Opinión

¡Arde Colombia! ¡Incendian al mundo!

13 de mayo de 2021

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Pedro P. Parra *


Me ha dado mucha tristeza lo que está aconteciendo en varias ciudades colombianas; el diablo anda suelto, pero, lo más grave, hace días, un mes quizás, le escribí a un Senador joven de Colombia para alertarle que el Nuevo Orden Internacional, el Estado Profundo y la Revolución Molecular disipada se habían confabulado para terminar con la Democracia en ese país hermano. Ni siquiera me respondió, y, cuál no sería mi sorpresa que, hace pocas horas, el ex presidente Uribe hacía unos señalamientos sobre la Revolución Molecular Disipada.

Presidente Uribe, creo que mi advertencia y las suyas, han llegado muy tarde; se confiaron y lo primero que no detectaron fue que sujetos traviesos, comprometidos con el narcotráfico y la extrema izquierda de varios países, se infiltraron y comenzaron a preparar todo lo necesario para causar estos disturbios que están dando como resultado sangre, sudor y lágrimas; que provocan estos disturbios bajo la defensa de una causa supuestamente justa, los complacen, echan hacia atrás las medidas, y, ellos continúan ensangrentando las calles del país del cual se quieren posesionar, en este caso, Colombia.

¿Ustedes creen que es justo la destrucción que están causando?; ¿ustedes creen que así se hace política?; ¿ustedes creen que asaltando negocios, quemando vehículos, maltratando a los transeúntes, colocando en riesgo la vida de  todos los ciudadanos, van a conseguir sus objetivos?

Ya no pueden disimular más; pobre de aquellos países que no se han preparado  a través de gobernantes serios y justos y, de una sociedad civil organizada,  para enfrentar esta pandemia de desadaptados y este tsunami de malhechores que, han estudiado para desafiar a Dios y causar graves daños en el mundo.

¿Por qué están alterando el orden divino y el humano? ¿Por qué atentan contra la paz? Como consecuencia del acto voluntario con el cual el hombre altera el orden divino, el mundo conoce el derramamiento de sangre y la división: la violencia se manifiesta en las relaciones interpersonales y en las sociales. La paz y la violencia no pueden habitar juntas, donde hay violencia no puede estar Dios. ¿Acaso estos sinvergüenzas piensan en Dios para hacer sus fechorías? La paz es mucho más que la simple ausencia de guerra: representa la plenitud de la vida.

La paz es la meta de la convivencia social, como aparece de forma extraordinaria en la visión mesiánica de la paz: Cuando todos los pueblos acudirán a la Casa del Señor y Él les mostrará sus caminos, ellos podrán caminar por las sendas de la paz. La paz es además reconciliación con los hermanos, porque Jesús, en la Oración que nos enseñó, el “Padre nuestro”, asocia el perdón pedido a Dios con el que damos a los hermanos: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”.

La paz es un valor y un deber universal, halla su fundamento en el orden racional y moral de la sociedad que tiene sus raíces en Dios mismo, “fuente primaria del ser, verdad esencial y bien supremo”. La paz no es simplemente ausencia de guerra, ni siquiera un equilibrio estable entre fuerzas adversas, sino que se funda sobre una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad.

La paz es fruto de la justicia, entendida en sentido amplio, como el respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana. La paz peligra cuando al hombre no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre, cuando no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada hacia el bien común. Para construir una sociedad pacífica y lograr el desarrollo integral de los individuos, pueblos y Naciones, resulta esencial  la defensa y la promoción de los derechos humanos. La paz también es fruto del amor.

Este humilde servidor solicita a ese grupo de desadaptados irracionales que están maltratando al mundo, que cesen en sus arbitrariedades,  que dejen de continuar perjudicando al que menos tiene y al más vulnerable, que tengan conciencia de lo que están haciendo, que piensen en el mal que le están haciendo a Colombia y al mundo ya que solo están destruyendo la obra de Dios, y, están desafiando a Dios, ya que sus intenciones no están enclavadas en justicia, democracia y libertad, sino en sangre, sudor y lágrimas. * Profesor

 

 

 

 

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