Humberto González Briceño
Desde el punto de vista ético (preservación del individuo), la guerra es cuestionable. Desde el punto de vista moral (preservación de la sociedad política), la guerra es una institución necesaria. Si le damos la vuelta a la concepción de Carl von Clausewitz podemos decir que la política es la continuación de la guerra, por otros medios.
Las dialécticas entre estados son inevitables porque siempre habrá el enfrentamiento de unos estados contra otros en situaciones que unas veces serán resueltas por la geopolítica (el arma de los más poderosos), la diplomacia (el arma de los menos poderosos) y la guerra, cuando todas las otras opciones se trituran unas a otras.
La ideología hegemónica de los derechos humanos condena la guerra, todo tipo de guerra, como si las contradicciones y las diferencias entre los hombres pudiesen desaparecer milagrosamente por efecto de una declaración internacional de buenas intenciones. La esencia de las relaciones entre sociedades políticas está determinada por categorías de hegemonía y confrontación que llevan eventualmente a situaciones de guerra.
Por eso los Estados que suscribieron la Declaración Universal de los Derechos Humanos no renuncian al derecho de organizar sus propios ejércitos y defender militarmente su territorio y sus fronteras, porque solo así podrían garantizar los derechos de sus ciudadanos.
En Venezuela, el escalamiento del conflicto territorial con Guyana plantea la posibilidad, no tan lejana, de una confrontación armada para dirimir el asunto del Esequibo. Solo basta considerar la posibilidad de la incursión del ejército de un país en el territorio del otro o una eventual sentencia desfavorable para Venezuela de la Corte Internacional de Justicia, cuya competencia el gobierno de Nicolás Maduro desconoce, para súbitamente vernos en un teatro de guerra.
En ese escenario, inmerso en la dialéctica de Estados, no se podría pensar en la situación típica en la cual el ejército de un país se enfrenta al de otro, sino más bien a una alianza de países que se enfrenta a otra como se ha visto en conflictos como la guerra Ucrania-Rusia, por ejemplo.
Guyana, emulando la estrategia de Qatar, ha logrado alinear en su alianza países con los intereses más disímiles, incluso algunos que hoy aún se cuentan como aliados políticos del gobierno de Maduro. Allí están los Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, pero también China, Cuba, y Brasil.
Entonces es pertinente preguntarse ¿con cuáles países cuenta Venezuela ante un hipotético, pero factible, conflicto armado con Guyana? ¿Con cuántos cañones cuenta Venezuela?.- @humbertotweets