Francisco Corsica
En una publicación anterior hablamos de las bondades de los servicios de streaming, cada vez más frecuentes en nuestros hogares, y de los nuevos tiempos que nos depara la poderosa industria del entretenimiento. Usando estas nuevas plataformas, el espectador tiene literalmente el control de lo que ve.
Retomando este interesante tema, durante las últimas semanas las principales compañías de Hollywood han movido el tablero de ajedrez con astucia y rivalidad. Sobran los ejemplos de adquisiciones y de anuncios. Aunque no lo parezca, es una partida a la que cuesta llevarle el pulso. ¿Cuál es su propósito? Posicionarse entre los servicios de retransmisión en directo por suscripción.
Bob Chapek, presidente de The Walt Disney Company, anunció recientemente que cerrará más de cien canales de televisión en todo el mundo para migrar toda su programación a Disney+, la plataforma de este tipo de la compañía. A buen entendedor, pocas palabras: aquel que desee ver su extenso contenido, que pague por él. Se acabó la magia de los canales tradicionales. Esta innovadora apuesta va orientada a hacerle competencia directa a Netflix, el gigante de los servicios de streaming.
Esta singular ruleta de la fortuna no acabó ahí. A finales de mayo del corriente año, Amazon compró a la Metro Goldwyn Mayer, una de las empresas cinematográficas más grandes y reconocidas del globo, para sumar todo su contenido a Amazon Prime Video, competencia de Disney+ y de Netflix. Es también la primera vez que una compañía de streaming compra un estudio cinematográfico completo.
Sumémosle ahora que a principios de este mes WarnerMedia se fusionó con Discovery Inc. para fundar Warner Bros. Discovery, un nuevo conglomerado fundado con el propósito de crear contenido original para HBO Max y Discovery+, sus respectivos servicios que rivalizan con los tres hasta ahora mencionados.
Tranquilos, la idea no es enredarlos con tantos nombres. Y menos si no los conocen. Lo que sí llama la atención es que cada vez más compañías se pelean por ingresar y posicionarse en ese mercado para destronar a la pionera en esta modalidad. Una torta que cada día se divide en más pedazos. Las adquisiciones de estas gigantescas empresas buscan ampliar sus catálogos para hacerlos más interesantes al público. Todos quieren hacerse de franquicias importantes. Por citar dos ejemplos concretos, con la compra de MGM, Amazon se apropió de la exitosa saga de James Bond. Pero Disney, con las empresas que ha adquirido, es dueña de las tres películas más taquilleras de todos los tiempos.
Hasta el día de hoy, las dos plataformas más exitosas son Netflix y Amazon Prime Video, seguida de Disney+, que disfruta de un acelerado crecimiento en estos momentos. Las dos primeras reúnen algo más de 200 millones de suscriptores cada una, mientras que la tercera presume de haber superado recientemente los cien millones. No son números que deban tomarse a la ligera, y con estos movimientos van en aumento perenne.
Una ojeada a estos eventos nos demuestra que la apuesta de los grandes conglomerados ya no va dirigida a la televisión tradicional. Inclusive hay quienes introducen el término streaming wars —guerra de servicios de retransmisión por suscripción, en español— para designar esta competencia que día a día se torna más evidente. No es una guerra, claro está, pero vaya que están compitiendo. Hay que ver los millones de dólares que facturan mensualmente.
Mientras tanto, los canales de televisión de siempre ven mermar sus niveles de audiencia. Ahí están, buscando un golpe de suerte que no los deje en el olvido. No importa lo que estén transmitiendo: es más fácil ver los nuevos. Los ves cuando quieras, donde quieras y a través del dispositivo que quieras. Son programas frescos, sin publicidad, con alta definición de imagen, efectos especiales alucinantes y adaptados a los nuevos tiempos. ¿Quién podría resistirse?
Lo cierto es que la industria del espectáculo no volverá a ser la misma nunca más. Las productoras de cine que siempre hemos conocido han movido sus piezas para adueñarse de nuestras pantallas. Inicialmente eran muchas empresas, ahora son muchas las que están en manos de pocos. En el horizonte se vislumbra un choque entre los grandes y los poderosos. Vaya que sí: todos quieren ganar esta atípica partida de ajedrez en la que quedan muchos reyes y pocos peones.