Una dictadura no puede convivir con un parlamento de otro signo político. Una dictadura, y la de Maduro, que es brutal y criminal, no podían ya tolerar, ni siquiera un parlamento desconocido y hostigado.
Por eso, este domingo 5 de enero, la dictadura le dio el zarpazo final a la Asamblea Nacional de Venezuela. Y tenía que ser a la fuerza, como lo han hecho todas las dictaduras. Con los soldados en la puerta, calificando quién podía o no ingresar al teatro bufo montado con los diputados del PSUV y el grupo de oportunistas y traidores que lograron sacar de nuestras filas democráticas.
Esta Asamblea, elegida en diciembre de 2015 e instalada el 5 de enero de 2016, pasará a la historia de Venezuela, como un parlamento asesinado por una dictadura, cuya incineración se desarrolló a fuego lento, durante un largo periodo de cuatro años.
Será presentada como el ejemplo de la forma que las dictaduras del siglo XXI clausuran un parlamento. En el siglo XX, Hitler y Pinochet clausuraron los parlamentos democráticos de forma inmediata, a sangre y fuego. Fujimori preparó un decreto para cerrarlo en un solo acto.
Maduro y su camarilla han clausurado nuestro parlamento de forma progresiva, tratando de esconder el hierro que usaron en el pasado siglo, pero al final todo ha quedado develado.
Recurrieron a su obediente TSJ para, con una serie de sentencias, perpetrar el crimen político.
La muerte de la Asamblea Nacional fue decidida en el seno de la cúpula roja, la misma noche en que se conoció su brutal derrota.
El resultado de los escrutinios, con todo y los elementos fraudulentos del sistema electoral a la fecha, así como el grosero ventajismo adelantado desde el poder, otorgó a la oposición democrática una mayoría calificada de las 2/3 partes del cuerpo, con la cual se abría la compuerta constitucional para adelantar desde el parlamento un proceso de equilibrio de los poderes, ya copados desde los tiempos de la Asamblea Constituyente de 1999.
Una camarilla acostumbrada a manejar el poder sin control ni contrapesos entró en pánico ante la posibilidad de someterse a una nueva ecuación del poder del Estado y decidió desarrollar un plan para anular al recién electo parlamento y seguir manejando el poder a su antojo.
Surge entonces la primera medida. Una burda sentencia de la Sala Electoral del TSJ, violentando toda la jurisprudencia, todo principio de derecho, se llevó por delante la representación del estado Amazonas, con lo cual le confiscaba a la oposición la mayoría calificada de las 2/3 partes de la cámara.
Han pasado cuatro años e insólitamente ese proceso no tiene sentencia definitiva, lo cual evidencia lo pérfido de su contenido y de su objetivo.
La Asamblea, en base a sus competencias y a lo absurdo de aquella sentencia, tenía que reaccionar contra ella. Y de ahí surge entonces otra tesis, aún más absurda y arbitraria: la del desacato.
La Asamblea está en desacato, dice la dictadura desde sus diversos espacios. Razón que usan para desconocerla de forma total. Así comienza la dictadura formal, ya en la práctica política ella existía. A partir de esta circunstancia se hace más abierta, más arbitraria, más criminal.
Para seguir haciendo el teatro bufo de simular democracia se inventan su propia Asamblea. Una que hiciera lo mismo que habían hecho con las legislaturas anteriores, dominadas a sus anchas desde Miraflores.
Surge entonces el adefesio de la Asamblea Nacional Constituyente. Con ella se perdieron las formas, se violentó totalmente el fondo del texto constitucional, cuya letra y espíritu quedaron destruidos con semejante fraude.
A lo largo de estos cuatro años han producido más de cuarenta sentencias para justificar el desconocimiento a la Constitución y al poder Legislativo nacional.
Pero eso no era suficiente. No se conformaron con desconocer las competencias constitucionales del parlamento. Les irritaban profundamente unos diputados haciendo discursos desde el hemiciclo del Capitolio.
Les angustió y les angustia la posición cuestionadora y retadora del presidente Juan Guaido. Les preocupa profundamente el reconocimiento de los países más influyentes de Occidente a la presidencia de Guaidó. No pudieron soportar más esa Asamblea y decidieron lanzar su arremetida final.
Incorporaron los diputados del PSUV, con el auspicio de la ‘mesita paralela’, e iniciaron un trabajo de corrupta cooptación de diputados de las diversas fracciones que forman la oposición democrática.
Este pasado domingo la trama quedó finalmente develada. Una burda maniobra, hecha como todo lo que hacen las dictaduras, con la fuerza de los fusiles, impidió a Guaidó y a sus diputados ingresar a la sede física del parlamento para presidir la sesión de instalación del periodo de sesiones ordinarias.
Mientras a los diputados de la oposición se les impedía el ingreso, a los de PSUV y los complotados provenientes de las filas de la oposición se les daba puerta franca, y se les ofrecía la pantalla de VTV para que anunciaran la directiva de “diputados de la oposición” que tenían previsto instalar.
De forma tumultuaria, sin los requisitos constitucionales y reglamentarios, la dictadura instaló su directiva. Sin tener los votos e impidiendo la participación de los diputados de la oposición, Maduro ha asaltado la Asamblea, ha defenestrado por la fuerza, con corrupción y con fraude, a Guaidó.
Ahora vendrá la consabida sentencia de la Sala Constitucional del TSJ validando la fraudulenta sesión del pasado cinco. De esa forma justificarán la segunda etapa de su plan: encarcelar, expatriar o asesinar al joven presidente.
La dictadura ha consumado su golpe al parlamento. Al final no han podido dejar de actuar como han actuado todas las crueles dictaduras del mundo: por la fuerza, con las armas, con el fraude.
Una operación innecesaria, porque la han desconocido durante cuatro años. Pero su objetivo es golpear la moral de nuestro pueblo. Desviar la atención de su conducta inmoral, utilizando unos cuantos diputados elegidos por la plataforma democrática, para desmoralizar y desmovilizar a la población, para que centremos nuestra atención en la traición, y no en la pérfida conducta de los autores intelectuales y operadores directos del asalto.
Estoy seguro de que esta burda y brutal maniobra será un elemento que acelerará el fin de la dictadura. Hoy Maduro está en peores condiciones políticas que el 31 de diciembre pasado. Hoy está más clara su conducta fraudulenta y violenta.
Hoy el país está en peores condiciones que ayer. La dinámica de la vida social, económica y política terminará obligando a la cúpula usurpadora a abandonar el poder. (César Pérez Vivas)