Porfirio Parada *
Escribo cartas invisibles, escribo palabras rotas, olvidadas, que posterior a su última línea improvisada o minuciosamente escrita serán descartadas, eliminándolas de cualquier archivo o papel gastado. En esa misma carta también dibujo. Dibujo flores, soles y ramas delgadas, desdibujadas. Dibujo reflejos, distancias, delirios. Muestro tímidos jardines, excusas cromáticas, pinceladas frágiles como el niño que fuimos que refleja sinceridad, matiz y corazón. Pero al color lo termino destruyendo, arrancando sus pétalos así como hice con el papel, dejando manchado el piso y mi recuerdo deseado. Son declaraciones desnudas, continuos sentimientos que el pensamiento exige, por necesidad o por solo accionar. Es un ejercicio espontáneo sumergido por la pasión de la escritura y los colores. Pero hay cartas des(coloridas) que por razones obvias o desconocidas sí son entregadas a su destinatario. La gran mayoría de estas son escritas en la noche, por la suavidad que ofrece el viento en las calles, la enigmática melancolía nocturna y por mi simpatía con el trasnocho. Entre ambas cartas no veo una gran diferencia, porque las dos están escritas y dibujadas con un propósito que no explico. Íntimo deseo del querer. Algunas veces indescifrable, otras veces preestablecido. Persistiendo la expresión inmediata de lo que se siente. Bueno, la única diferencia en todo caso y la más evidente es para la persona que sí va a leer la Carta/Color. A ella no le pido respuestas, a ella le doy parte de mi silencio y lo que soy en vestigios de poesía.
No me disfrazo en Halloween, porque de la noche ya me he extraviado. Convirtiéndome en lo que no soy, un zombie con los pasos perdidos, intentando recordar la última luz, en una tierra movediza, disuelta. Si soy un fantasma es por el dolor, de no reconocer mi propio rostro, y por alimentarme de compañías imaginarias, que se ríen como muertos vivientes, un ritual maldito que la noche devora, siendo uno la sombra de lo que no fue, un zombie entregado a la noche sin luna.
Por la amiga que vio a Soda Estéreo en Caracas, entre pieles sudadas, después de la adolescencia. Por los pasteles que salvan la patria en el Hospital Central, donde el frío, silencio y trasnocho dominan, por los colores de las melodías en las guitarras desafinadas, entre los cuentos, la ida al baño y los nuevos amantes. Por la rutina desquiciada, y su desconexión disimulada. Donde otros son otros, todos nosotros, los mismos. Por la fábula nocturna después del invento, la luna brinda caminos en los amaneceres. Inquietos, perdidos, extrañando la cama.
No quiero decir mucho pero se está orquestando un emotivo festival en la ciudad. Por los 30 años del museo MAVET. Un festival que ya ha existido años atrás, organizado en diferentes lugares de San Cristóbal, siendo el museo uno de los sitios donde se ha realizado convocatoria y participación. Un festival de bolero donde se participe con la composición inédita. La Casona 25 será una vez el recinto cultural, donde recibirá gente talentosa, exhibiendo sus capacidades y sensibilidades artísticas. Se está buscando a los jurados más competentes, jurados de otros festivales, jurados que han tenido agrupaciones, tarima, directores, profesionales del canto. Contar con la agrupación que interpretan el bolero, los ensayos previos, las presentaciones y actuaciones de los participantes, su manera de ser, de cantar y de vestir. César Peñaloza se filtra entre los nombres de los organizadores. El hombre del tango «Barrio Obrero». El artista vestido de artista canta y conversa en los pasillos del MAVET, sugiere, ofrece, y vuelve a cantar. Se están definiendo las bases para participar, el afiche oficial, la fecha posible. No quiero decir mucho pero participen, vayan compartiendo la información, le pueden decir a artistas, cantantes, amigos y familiares. No quiero decir mucho pero.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio