Opinión

Contra el maltrato animal

2 de mayo de 2021

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Francisco Corsica


A principios de abril, un vídeo se hizo viral en las redes sociales. Pocas veces se hace centro de atención en ese tipo de medios contenidos tan reflexivos. Se trata de un cortometraje de escasos cuatro minutos realizado en animación stop motion. Contiene un mensaje doloroso y bastante crítico sobre las prácticas que algunas empresas realizan con animales.

Hablo de Save Ralph, dirigido por Spencer Susser. Si aún no lo han visto, terminen de leer este periódico y luego diríjanse a la red para darle un vistazo. En este, nos presentan un falso documental narrado por un conejo llamado Ralph, que “trabaja” en un laboratorio de pruebas químicas para cosméticos. A pesar de las desgarradoras lesiones que abruman su cuerpo, el protagonista defiende con ingeniosa ironía los experimentos en animales.

El mensaje final es bastante claro sobre el objetivo que persigue el cortometraje. Su cierre muestra la frase «ningún animal debería sufrir ni morir en nombre de la belleza». Preciso y demoledor al mismo tiempo. Si quedaba algún ápice de duda, esta sentencia la desmonta. Luego sugiere apoyar una ONG en su lucha contra esas pruebas, pidiendo su ilegalización. Vale la pena verlo. Listo, no revelaré más, búsquenlo después.

Una historia como la mencionada pone sobre el tapete un tema que, a pesar de estar tan presente, son pocos los que se ocupan realmente de él. Es un mensaje contra la crueldad animal enfocado en la experimentación con animales usando productos químicos.

Y son hechos con los que podemos encontrarnos en cualquier lado. Hace menos de una semana, la Comunidad de Madrid suspendió las labores de un laboratorio que experimentaba con animales. Esto ocurrió después de que se filtrara un vídeo que mostraba el tipo de pruebas a los que sometían a las inocentes criaturas.

Aunque la normativa propia de la ciudad declara ilegal los hechos y da pie a la clausura del laboratorio, hacer esa clase de pruebas es legal en cuatro de cada cinco países en el mundo. Muchas ONG luchan por la su ilegalización definitiva en todos los países. Las especies más usadas son los conejos, los ratones y los monos.

Piénsenlo bien. ¿Es posible que una nueva crema dental haya desintegrado la dentadura completa de un conejo en su fase experimental? ¿En algún momento el shampoo que usamos en la ducha dejó ciego a un ratón de laboratorio? ¿Cuántos monos han agonizado probando ensayos de cremas corporales? Existen casos así.

Junto a mi familia, soy dueño de un can. Una cocker spaniel que ya cumplió sus primeros once años. Como todos los que contamos con la dicha de vivir con mascotas, la considero parte de la familia. Solamente quienes convivimos con animales sabemos lo especiales que son. Dificulto que alguien en esta misma condición apruebe actos de esa naturaleza.

Tristemente existen seres humanos que son capaces de agredir animales. Me he referido principalmente a la industria de fármacos y cosméticos por tratarse los dos casos más divulgados en las últimas semanas, pero puede llevarse a otras esferas. No importa destacar si lo realizan por una «buena causa» o no: maltrato es maltrato.

Si a eso le sumamos que los animales nada tienen que ver con los cosméticos humanos, veremos la crueldad que esconden esas pruebas. Como diría la sabiduría popular, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

El maquillaje, así como otros productos químicos, deben ser problema nuestro y nada más, sin involucrar otras especies. La belleza o fealdad de cualquier rostro humano no son problemas que les incumban a esos seres inocentes. Con esto no sugiero comenzar a experimentar con seres humanos ya que sería igual de aberrante, solo apoyo esa lucha que lleva a cabo los desarrolladores del cortometraje y tantas organizaciones a través de estas líneas.

La mayoría de nosotros no tenemos que ver con todo eso. Solamente disfrutamos del resultado final sin saber a ciencia cierta qué hay detrás de cada uno de ellos. Para mayor certeza, las ONG han publicado listas para saber cuáles corporaciones producen mercancías libres de maltrato animal. Son marcas seguras que no cargan en sus hombros sufrimiento innecesario. Se pueden conseguir los listados fácilmente en internet.

Lo mejor que podemos hacer —mientras esperamos que todos los países prohíban el testeo animal— es apoyar esas iniciativas comprando a las empresas que no desarrollan estas lamentables prácticas. La naturaleza, la vida y la biodiversidad nos lo agradecerán.

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