simbolizada en la devoción del Sagrado Corazón de Jesús), evoluciona progresivamente hacia la asimilación de los dones del Espíritu Santo, abarcando absoluta e indistintamente la capacidad (de amar) a todos los seres creados por Dios, y con todo ello se deja al margen o se anulan los sentimientos individualistas, de indiferencia y egoístas, y más aún la concupiscencia y bajas pasiones, que lo único que logran es satisfacer intereses codiciosos o ambiciosos que depravan los valores humanos desde la misma célula fundamental de la sociedad: la familia.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad… Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13)
A propósito de la letra de la canción “El amar y el querer” (Autor: Manuel Alejandro), se complementa de una forma aproximada, lo que expresa y representa ese amor divino sin límite ni condiciones, enseñado como modelo de vida por parte de Jesucristo:
“Amar es sufrir, el que ama pretende servir, el que ama su vida la da, el que ama no puede pensar, todo lo da, todo lo da. El amor no conoce el final. El amar es el cielo y la luz. El amar es total plenitud. Es el mar que no tiene final. Es la gloria y la paz”.
En el amor está la curación de todos los males que existen en la humanidad. En el amor se encuentra la felicidad que errantes buscamos todos los seres humanos. En el amor está la salvación. Entonces, es un eslabón inexplorado e inadmisible por la sociedad en general, que incluso es donde radica la felicidad, el hecho evidente de “amar al prójimo en toda su amplitud”. Porque no basta con decirlo, ni pensarlo, e incluso desearlo. Hay algo más, hace falta romper las barreras que impiden actuar favorablemente hacia ese cometido.
“Cada uno debe agradar al prójimo para su bien, con el fin de edificarlo”. (Romanos 15:2)
Es sencillo amar al que nos ama, no es difícil hacer el bien al que hace el bien, debido a que por naturaleza el amor con amor se paga: esto no representa impacto negativo a la correlación orgánica entre los sistemas nervioso central, endocrino e inmunitario. Pero el mandato de “amar al prójimo” se convierte en una tarea incumplible, cuando la actuación de una determinada persona o grupo social resulta hostil o toxica a la propia salud.
“Pero si ustedes dejan que la envidia les amargue el corazón, y hacen las cosas por rivalidad, entonces no tienen de qué enorgullecerse y están faltando a la verdad”. (Santiago 3:14)
En una sociedad donde se ha arraigado la “cultura de la muerte” e institucionalizado el egoísmo y el egocentrismo con una careta falsa de “amor propio”, es un hecho cierto que en el contexto que nos desempeñamos, es altamente probable que nos encontremos seres humanos con actitudes malignas, que reactivamente despierten el odio, la venganza, la ira, el remordimiento, el desprecio, etc.
“Porque donde hay envidias y rivalidades, también hay confusión y toda clase de acciones malvadas”. (Santiago 3:16)
Ejemplo de lo anterior se halla en: los administradores de las necesidades humanas; los que se enriquecen a costa de empobrecer a los habitantes; los que comercializan de forma especulativa el alimento y las medicinas que requieren los vulnerables; los que generan expectativas falsas y engañosas para favorecer privilegios egoístas y mezquinos; los que dolarizan la economía a excepción del salario mínimo vital y la estructura salarial de los trabajadores decentes; los que juegan perversamente con las variables macroeconómicas para lucrarse groseramente en detrimento de la sociedad; los autores intelectuales y materiales del genocidio selectivo de la comunidad laboral de varias instituciones; los que crean o reactivan premeditadamente patógenos a nivel de sindemia, para mermar el ritmo de crecimiento y tamaño de la población mundial; los que procuran por varias vías la destrucción del núcleo familiar y las bases fundacionales-estructurales de la religión cristiana, etc. (a)
“También debes saber que en los tiempos últimos vendrán días difíciles. Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión”. (2 Timoteo 3:2)
En un plano ontológico y psicológico, la reacción que genera ese tipo de actitudes y situaciones no es propiamente de amor puro, tal cual los lineamientos aquí reseñados, toda vez que resulta una mezcolanza a nivel de instinto, sensaciones y pulsiones, que focalizan el objetivo terminal destinado a que se haga justicia, terrenal o divina, pero de forma inmediata, y de no lograrse, activa diferentes grados de ansiedad que son expresados en graves estados de odio, rabia, resentimiento, venganza, etc.
El precepto católico establece que debemos amar al prójimo, y por ilación lógica también deben amarse este tipo de personas que han obrado malvada y pecaminosamente. No obstante, para nada se está justificando ni minimizando lo malo que sucede en la sociedad. No significa que debamos aplaudir lo nefasto que han sido, o que no queremos que paguen sus estrepitosas culpas, ni estamos diciendo que amar al prójimo signifique que no se haga justicia. Pero el deseo que tenemos para que ellos sean “enjuiciados y condenados”, no se sustenta en el odio o la venganza.
“Padrenuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén”
Y aunque resulte risible para algunos, el amar a esas personas, es en primer lugar rezar por ellos para que se conviertan, para que reformen sus vidas. Es contraproducente para nuestra propia salud el desear lo peor para ellas, porque de esta forma nuestro corazón e integridad en general se contamina de maldad: en este caso también seriamos desobedientes al mandato de “amar al prójimo”.
Finalmente a la cantautora colombiana Duque Adri (Abril, 2021):
“Preguntémonos: ¿de qué tamaño son las paredes del alma? Creo que hemos caído mucho en el egoísmo, estamos detrás de una puerta, de una pantalla y el individualismo nos afecta” (Video: Gloria https://bit.ly/3wW9WP4 )
(a) Se sugiere de manera respetuosa revisar la secuencia de textos expositivos relacionados: Bajas pasiones; “Auxilio”; Secretos; Colmena; Orden; Homo spiritualis; ¡Preparémonos!; Ceguera; Cruz
Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2021. Pedro Morales. [email protected] @tipsaldia. WhatsApp: +584168735028