Opinión

Arde la Amazonía

27 de agosto de 2019

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La semana que ahora termina nos ha sorprendido con algo que de alguna manera esperaba el mundo, no sin angustia. Era una amenaza permanente, un anuncio sin data ni fecha, pero que estaba allí, como gran amenaza a la madre Tierra: la acentuación del ataque al gran reservorio de vida y diversidad que ha guardado por milenios el macizo amazónico. Un incendio de inestimables dimensiones ha destrozado, durante más de 20 días, territorios que se estiman en más de 5 mil  kilómetros cuadrados. Un candelero que ha destruido incalculables especies de fauna, flora y también ha incinerado más de una decena de aldeas o comunidades indígenas, en medio de una macabra inacción del Gobierno brasileño y el silencio indignante de la mediática continental y mundial, la cual nos tiene acostumbrados a esconder o a intentar distraer la mirada de estos imperdonables crímenes.  Incendios de diferente origen, pero al final uno solo, provocado intencionalmente, con saña, para que no quede nada en la superficie en la que muy pronto estarán inmensas retroexcavadoras, aplanadoras, taladros, explosivos y toda clase de equipos e implementos que caracterizarán la presencia de la civilización en el santuario de la naturaleza.

Hay demasiada avaricia y voracidad en el planeta, ha aumentado la ambición del mundo financiero explotador de las riquezas que pertenecen a la humanidad, los grandes capitales de escasas familias del mundo se frotan las manos en la perversa emoción de observar las dantescas imágenes de lo que ocurre en el corazón de la vida planetaria. En medio de un modelo capitalista brutal como el que campea en la actualidad, que no se detiene en absolutamente nada al momento de procurar nuevas fuentes de enriquecimiento, no resulta difícil hallar la razón de ataques inmisericordes a la naturaleza como el que afecta hoy al reservorio de vida concentrado en el Amazonas. No hay que escudriñar demasiado para  hallar multiplicidad de manifestaciones de  empresarios y gobernantes de todo el orbe, proponiendo “hacer productivas” las tierras y riquezas del Amazonas, en muchos casos invocando “nobles propuestas”, como las del combate a la pobreza y el hambre. Basta revisar las diversas menciones del hoy presidente  de Brasil en su campaña electoral, insistiendo en pronunciarse acerca de la necesidad de que “las riquezas amazónicas deben contribuir al progreso nacional”. Luego,  mostrando su vulgar hipocresía, no duda en reducir el presupuesto y la dimensión de los organismos destinados a la protección del ambiente y el Amazonas en particular, como medida para solventar la crisis económica. Y ahora, en el fragor de la tragedia, no ha tenido empacho en responder con la mayor tranquilidad: “el país no tiene recursos para enfrentar la emergencia”, buscando una forma de convertir en negocio, desde ahora, la destrucción de la Amazonía.

Igualmente, desde hace años, hemos oído a los jefes de Estado de los países con las más poderosas economías, como las de EE.UU. y Europa, señalar la incapacidad de las naciones suramericanas para proteger el pulmón del Amazonas, sugiriendo sutilmente su deseo de asumirse como grande protectores. Y también ahora, en medio de la tragedia, apenas 24 horas antes de la publicación de este texto, escuchar a la señora Merkel, jefa del Gobierno alemán, expresar la necesidad de tratar la catástrofe amazónica como tema de urgencia, en la reunión del llamado Grupo de los 7 países capitalistas más desarrollados –G7- , actualmente en desarrollo en la ciudad de Biarittz, Francia, en medio de fuertes protestas.

De manera que son muy poderosas las ambiciones, están desatadas las ansias de más dinero por algunas naciones y gobernantes, en alianza con los grandes capitales del mundo. Esta circunstancia de hoy convoca a una muy dura lucha, porque seguramente desde ahora comenzará a fraguarse la toma de la Amazonía por parte de los ejércitos de EE.UU. y la OTAN, a copar el territorio amazónico de bases militares, tanques y bombarderos, como si las armas opresoras fueran la mejor forma de proteger la naturaleza y la vida del continente. Ayer vi una pancarta en una protesta en Madrid, que expresa claramente lo que está pasando en la Amazonía: “No es fuego, es capitalismo”.

“No cambiemos el clima, cambiemos el sistema y salvaremos el planeta”.

Hugo Chávez Frías.

Gustavo Villamizar Durán

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