“La batalla contra el imperialismo de Estados Unidos comenzó con Bolívar. Ahora, nosotros hemos tomado su bandera, y le pido a todos que hagamos todo cuanto haya que hacer para que, 200 años después, derrotemos al imperialismo norteamericano y contribuyamos a salvar la vida en este planeta”.
Hugo Rafael Chávez Frías (Día de la Dignidad y de la Rebelión Bolivariana; 4 de febrero de 2006)
Revisar la historia vivida por nuestra Patria desde el nacimiento de la Gran Colombia en el Congreso de Angostura en 1819 es volver a un destino incierto el cual concluiría 11 años más tarde, con la separación de Venezuela de la Nueva Granada con la célebre Cosiata de 1830, luego de la muerte del Libertador Simón Bolívar que sería refrendada por la traición de Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez.
Desde entonces el ir y venir de nuestros países, condenados a vivir como hermanos en las buenas y en las malas, ha sido una historia de amor y dolor en la cual sin temor a equivocarnos a Venezuela le ha tocado la peor parte.
Sólo falta revisar el comportamiento de los neogranadinos en las diferentes etapas del tratamiento de nuestros tratados limítrofes y fronterizos, así como su conducta reiterada que ha rebasado la paciencia de los gobiernos venezolanos debido a su picardía y a su indeseada traición, la cual se refleja en los hechos y en las acciones de la diplomacia colombiana.
Episodios tristes y grises se han repetido sin cesar entre las dos naciones, como los del “Caño Bayonero”, “la corbeta Caldas”, “la isla de Los Monjes”, “el dragado del Arauca”, “los pozos petroleros horizontales del Apure” y “el contrabando de combustible (diésel y gasolina), así como el de alimentos”.
Asimismo la “trata de blancas”, “los paramilitares”, “las invasiones” y la desastrosa Resolución N. 8 de la paridad cambiaria del “dólar Cúcuta”, avalada por el Banco La República de Bogotá en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y aceptada por Juan Manuel Santos.
Hoy con el mayor descaro, además de la presencia de las siete bases militares norteamericanas que representan una afrenta, surge la maniobra brutal que impulsa la guerra económica encarnada en el “dólar today”.
No es concha de ajo lo que hemos tenido que soportar de nuestros vecinos colombianos a quienes tratamos como hermanos, luego de sus migraciones frecuentes, las cuales ya contabilizan más de 6 millones de colombianos en nuestros territorio y a quienes se les ofrece a manos llenas, educación, salud, vivienda a cambio de nada.
La contraprestación se manifiesta en la conducta de los mandatarios de los gobiernos oligárquicos y déspotas de Colombia, de quienes recibimos ofensas permanentes, asedio, amenazas y odio recurrente, el cual se expresa en la negación de nuestros buenos oficios en favor de la paz, como lo fueron los esfuerzos realizados por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías para la búsqueda de los acuerdos de paz con las FARC y las FALN en Cuba.
Igual agresión se ha puesto de manifiesto, luego de la muerte del Comandante Chávez, contra el Presidente Nicolás Maduro con los ataques de paramilitares despiadados, quienes han causado la muerte de compatriotas como el recordado Robert Serra y el capitán Eliezer Otaiza (muertes que no deben quedar impunes).
Hoy en el marco de la guerra económica sigue presente el fantasma de la oligarquía colombiana rondando sobre la política venezolana, la cual ha dado muestras de madurez al poner en su sitio, luego de 22 elecciones, a la oposición fascista aliada de los regímenes de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, a quienes siempre les han rendido pleitesía por aquello de ser cipayos del imperio.
No está muy lejano el tiempo cuando el sufrido pueblo colombiano, en su mayoría campesino e indígena, maltratado, perseguido y asesinado por las oligarquías colombianas, encuentre la libertad añorada y aplaste a los liberales y conservadores del narcotráfico.
Soplan vientos de paz en Colombia pero no gracias al “premio nobel”, sino a la reivindicación y la lucha del pueblo bolivariano de Nueva Granada, quien lucho también al lado de Bolívar en Boyacá, Pantano de Vargas y Pichincha por la libertad de la Patria Grande: América.
Desde ya y hasta que las banderas del pueblo de Gaitán se enarbolen y avancen por las sabanas de la Gran Cultura Chibcha, pisoteada por las oligarquías colombianas, hablaremos de una auténtica hermandad consagrada en el Congreso de Angostura de 1819.
El Gobierno Bolivariano para bien de nuestra Patria, la de Miranda, Bolívar y Sucre debe cerrar el chorro de subsidios a Colombia, el avance del paramilitarismo y el desangre de gasolina y diésel que castiga a nuestros pueblos fronterizos del Zulia, Táchira, Apure y Amazonas en sus más de 2.219 kilómetros de frontera.
Debemos picar adelante de una vez por todas y con firmeza poner a Colombia en su lugar, antes de que el “Caín de América” quien asesina a los líderes sociales, así como acabó con la Unión Patriótica, cumpla las órdenes del imperio norteamericano abrazado al MOSSAD israelí, para ejecutar su Plan Colombia o el Plan Balboa en la “Media Luna” venezolana, de la cual hasta ahora estamos tratando de salvar de las garras del imperio al estado fronterizo del Zulia.
¡Amanecerá y veremos! (Marco Tulio Arellano)