Opinión

Amor, nota máxima

28 de octubre de 2017

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En tiempo de Jesús había fariseos y saduceos. Los dos grupos aparecen repetidamente en los evangelios. Los fariseos eran de carácter religioso, era la tendencia más rigorista y numerosa en tiempo de Jesús. Eran fieles observantes de la Torá o Ley de Dios. Habían deshumanizado muchas leyes, por eso Jesús polemizó con ellos. Eran laicos y ejercían cualquier profesión o trabajo. El fariseo que se acercó a preguntar a Jesús era escriba o experto en interpretar la Ley. Lo que hoy se llama entre los judíos un Rabino, un teólogo laico. Los saduceos eran menos en número que los fariseos, pero muy influyentes socialmente. La mayoría pertenecía a las familias sacerdotales. Colaboraban con los dominadores romanos. Eran un grupo poco religioso.
En el texto del evangelio, es un grupo de fariseos los que cuestionan a Jesús. La preguntan por el mandamiento más importante. Querían saber qué habilidad tenía Jesús para explicar las leyes. Preguntaron: “¿Cuál es el mandamiento más importante?”. De la Ley mosaica se derivaban unos 613 preceptos principales. La respuesta del Señor no es novedosa: lo primero es amar a Dios. Lo novedoso es que el amor a Dios y el amor al prójimo no se pueden separar. La escalera que nos permite llegar a Dios se apoya siempre en el hombre (Mt 22, 34-40).
La nueva constitución de la Europa Unida no nombra a Dios. Los legisladores discutieron si debían o no nombrarlo, dada la tradición cristiana de los países europeos, y dada la influencia del cristianismo en los valores de aquellas sociedades. El Papa del momento suplicó y presionó para que el nombre de Dios apareciese como fin y destino del hombre, pero no consiguió su objetivo. Como bajo esa ley hay ateos, se optó por no nombrar a Dios. Está toda la Constitución ordenada al hombre. Si es humanitaria, ¿conduce indirectamente a Dios? Los teólogos dicen que sí, pues el hombre es imagen y semejanza de Dios.
Es bueno que un Estado tenga un buen conjunto de leyes. También es bueno que haya un principio unificador de esas leyes. No todas las normas tienen la misma importancia. Los franciscanos sintetizaron sus leyes en dos palabras: Paz y Bien. Los dominicos, también medievales, usan una sola: “Veritas”, la Verdad. El evangelio se sintetiza en una sola palabra: Amor. Con dos vertientes, una hacia el cielo donde está Dios, y otra hacia la tierra donde habitan los hombres.
El fariseo preguntón no supo replicar a Jesús. El Señor aprobó el examen con nota máxima de cien puntos. No hay mejor resumen de las leyes cristianas que el hecho en aquella ocasión por el propio Jesús. (Benjamín García Fernández)
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