Néstor Melani Orozco (*)
Seboruco tiene calles de amor y en su existencia de pueblo aún los albores de sus tiempos se cobijan de presencias, aleros perpetuos y tres torres cristianas que rompen el paso de la niebla.
Para permitir los sueños y de rostros la inmensidad de un poeta.
Así vi a Antonio Rojas con la vestimenta del teatro de Caracas y la expresión del «casting» de Julián Soler para la película del «Mártir del Gólgota», cuando de tablas el ateneo “efervescía” en los vocablos de «Manuelote» de César Rengifo y de amores perdidos y eternos el actor venido de aquella Seboruco de Nogales Méndez se afirmaba en la televisión venezolana desde los encantos maravillosos del arte dramático.
Siendo Antonio Rojas un testimonio del teatro venezolano y latinoamericano porque alternó guiones y parlamentos, desde el cine hasta la ceremonial vivencia de las grandes actuaciones. Junto a la española Marina Baura. Luis Gerardo Tovar, Héctor Marcheston, entre muchos.
Un día de encantos, junto a Tomás Henríquez en la poderosa producción de «Bolívar» con el austriaco Maximilian Shell. Caminos del Perú con Manuelita y Simón Rodríguez. Amigo de Néstor Almendros, el maravilloso camarógrafo de Carlo Ponti.
¡Sal de la tierra!
Flores para Medarda santa y san Pedro robado por un loco para llevarlo a la aldea de Santo Domingo… en los encantos en el alma. En las presencias eternas de un pueblo de gracias.
¡El actor verdadero!
Cuando logramos traer a La Grita la premier de la película «Candelas en la Niebla» vino todo el elenco: actores, actrices, cameraman y su director Alberto Arvelo. Y entre ellos el gran actor venezolano Rafael Briceño. El insigne señor que personalizó a “J.V. Gómez” de Ignacio Cabrujas. Y estando en mi casona solar recordó al maravilloso mundo de Antonio Rojas. «El poeta del teatro», quien le dio por nombre. El mismo que alternó de glorias en la cinta de «Boves el Urogallo», de la novela de Herrera Luque, y llevada a una gestión del cine y la televisión, donde nuestro Antonio Rojas formó parte del elenco junto a Gustavo Rodríguez. Y de frases, el valeroso señor entre las añoranzas afirmó lo sublime del magistral artista de Seboruco.
Al recibir el doctorado en Arte de la Universidad Simón Rodríguez, en la Casa del Artista en Los Caobos, en la capital de Venezuela, logré apreciar tantos nombres del arte y allí estaba el nombre del hijo de Seboruco. Majestad de un verso. Amor de un grito eterno.
Lo vimos en las direcciones de Román Chalbaud y en el universo de Cabrujas.
Por este momento de Seboruco de eternidades.
Se deberá en una gestión cultural hacerle un homenaje al Señor del Teatro, Antonio Rojas, que sabe poseer la esbelta figura del gran teatro. Y desde sus testimonios, la virtud que es eterna en su ejemplo. Con la eternidad de un valor verdadero.
Es nuestro maestro el testigo de haber sido amigo de Américo Montero, el actor de la cinta mexicana sobre “José Gregorio Hernández”. Amigo del torero Gitanillo de Triana, y de la poesía del español y filósofo José David García Bacca. Como de toda una inmensa generación del verdadero teatro venezolano.
Por esto y todas las verdades, al heredero de los sueños, venido de Seboruco, del perdido samán de la plaza Sucre. El alumno de teatro de Juana Sujo y condiscípulo del sagrado Orlando Cárdenas. Desde aquel 1962. En la flor de las cinco de la tarde de García Lorca o en los encantos…
A quien cada punto de valor tachirense deberá rendirle un homenaje a su trabajo de artista y a su presencia de un pueblo de encantos verdaderamente andinos.
Es Antonio Rojas valor patrimonial de nuestro hermoso y bucólico Seboruco. De existencia de un país y del renacer a una escuela maravillosa de haberes y de cultura.
Porque mañana, en el futuro, en una plaza del pueblo, entre árboles gigantes como los personajes de Alejandro Casona y la luna de una serenata, se llevará su nombre y desde un amor perpetuo, el pueblo. La oración de las esperanzas y la promesa de una mujer hermosa, entre educadores cultos, políticos, poetas, músicos, actores, amigos, para rendir tributo a quien conquistó hace años las escalas de la actuación a través del cine, el teatro, la televisión, para ser orgullo de los Andes, en pureza de una flor y en los besos de millones de novias, de los aplausos de las multitudes y de verdades con la eternidad de ser por Dios. «El Señor del Teatro», más en lo sublime de Fuenteovejuna. Llegar a Halmet, vivir en la Celestina y adentrarse a La Casa de Bernarda Alba para abrir los brazos a la pureza inocente de Seboruco de amores eternos…
Y sobre la verdad construir su carta de amor.
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(*) Cronista de La Grita.
Artista Plástico.
Escritor y Dramaturgo.
Premio Internacional de Dibujo «Joan Miro»-1987. Barcelona. España.
Miembro Sociedad Bolivariana de New York.
Miembro de las Artes Catalanas.
Maestro Honorario.
Doctor en Arte