Opinión
Conocimiento profundo: ontología de la trascendencia y la arquitectura del espíritu
domingo 28 diciembre, 2025
La crisis de la modernidad no es una crisis de información, sino de sentido. En la cúspide de la evolución técnica, el ser humano se halla paradójicamente sumergido en una orfandad existencial. El «conocimiento más profundo» no reside en la acumulación de datos ni en la sofisticación de la dialéctica académica; reside en la integración armónica de una intelectualidad robusta, una templanza emocional y un despertar espiritual que proyecte la existencia hacia el servicio y la plenitud.
I. La universidad como ecosistema de lo eterno
La institución universitaria, en su etimología y esencia, debe ser entendida como una comunidad de intereses espirituales. En efecto, su propósito no es la fabricación de piezas para el engranaje productivo, sino el afianzamiento de los valores trascendentales. Por el contrario, una academia que ignora la sed de absoluto del ser humano se convierte en un desierto de vanidades, donde lo efímero es venerado como esencial.
Ahora bien, la reflexión axiológica nos enseña que la verdad no se posee, se habita. El aula debe ser el recinto donde el buscador no solo aprenda a descifrar el cosmos, sino a reconocer el orden divino que lo sostiene. En este sentido, una persona académicamente competente que carezca de una espiritualidad despierta es un navegante sin brújula, propenso a naufragar en los mares de la soberbia o el nihilismo.
II. La patología de la preocupación y la metafísica del control
A la luz de una mirada crítica, la angustia contemporánea es el resultado de una distorsión ontológica: el hombre ha pretendido usurpar el lugar de la providencia. De hecho, la preocupación es, en esencia, una vanidad que pretende sostener con manos finitas lo que solo pertenece al orden de lo infinito.
Por añadidura, la ansiedad nace cuando el alma deposita su ancla en arenas movedizas —lo que cambia, lo que perece, lo que es externo—. A diferencia de esto, la persona sabia reconoce que la paz no depende de circunstancias favorables, sino que es una llama que se cultiva en la intimidad de la comunión con lo divino. Así las cosas, cuando el principio creador ocupa el centro del ser, el caos exterior pierde su poder para desordenar el cosmos interior.
III. La praxeología de la paz: la fe como sabiduría superior
La fe, despojada de su barniz superficial, se revela como la forma de navegación más sofisticada que existe. No es un recurso de última instancia para el desesperado, sino la primera decisión del prudente.
- El orden de las prioridades: cuando la divinidad es el eje, el ritmo de la vida se transmuta. La decisión ya no es hija del impulso o el temor, sino de la claridad que otorga la perspectiva eterna.
- La oración como alquimia interior: más que un ritual, la comunicación con lo sagrado es un proceso de ordenamiento epistémico. Mientras la preocupación disipa la energía vital, la comunión espiritual la concentra y la eleva, transformando la resistencia en propósito.
- La entrega voluntaria: la verdadera libertad se alcanza al reconocer los límites de la voluntad humana. Entregar lo que está fuera de nuestro alcance a las manos de la divinidad no es un acto de debilidad, sino la máxima expresión de la inteligencia espiritual.
Por consiguiente, la fe, en este contexto, no es ceguera: es visión profunda. No se trata de ignorar las dificultades, sino de afrontarlas desde una confianza radical en el orden invisible que sostiene la vida. La oración, por su parte, deja de ser solo petición para convertirse en un acto de recogimiento y presencia, una disciplina de gratitud y apertura al sentido. El alma que agradece, incluso en medio de la tormenta, transforma la adversidad en aprendizaje y la espera en maduración interior.
Reflexión final: el umbral del 2026 y la consolidación del propósito
Al cerrar este ciclo del año 2025, quienes participamos directa o indirectamente en la responsabilidad de la conducción académica y ciudadana, observamos el horizonte del año 2026 no como una incertidumbre, sino como una oportunidad de diseño providencial. Como mentores en la educación y la formación integral, afirmamos que el destino de una nación y de sus instituciones no depende de las fluctuaciones de lo externo, sino de la solidez del carácter de sus hombres y mujeres.
El 2026 demanda un liderazgo que no solo gestione recursos, sino que inspire almas; un liderazgo que comprenda que la mayor política pública es el fomento de la paz interior y la confianza en el plan maestro. Que este nuevo año sea el escenario donde la preocupación se disuelva en serenidad y la incertidumbre en propósito. En ese silencio donde la confianza sustituye al control, es donde finalmente nace la sabiduría y donde Venezuela y el mundo encontrarán su verdadera reconstrucción.
En definitiva, el destino de Venezuela —y de cualquier nación— se juega en la capacidad de formar ciudadanos y líderes que vivan desde la serenidad, la confianza y el servicio. Una universidad y una sociedad verdaderamente comprometidas con el futuro no solo preparan para la competencia, sino que cultivan el crecimiento humano integral, ofreciendo espacios para el silencio, el autoconocimiento, la gratitud y la apertura a la trascendencia. Solo así podremos reconstruirnos desde la raíz: no como reacción a la crisis, sino como expresión de una vida reconciliada consigo misma y con el misterio que la habita.
¡Al final, el Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María triunfará!
| Pedro Morales Profesor Titular ULA UNET Misión Eucarística para la liberación espiritual: “Salve María Auxiliadora, economía de la salvación y de la felicidad verdadera” [email protected] / |
Dr. Omar Pérez Díaz Profesor Titular ULA Decano Vicerrector Decano de la ULA Táchira [email protected] / |
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