Pedro Alejandro Parra Fernández
Cuánto me duele que a veces buscamos las letras más pequeñas de la historia para juzgar y quizás, maltratar a nuestros héroes; a aquellos que lo dieron todo por la libertad de nuestras respectivas patrias, que se sacrificaron en aras de lograr ese camino por el cual hoy estamos transitando, y, somos nosotros en este presente, quienes estamos desconociendo a veces ese esfuerzo realizado y dejando que nos arrebaten esas libertades que ayer conquistaron para nosotros y nuestros hijos.
Me voy a referir específicamente a Francisco José de Paula Santander Omaña y a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Ponte-Andrade y Blanco; solo me dedicaré a hacer algunos señalamientos de la vida de ambos héroes, sin ánimo de entrar en odiosas comparaciones, sino con la intención humilde, serena, patriótica y responsable, de mostrar a Colombia, a Venezuela y al mundo, que ambos son dos gigantes de la historia patria.
Francisco de Paula Santander era conocido como “El hombre de las leyes” y “El organizador de la victoria”. Fue vicepresidente de la Gran Colombia en el período de 1819 a 1827 (encargado del Poder Ejecutivo) y Presidente de la República de la Nueva Granada. También fue muy importante con las labores de independencia de la Nueva Granada. En 1813, ya ascendido a Sargento Mayor, Bolívar le encomendó la defensa de los Valles de Cúcuta, donde fue vencido por los realistas, aunque les provocó un verdadero dolor de cabeza, y, tuvo victorias a pesar de la inferioridad cuantitativa o cualitativa, defendiendo o recuperando los Valles de Cúcuta y parte de Venezuela.
En 1814 se convierte en Coronel. Fue la pieza definitiva con su ejército en el triunfo de Bolívar en la Batalla de Boyacá en 1819, donde rodeó al enemigo y lo persiguió evitando que pudiera reorganizarse. Se le ascendió a General de División en el campo de batalla, y desde ese momento recibe el título de “Organizador de la Victoria”. Muchos lo consideraron el Arquitecto de la República. Hubo un distanciamiento entre estos dos líderes, tanto a nivel político como personal, tanto por un empréstito solicitado a Inglaterra como los hechos de La Cosiata, también conocida como La Revolución de los Morrocoyes, llevada a cabo por el general José Antonio Páez. En 1826 se confirmó la elección de Bolívar como Presidente y Santander como Vicepresidente. Se preocupó mucho por la Educación Pública, por la Hacienda y Economía Nacional, la uniformidad de la moneda y la primera Ley que reglamentó la jubilación de los empleados públicos; se le considera el fundador del Partido Liberal, y a Bolívar el fundador del Partido Conservador. ¡Colombianos: las armas os han dado la independencia; las leyes os darán la libertad”.
No, no nos dejemos llevar por amarguras extrañas, por políticos efímeros, por mandatarios sin historia y sin altura; no, nos une a los venezolanos y a los colombianos toda una historia, toda una vida de lucha, sacrificios, traiciones y sinsabores; nos une desde un billete de Un Peso que lleva las caras de Santander y Bolívar, hasta un Puente que nos separa apenas por metros y que llevan el nombre de estos dos grandes Próceres. ¿Dónde murió Bolívar? ¿Dónde nació Santander? En la misma patria colombiana. La lealtad y dedicación que ambos asumieron por la causa común de nuestros pueblos; su sentido de la lucha y, sobre todo, los sentimientos de patria, justicia y libertad. Acaso, ¿no es esto, suficiente?
Vamos a romper ese dique que quiere empañar la figura de estos dos grandes héroes de nuestra historia, y gritemos ante el mundo, para que nos escuchen Santander y Bolívar: “Acá estamos Libertadores, dándonos la mano para demostrarle al Orbe que fortaleceremos nuestras Naciones y que nada ni nadie impedirá que con nuestra unión las haremos aún más fuertes, generosas e indestructibles”.
El Libertador tenía muy claro que las obras perdurables no se quedan en lo meramente fáctico. Bolívar se sabe alfarero de un nuevo mundo político. Bolívar y Santander no fueron ningunos aventureros políticos que soñaron y lucharon por el poder para disfrutar enfermizamente de la posesión del mismo y de sus halagos. Es por ello que Bolivia lleva su nombre, y Colombia mantiene en el suyo la continuidad nominal de su sueño de integración. “Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”. ¡Qué grande es ser grande! ¡Qué grandes fueron Santander y Bolívar!