Opinión

…cierre de ciclos

23 de octubre de 2019

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Julieta Cantos

El ser humano permanentemente busca cómo poder expresar lo que siente, lo que hace y por qué hace lo que hace.

A raíz del cese de actividades de Sin Límite, muchas personas han comentado, por escrito u oralmente, sus sentimientos y experiencias en torno a los 33 años de funcionamiento de Sin Límite. Todos, sin excepción, han sido hermosos. Recuerdos diferentes, en tiempos diferentes, de generaciones diferentes. Fueron más de 3 décadas, 3 generaciones. Eso, ya de por sí es edificante y satisfactorio, por lo que significa para cada una de las personas a las que Sin Límite les llegó, con las diversas actividades que realizó, pero me gustaría ir más allá, vinculándola con el hecho arquitectónico.

Quiero pensar que Sin Límite transformó de múltiples maneras a nuestra sociedad tachirense, desde lo aparentemente sencillo, como alentar lectores, por el simple hecho de estar en contacto con libros, y asumir la lectura por el mero placer de leer, hasta promover la discusión, la investigación, y la sensibilidad artística, entre otros; pero, sobre todo, el asumir como un derecho propio poseer espacios diseñados especialmente para codearse con todo aquello que forma parte de nuestra vida cotidiana: la cultura coyuntural, aquella que nos toca vivir generacionalmente, incluido el bagaje de la anterior. Los espacios de Sin Límite fueron pensados, en primer lugar, para ser disfrutados por todos; en segundo lugar, para desarrollar toda actividad que nos pareciera importante, en la construcción de la diversidad, la crítica y el pensamiento; y en tercer lugar, como referente arquitectónico en relación a una ciudad que en su momento crecía desordenadamente, afectando sectores tradicionales como Barrio Obrero. El “desarrollo” no debe significar la destrucción de relaciones interespaciales  válidas y humanas. El comercio, si bien debe ser rentable, está en la obligación de proveer espacios que consoliden nuestro buen vivir. Sin Límite generó ambientes cálidos, vinculados a su entorno, respetando la escala y la densidad del sector en que se implantó. Manejando materiales no perecederos y un diseño de nuestra era y espacio, por lo que su edificación podrá mantenerse en el tiempo, más allá de una moda y más allá de un uso del momento. Su importancia como modelo significó ser estudiada en la escuela de Arquitectura de la UNET, así como su publicidad fue analizada en la escuela de Comunicación Social de la ULA. Sin Límite era más que una librería. Quizás por ello, la gente nos veía como un espacio público, que lo éramos, antes que como una empresa privada, sin subsidios, que también lo éramos. Una gran caja de sorpresas llena de creatividad, energía y sentido de pertenencia, al convocar eventos necesarios en los momentos necesarios. Quizás también por ello, hoy cuando cerramos nuestras puertas, lo hacemos tapando esas vitrinas que tanto ofertaron en calidad y actualidad, con grandes cortinas amarillas, como un gran teatro, lleno de sorpresas. Cerramos un ciclo de 33 años, exitosos, sabrosos, con orgullo tachirense y venezolano. Ese proyecto de dos -de Jorge y mío-, que se convirtió en el de todos, y que los escritos que me han hecho llegar, todos esos lectores, amigos, compañeros de luchas intelectuales, me hacen sentir que sí se convirtió en un proyecto de muchos. Puedo entonces decir que nuestro aporte no fue solo en lo cultural, sino también en el hacer ciudad y ciudadanos…que es más importante.

Afortunadamente, se cierran ciclos y se abren otros…En la declaración que ofrecí a la prensa a principios de mes, agradecí profundamente a todos los que nos acompañaron, pero enfaticé en el acompañamiento que nos hicieron todos los medios de comunicación, quienes asumieron este proyecto como propio y lo monitorearon paso a paso. Y fíjense ustedes cómo es la vida, que cerrando yo ciclos, para abrir otros, con la ida de Ramsés Díaz León se cierra un ciclo periodístico importantísimo para el Táchira.

La vida nos regala y nos quita. Yo he sido afortunada; la vida me ha regalado amigos, familia y un extraordinario compañero. En su momento he tenido que aprender que nada nos pertenece, pero lo vivido y los recuerdos sí son nuestros. Ramsés no solo fue un extraordinario amigo, fue un hombre profesional en su ejercicio diario, fue el consejero en momentos de incertidumbre. Y vivió, vivió el tiempo que le tocó, poniendo lo mejor de sí y generando equilibrio cuando no lo había. A sus colegas, a su familia, mis sentimientos de respeto y profundo amor, hacia un hombre que supo aceptarme como quien yo era.  /[email protected]

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