Opinión

Camino a la santidad

9 de mayo de 2021

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Francisco Corsica


Finalmente se logró. Una nación entera lo clamaba desde hace mucho —para ser precisos, desde 1949— y su deseo se hizo realidad. Sé que esta afirmación parece salir de cualquiera de los clásicos cuentos de hadas escritos por los hermanos Grimm, pero extrapolándola de la fantasía a la realidad demuestra que en ocasiones los sueños sí se hacen verdaderos.

Vamos en orden cronológico. Primero fue María de San José a mediados de los noventa, luego Candelaria de San José en 2008 y posteriormente Carmen Rendiles, diez años más adelante. Aunque las tres deben causarnos un profundo orgullo, el cuarto era probablemente el más esperado por todos. Creo que a estas alturas ya saben a quién me estoy refiriendo.

Sí, hablo de la beatificación de José Gregorio Hernández, el «médico de los pobres». Se trata de una de las figuras venezolanas más veneradas por su gran empatía y carisma con el prójimo, manifiestas en la honrada profesión que ejerció. Creo que nadie al norte de América del Sur desconoce su pintoresco sombrero, su típico peinado, su cuidado bigote ni su característica forma de vestir.

Este 30 de abril fuimos testigos del magno evento ocurrido en el Colegio La Salle de Caracas. Solamente tuvimos que esperar tres años para recibir a un nuevo beato. Saquemos algunas cuentas: sobre Venezuela, es el cuarto beatificado, el primero de sexo masculino y el primero laico. Además, es la tercera beatificación de un venezolano realizada en suelo patrio.

Con su beatificación, contamos con tres venerables en Venezuela. Emilia y Marcelina de San José, ambas declaradas así por Juan Pablo II a finales de 1993, y Tomás Morales Pérez, declarado como tal en 2017 por Francisco. Sin contar los que podrían venir, en ellos tres encontramos potenciales nuevos beatos a futuro.

Aldo Giordano, Nuncio Apostólico en Venezuela, nos recordó en la ceremonia lo oportuno de beatificar a un profesional de la salud en plena pandemia. Recordemos que el Dr. José Gregorio Hernández vivió la pandemia de gripe española, iniciada en 1918. Si bien no se contagió, sí atendió enfermos en aquel entonces. De hecho, murió atropellado mientras iba a visitar a una paciente. Casi 100 años después, mientras se beatifica al médico de los pobres, otra nueva enfermedad azota a la humanidad.

Igualmente, abrió la posibilidad de que el papa Francisco haga una visita oficial a Venezuela. De suceder, sería la tercera. Las dos anteriores se llevaron a cabo en 1985 y 1996. Para entonces, el sumo pontífice era Juan Pablo II. Luego asumió Benedicto XVI, que no nos visitó, hasta llegar a Francisco. Realmente me gustaría ver al primer papa que se hace llamar como yo en mi propio país. Sería interesante.

Retomemos a nuestro beato. A pesar de que no suelo hablar con frecuencia de este tipo de temas, me resulta imposible no aportar algo al respecto. Estas líneas fueron escritas con inmenso patriotismo y alegría. A través de ellas, le rindo un pequeño homenaje a uno de nuestros grandes compatriotas, a la localidad de Isnotú, al pueblo trujillano y al venezolano, gente noble e inteligente.

Es increíble cómo este extraordinario ritual religioso regocija y anima a un país entero. Necesitábamos algo así como sociedad. Las noticias por estos lares no siempre son tan alentadoras, pero esta cae como un bálsamo para el alma. Imagino que hasta el más escéptico se emocionó aunque sea una pizca: no todos los días reconocen a esa altura a uno de los nuestros. Es lo mínimo que pueden hacer.

Ya era hora de recibir tan emocionante noticia. Tanta espera valió la pena. Lamentablemente aún no contamos santos venezolanos, pero la beatificación es el paso previo para la santificación. Nuestro país suma ahora cuatro beatos, por lo tanto, hay una lista de espera. Ojalá el proceso de canonización pueda llegar hasta el último paso con alguno de ellos en los próximos años.

¿Qué más podría contarles que quizá no sepan ya? Solamente me queda pedirle al Dr. José Gregorio que interceda por la excelente salud de todos nosotros. Por la humanidad, agobiada por la pandemia de la COVID-19 y la crisis económica que conlleva. Que vele desde los altares por la rápida sanación de los enfermos y por la salud de quienes no lo estén. Ahuyenta todo dolor y malestar. Bríndanos sosiego, sé nuestra ayuda y defensa.

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