Opinión

De nuevo Carabobo

21 de junio de 2020

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Gustavo Villamizar Durán


El 24 de junio de 1821, la proeza lograda por el ejército libertador en el campo de Carabobo, significó no solamente la victoria particular que daría la independencia a Venezuela, sino el afianzamiento del camino hacia la libertad del continente. Llegaba al final un período de imposición y sometimiento prolongado por  300 largos años, en los cuales ocurrió de partida, un macabro genocidio  que desapareció a  más de 80 millones de seres de diversidad de ciudades y culturas, destrozaron centros poblados algunos de los cuales alcanzaban más de 200 mil habitantes, condenaron a los dioses ancestrales tan cercanos a la naturaleza, prohibieron el uso de nuestros idiomas y obligaron al silencio y la cabeza baja, como muestras palpables del avasallamiento.

Carabobo vino a ser el punto culminante de una guerra de 11 años  que aún se postergó hasta los 15. Casi la mitad de la población venezolana desapreció en medio del cruel conflicto. La ruina y la destrucción pintaban el panorama de un  país hambreado sumido en el dolor y la amargura. No obstante, la monarquía se negaba a abandonar las tierras usurpadas por siglos, a las que habían arrancado todo tipo de riquezas que se derrochaban en la vieja Europa extasiada en el festín del interminable saqueo o eran robadas por los bucaneros ingleses y holandeses ascendidos a nobles por sus  proezas, con las cuales se financiaba la revolución industrial y se modernizaba Europa.  ¿Por qué? ¿Cuáles poderosas razones los llevaban a resistirse frente a un pueblo y sus héroes ansiosos de libertad?

Al momento de Carabobo habían aparecido pronunciamientos o sucesos  en los que asomaba una lucha que no era cualquiera, no se trataba simplemente de desprenderse del yugo español, de exigir la reducción de los tributos, la incorporación de los blancos criollos al ejercicio administrativo,  aspirar a la ascensión  de los mantuanos a la realeza, igualar títulos y blasones nobiliarios o tantas otras pretensiones.

Hay que incluir entre las razones de la obstinación de España, algunos   precedentes que indicaban un carácter peligroso para los hegemones del mundo, entre los que cuentan:  el alzamiento de José Leonardo Chirinos en 1795 y su solicitud de respeto a los derechos de los afrodescendientes esclavizados; el intento independentista de Gual y España en 1797, cuyo documento principal fue la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, aprobada en 1789 por la Revolución Francesa; el “Proyecto de Constitución Americana” de 1798, el “Proyecto Constitucional” de 1801 y  la “Proclama a los pueblos del continente” en la fallida expedición de Francisco de Miranda en 1806, junto a  su propuesta de La Colombeia creación de la gran nación americana;  la Carta de Jamaica de Bolívar en 1815 con el esbozo de su sueño de la patria grande;  la carta de Pablo Morillo a Fernando VII sobre los venezolanos en 1816; el Decreto de Carupano de 1816 en el cual el Libertador otorga la libertad absoluta de los esclavos, ratificado por el Congreso de Angostura de 1819; la retención de naves norteamericanas que transportaban por el Río Orinoco armamento y pertrechos para el ejército español en 1818; la Carta del Libertador a Jhon Baptist Irvin en octubre de 1818; la creación de la República de Colombia aprobada por el Congreso de Angostura el 14 de diciembre de 1819; la firma del Tratado de Regularización de la Guerra, firmado en Santa Ana de Trujillo por Bolívar y Morillo en noviembre de 1820, que le otorga a Venezuela beligerancia como país en guerra  y la extraña salida de Venezuela del General Morillo en diciembre de 1820.

Muchos más hechos y propuestas pudieran atestiguar las luchas y sucesos previos al enfrentamiento final de Carabobo. La decisión libertaria de un pueblo de la mano del Genio de América, apuntó siempre al sueño de la redención y en ese empeño enfrentó a los más duros y sanguinarios enemigos. La lucha de emancipación venezolana no fue una mera ruptura con el dominio español, ella  tuvo siempre un carácter claramente libertario, republicano, antimonárquico, justiciero, la conquista de la libertad, la soberanía, la autonomía, la dignidad y el libre albedrío, luego puede con justeza, proclamarse como una revolución de independencia.

Hoy, nuevamente están juntos los enemigos de entonces y muchos nuevos, pretendiendo sojuzgar y fracturar la patria, esquilmar sus riquezas y someter a su gente.  Carabobo está presente de nuevo y desde la heroica explanada, resonarán las Cinco Águilas Blancas, el  Kerepakupai Vená y el imponente Río Padre, en mágica sinfonía de paz ahuyentando para siempre a los agresores.

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