Opinión

Día de Ceniza

22 de febrero de 2023

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Néstor Melani-Orozco *

A Belkis Candiales, quien hace tantos años entendió mis pasos…  

Había olor a vino, traído de España por César Segnini, y allí esa noche en la interesante Galería Durban de las Mercedes, en Caracas, Carlos Contramaestre, quizás más de aquellos elementos perpetuos como de locaciones, exponía sus obras. Hugo Baptista ejecutó al piano; entre aquellos recuerdos de París cuando atrevido se marchaba con una jovencita marroquí y en compañía de Jean Paul Sartre en las búsquedas mágicas de Marc Chagall, en Niza. Como de sus perpetuas barcas de Ámsterdam. Mientras una multitud de la “República del Este” esa noche  se convirtió en los calendarios de la poesía y de imaginarios, allí, se apareció el barbudo Salvador Garmendia, venía con Ludovico Silva a decir de los tiempos como se había escrito “El Día de la Ceniza” más de los encantos del juego literario y los guiones para el cine, como estas pertenencias que se convertían en puntales  de un santuario de otro realismo mágico, que abrió puertas en 1887 en San Cristóbal José María Vargas Vila y muy después le creyeron a García Márquez  en “Lo Feliz e Indocumentado” en las páginas que sabía contar El Nacional de Miguel Otero Silva. Y de mares del viaje Lucila Velázquez esa noche de las locuras de Contramaestre en Las Mercedes, narrando como prometió dormir con Fidel y proteger al Che Guevara en México. Todo fue ameno, hasta de los encuentros donde Caupolicán Ovalles habló de los andinos, con las huellas en las piedras y de esmeraldas aquellos cerros. Agustín, el hijo de Pedro Emilio Coll, entre los recuerdos y Eusebio Baptista memorizó la entrevista que le realizó a Tito Salas, un 19 de mayo de 1970, donde el pintor habló de haber visitado a La Grita del Táchira, para admirar la Cúpula de Pepe Melani.

La noche demostró “El Día de Ceniza” de Salvador Garmendia, más de albores los amores ocultos, del silencio y de las romerías; como imágenes entre un nazareno para las cuarentenas, después como lo dijo Hugo Baptista del “Carnaval de Venecia donde las máscaras apuntaban perfiles, caras de oros africanos y pureza de parabenos en porcelanas del mar Adriático”. Como de una campana vieja, hasta el dolor del pueblo, aun llorando sus “Cenizas” y vistiendo trapos que después se volvieron morados en los lienzos de Aglais Oliveros, como del corazón aquella esencia, con pétalos de una rosa amarilla. El pintor terminó el concierto y se hizo ameno entre la noche con los sentidos del espíritu… Días después en aquella Caracas de 1988. Nos leímos las presencias escritas de Garmendia y fuimos como adivinando sus metáforas a la fiesta del carnaval del mundo.                      Porque “Día de Ceniza” se hizo un punto en las multitudes caminando y buscando las esperanzas; para hablar muy solos frente a los cristales de las tiendas, donde en ventanales de las librerías estaban los libros del escritor. Mientras, entre recuerdos pude saber del olor de las cenizas, cuando la luna desdibujada las siluetas de los viajeros y como brujas de un reloj de Praga, Mauro Mejías   testimoniando de ser hijo de Domingo Miliani, entre la maravillosa irrealidad del surrealismo… y desde todo; los libros como hojas amarillentas con tintas violetas y el diapasón de un viejo violín italiano: guardarlos con la pureza en los sudores de una biblioteca. Han pasado los años. En la Galería Durban, uno lograba apreciar obras de Ramón Vásquez Brito, de Poleo, Guillermo Márquez, Vigas, Soto, Raúl Sánchez y hasta los mejores de América: José Luis Cuevas, Wilfredo Lam, Omar Rayo, Botero, Alirios Palacios. Francisco Hong, Estuardo Maldonado y Alejandro Obregón. Más de las máquinas eróticas y oníricas del canario Oscar Domínguez. Para decirlo en una lección de dibujo en una escuela de diseño.  Y pintar con devoción.

Muy después “La Durban” de la “Viva México” de Sabana Grande. Donde Daniel Suárez el gran pintor, y hoy galerista, junto a José Demetrio Camacho eran sus curadores. Con los colores eternos. Y una lágrima de cristal en el “Día de Ceniza”… en los cinéticos armónicos del argentino Julio Leparc. Y saber de las presencias de Aquiles Ortiz, el mayor crítico de arte de Venezuela, invocando testimonios del patrimonio cultural. Y desde mis sueños escribir estas verdades para un libro con tantas memorias del alma…

___________

*Artista Nacional.

*Honrado con su nombre en el Palacio de la Gobernación del Táchira. 2022.                               *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró. 1987. Barcelona. España.                                                 * Maestro Honorario.

*Cronista de La Grita.                                                             *Doctor en Arte.

*Premio Nacional del Libro 2021.

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