Porfirio Parada
Entré por primera vez al MAVET, Casona 25, en un recital de poesía. Perdí la cuenta del año y el mes, recuerdo que estaba empezando a vivir los veinte años. Todos los poetas eran conocidos, algunos se saludaban entre ellos, y la gente que fue a escucharlos los veían con seriedad pero con respeto y con gusto, escondiendo la simpatía en los gestos. Yo era el más desconocido del lugar. Ese día escuché y conocí al poeta Julio Romero Anselmi, de entrada hasta el final de la tarde fue la atracción del recital, sin hablar y luego recitando cautivaba miradas y la atención de los presentes. Nunca se me olvida que entre sus versos expresó que detestaba las letras y escrituras en mayúscula. Antes de salir del recinto cultural, traté de visualizar el espacio, el patio y los pasillos, observé por primera vez el Café Manuel Felipe Rugeles, no conocía a nadie, era un aprendiz, como lo sigo siendo ahora.
Es una casona antigua que data desde 1890, antes de ser casona era un monasterio por allá en el siglo XVII. Hubo terremotos, derrumbando construcciones por el casco colonial de la ciudad. El tiempo y los años pasaron y en 1920 la Casona 25 le hacen transformaciones arquitectónicas significativas, viviendo en sus espacios familias importantes de la región así como también presidentes del Táchira. En 1978 es sede de la Dirección de Educación y luego con la voluntad política del ex gobernador Ronald Blanco Lacruz se convierte para el año 2002, en sede del Museo de Artes Visuales y del Espacio (MAVET) que antiguamente operaba en el Centro Cívico. Su historia por su ubicación, por las personas influyentes que han vivido ahí, por la toma de decisiones y acciones en lo político, económico, social, educativo y en lo cultural que se han realizado en todos estos años, y por su valiosa arquitectura hace de la Casona 25 ser Patrimonio Cultural del estado Táchira.
Antes de trabajar en el MAVET, ya conocía algunas personas que laboran allí, conocía a su fundadora, Belkis Candiales, y algunos artistas y poetas que visitaban y usaban sus espacios. Por decisiones y vericuetos que ofrece la vida empecé a ejercer el periodismo cultural y también realicé actividades culturales en este recinto de las artes. En el MAVET por medio de su Tienda de Arte, pude vender y exhibir una revista cultural con influencia literaria en la cual fui editor que se llamó El Recital. Desde el principio me abrieron las puertas.
Ya por esos años y luego con los que vendrían empecé a registrar comentarios, críticas malintencionadas, malos señalamientos sobre el museo. Y escribo “malos” porque si bien en el trasfondo pueden ser comentarios “reales”, en su forma y presentación eran crudos, me hacían ruido, decían palabras sin solución, sin poco aporte al posible problema. El problema de la cultura del país, puede pasar por un tema político pero va mucho más que eso, es un problema o crisis espiritual de hace muchos años atrás, acumulándose y eso no lo escribo yo, ya lo hizo en sus años en forma de protesta y grito Augusto Mijares, Cecilio Acosta, Mario Briceño Iragorry, Enrique Bernardo Núñez, Arturo Uslar Pietri y más.
El MAVET es el museo más importante del Táchira, por su invaluable colección de obras de arte, por sus programaciones y actividades culturales, por sus distintos talleres de formación, por su valiosa trayectoria, por el personal que labora allí incluyendo a los distintos profesores que dan clase, por la historia y nexo que hay con los artistas y pintores regionales, por el vínculo y contacto que puede tener con los ciudadanos, pero la gente como lo ve donde siempre, con la posible mismas presentaciones, con sus carencias y problemas, lo ven como una fachada más de la ciudad, algo que está porque tiene que estar, algo viejo e incluso olvidado. No saben que los que piensan así son parte y esencia de ese olvido que señalan. He escuchado burlas ridículas sobre sus instalaciones, sus paredes y sus baños. Cuando empecé a trabajar en el museo y tener el cargo que actualmente desempeño, una mujer “sin nombre” que hace creaciones y es artista, nos vimos en otro espacio cultural de la ciudad y con la sonrisa alargada en su rostro me dice: “¿mire Porfirio y el museo ya se cayó?” me puse a reír no por su risa con sus dientes envueltos de saliva ni de su mala intención, me reí con rabia practicando la falsedad del instante y del cólera que sentía en el estómago.
El museo no se va a caer, no lo hará pero si un día pasa, la culpa será de todos. De los diferentes actores que hacen vida en la ciudad, de las autoridades que le puede competer el espacio, será culpa de la gente que ven con indiferencia al museo y no saben de la riqueza sin límites que hay en él. Culpa de los polítiqueros independiente de su ideología que se obsesionan por convencer a la gente sin saber lo que está a su alrededor, culpa mía por quizás no dar más, buscar mejores soluciones y solo quedarme con estas quejas, desahogos y reclamos escritos. No busco figurar ni ser visto como alguien ejemplar, no lo soy en lo absoluto, mi vida ha sido en parte, compuesta de errores, sigo viviendo cambios y transformaciones, sigo y trato de organizarme y ser mejor en mi propio desorden, pero si estoy de los que quieres soluciones más que críticas y problemas. Conozco la buena voluntad, sensibilidad y disposición con el actual director de la Dirección de Cultura de la gobernación, Pedro Fressel, compartí en su momento con la antigua directora, Ilia Sierra, conozco a una parte de la comunidad de artistas que quiere a la institución, desconozco a una cantidad de personas que también la pueden querer e incluso han hecho aportes importantes para su mantenimiento y servicio.
El museo necesita inversión, mantenimiento, reparación, y recuperación de sus espacios. Este año el MAVET cumplió treinta años de servicio, una edad que dice mucho y que solo se puede dar continuidad y seguir celebrando nuevos aniversarios no solo con el respaldo de personas e instituciones relacionadas con la cultura y el arte sino con todos, la comunidad, la colectividad tachirense en general. El motor y desarrollo de cualquier sociedad en el mundo en gran parte proviene del estudio y querencia de su historia, de la cultura, de las artes plásticas como valores fundamentales, es un reflejo y proyección para donde se puede ir pero sobre de todo de lo que somos como individuos y lo que somos como parte de una sociedad. Las puertas están abiertas para seguir ofreciendo los servicios que cuenta el museo, puertas abiertas para ideas que aporten y sean provechosas a la institución, puertas abiertas para que vengan las autoridades, alcaldía y gobierno y le den cariño al museo que tanto lo demanda. Puertas abiertas para lo público y lo privado. Puertas abiertas para seguir haciendo país, desde esta pequeña patria, inmensa, donde está ubicado el MAVET en el centro de San Cristóbal.