Opinión

Animal mitológico

20 de noviembre de 2019

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Dictador era el título otorgado en la antigua Roma a un litigante escogido por el Senado y ratificado por los comicios curiados en situaciones de excepcionalidad o emergencia. Era una magistratura con poder limitado. En casos de guerra o de emergencia, el senado romano nombraba a una persona con amplios poderes. En los últimos años de la República, determinados políticos romanos se proclamaron dictadores para asumir potestades que la legalidad colegiada existente no permitía. Algunos de ellos se proclamaron dictadores vitalicios. Según un refrán español: de casta le viene al galgo.

Diversos historiadores sostienen que ahora “la dictadura no tiene el claro sentido que tuvo en Roma”. Actualmente, dictador es aquel gobernante que asume de una forma despótica todo el poder del Estado, prescindiendo de los valores generalmente aceptados del sistema democrático de representación. En Hispanoamérica las dictaduras se caracterizan por el poder absoluto de una persona, por la censura a la prensa, por el exilio o la cárcel para los opositores al régimen y por el control policíaco sobre las masas.

Latinoamérica muestra una larga historia de dictaduras y en consecuencia, no es sorprendente que se hayan escrito tantas novelas sobre dictadores individuales, o sobre los problemas de la dictadura, del caudillismo, caciquismo, militarismo y figuras similares. El legado del colonialismo es uno de conflictos raciales, que a veces empujan una autoridad absoluta a levantarse para contenerlos y así nace el tirano. Buscando un poder ilimitado, el tirano se erige como único salvador de la patria, ser imprescindible para la buena marcha de la nación. Hace creer a la población que ha sido puesto allí por la providencia con la misión de salvar a la patria de sus enemigos.

El dictador dice vivir para el pueblo, pero a la vez le exige a este que muera por su patria, que pase hambre y que comparta el precepto de que “ser rico es malo”. El dictador en general se declara defensor de los intereses de la nación y del pueblo. Otros aspectos del déspota son: su fingido patriotismo, su delirio de grandeza y un narcisismo desmesurado: se cree omnipotente e invencible. Siempre se muestra impasible ante la muerte ajena y la usa como un instrumento de poder para “erradicar a los enemigos de la patria”. Sobrevalora su poder y desprecia a las personas de su entorno, sin reconocer que depende de su ayuda para mantener el control. Su despotismo lo convierte en un ser solitario que no comparte, ni confía en nadie. Siempre se dirige al pueblo en un lenguaje retórico, simplista, apelando a la paranoia: “debemos mantenernos vigilantes ante los enemigos de la patria”.

En el terreno de la ficción, los dictadores adquieren ciertas características específicas: pueden fundarse sobre un personaje histórico, o, como en El otoño del Patriarca, de la suma de varias identidades que producen una nueva. Las excentricidades de la vida de los dictadores, así como la brutalidad del abuso de poder que ejercen, ha determinado la figura del dictador en la novela. De ahí que García Márquez haya considerado al dictador como el verdadero «animal mitológico» que ha producido América Latina.

Algunos sostienen que la guerra es un elemento esencial para la llegada al poder del tirano porque, con la promesa de controlar los enfrentamientos bélicos, se asegura la obtención de poderes extraordinarios y una vez finalizado el conflicto, ya es muy tarde para revertir su entronización en el poder. El siguiente paso en la continuación de su proyecto, será la pulverización de las instituciones que representan un estorbo para sus planes autoritarios. Los tiempos modernos han asistido al alumbramiento de lo que han sido calificadas como neodictaduras porque tienen su origen en procesos electorales legítimos, pero, una vez conquistado el poder, las instituciones son canibalizadas y arrodilladas por la loca carrera totalitaria.

Como si fuera poco lo anteriormente expresado, ahora nos encontramos ante un novedoso artificio justificante para la perpetuación de los tiranos en el poder: la reelección es un derecho humano que no debe, ni puede ser conculcado. Ante estupideces como esta, mi difunta madre tenía un refrán: “achaques quiere la muerte”. A este paso, la democracia en Latinoamérica pasará a la historia como una vulgar caricatura. Mientras las sociedades se entretienen deliberando sobre el sexo de los ángeles, las neodictaduras van proliferando como la verdolaga, por ese camino hemos topado con: Fujimori, Ortega, Chávez y su descendencia, Morales y por allí se sienten los pasos de AMLO. (Noel Álvarez) /[email protected]

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