Gustavo Villamizar Durán
Las guerras de este milenio tienen múltiples modalidades y facetas, no siempre se libran mediante las armas ni las activan los ejércitos de las naciones. Desde la afrentosa experiencia sufrida en Vietnam, los gobiernos norteamericanos y sus aliados, han optado por confiar el trabajo sucio, como si la guerra toda no lo fuera, a empresas privadas mediante el modelo llamado de “ejércitos mercenarios”.
La estrategia consiste en financiar la conformación de contingentes reclutados entre veteranos de las guerras permanentes que mantiene el imperio, integrantes de organizaciones paramilitares o narcotraficantes, desertores y reservistas de ejércitos de los países pobres, o simplemente, jóvenes de esas naciones sin opciones de futuro, para constituir regimientos “rebeldes” presentados como “libertadores” de patrias que ni conocen ni les importan. Esta modalidad, fracasada en el intento de la “Contra” en Nicaragua entre 1979 y 1990, fue modificada y probada con “éxito” en la disolución de Checoslovaquia y Yugoslavia en la última década del siglo XX. Desde entonces, ha sido asumida sin pudor en las macabras experiencias de las “primaveras” en Libia, Afganistan, Irak, Ucrania y Siria, entre otras naciones agredidas. Claro está que la creación de tales tropas mercenarias tiene sus ventajas: resultan más baratas, se cancelan salarios más bajos que los de ejércitos oficiales, no crean compromisos laborales ni obligaciones o prestaciones, no se exponen los connacionales y sobre todo, no comprometen el prestigio de los almidonados agresores, quienes niegan impúdicamente su participación.
Por supuesto, previamente a la intervención mercenaria se lanza sobre los países escogidos para su ocupación y destrucción, toda la variedad de modalidades de guerras de nueva generación: ideológica, cultural, psicológica, mediática, económica y tantas otras, como preparación del terreno para la entrada de los “libertadores” de marras. Como parte de este apresto se desfigura la imagen del país y su gobierno asociándolo a acciones nefastas y hamponiles; se cultiva el desarraigo de sus habitantes sobre manera los jóvenes; desarrollan un tenaz ataque a la economía asentado en la catástrofe de la moneda; aplican sanciones a PDVSA y funcionarios de gobierno mediante las cuales justifican y esconden el robo de activos y capitales de la nación junto al feroz bloqueo general económico, comercial y financiero para ahogar la economía nacional; impiden la compra de alimentos, medicamentos y repuestos o partes de equipos; todo en busca de una hecatombe económica que lance la población a las calles en estallidos sociales totalmente provocados.
De manera que lo presenciado por los venezolanos el pasado 3 de mayo en el litoral central, no es otra cosa que la muestra palmaria de tan sanguinarios procederes del hegemón del norte y sus cipayos. Después de haber atacado de manera inclemente la economía, desestabilizar la cotidianidad nacional, fracasar en todo tipo de conspiraciones, aprovechando la pandemia que azota al planeta y la estrechez financiera del país, lanzan con la mayor crueldad una ofensiva de mercenarios organizados y auspiciados por el gobierno norteamericano, entrenados en Colombia con la complacencia de su gobierno y además, con la activa participación del narcotráfico y las organizaciones paramilitares, en la ejecución de una acción de altísima mortandad para “liberar” a Venezuela, felizmente fracasada una vez más.
Los propulsores de la canallada y quienes actuaron en ella no aspiraban a la libertad del país, porque no creen en ella y mucho menos en la democracia. Actuaron movidos por la ambición de acabar con Venezuela y repartirse sus riquezas, fragmentando su territorio desapareciendo el país en una diabólica subasta en la que la avaricia pone el ritmo y el movimiento. Si alguien tiene dudas de esto, simplemente revise el contrato satánico que firmó el lacayo autoproclamado y sus compinches con el jefe militar designado por la Casa Blanca, en el que se explaya la acción criminal a cometer. Solo como un detalle, busque el numeral 12 del documento en el que se establece que alcanzado el o los objetivos, se proclamaría como presidente comandante en jefe al héroe de las nalgas expuestas, quien decretaría inmediatamente la adscripción de Venezuela a la legalidad del Estado de Florida de EEUU, lo que significaría la derogación de la Constitución de la República y todo el sistema jurídico y legal de Venezuela, para convertirla en un apéndice del monstruo del norte.
Con toda su experiencia en guerras e invasiones, con todo su poder, con toda su arrogancia y desfachatez fracasaron otra vez, porque se olvidaron de un detalle que se agiganta cada día: el pueblo de Bolívar y Chávez enfrentado a la ignominia y el intento de aplastar su libertad y soberanía. Para felicidad de la patria NO VOLVERÁN.