Manuel González *
Son muchos, el más frecuente, el que confunde con ausencia de trastorno o enfermedad. La operación es simple, si no tienes angustia, depresión o cualquier forma de locura, de las de antes y las de hoy, tenemos salud mental. Viene de lejos, pero la confusión ahora es más intensa, quizás por la necesidad que tenemos de sentirnos seguros y sin enfermedad después de la última pandemia.
La verdad, cuando se invocan conceptos tan amplios y gelatinosos, tenemos que detenernos y tomar agua ¿A qué se refieren? Si la cosa va por la idea de atención psiquiátrica y psicológica, de fármacos y mejores servicios mentales, pues bien. De acuerdo. Se apoya.
Pero, si como vemos frecuentemente la consigna refiere a capacidades que deberíamos tener para alcanzar un ideal de bienestar, que nos saque de una vez de este valle de lágrimas y de la incertidumbre con fórmulas soporíferas de felicidad, vamos mal. Debemos detenernos y meditar.
Digo, felicidad, adrede. Porque hay quienes asocian salud mental con dicho sentimiento que, por demás también se usa como oxímoron, a diestra y siniestra, imaginando felicidades consumistas, anestesiadas y hasta cobardes como dice el psicoanalista argentino Gabriel Rolón.
Viene el 10 de octubre y se promoverá salud mental. Y repito, está bien convertir el Dia Mundial que este año se dedica a priorizar en el derecho social al trabajo, en una oportunidad para hacer demandas para ampliar y mejorar la oferta asistencial a los que padecen algún trastorno específicamente mental.
Pero, llamo la atención para no tragar completo y meditar, por ejemplo, en el hecho comprobado tantas veces de pacientes que, muriéndose, en la etapa final de su agonía, logran eso que podríamos dibujar como salud mental, es decir, contacto con sus emociones, reflexión, autorresponsabilidad, apertura y transformación. Y así, en esas otras experiencias cuando atravesamos las “oscuras noches del alma” que amenazan y bordean nuestra propia integridad como individuos.
Quizá, capacidad de amar y trabajar, como dijo Freud. Lo que si es seguro es que salud mental no tiene que ver con el imperativo de estar bien cuando estamos heridos. Al contrario, estar tristes o enojados es la condición para reflexionar y tomar conscientemente las mejores decisiones.
- * Psiquiatra