Hasta hace pocas semanas, importantes sectores de la oposición consideraban que la respuesta a los problemas por los que atraviesa el país se encontraría en una intervención extranjera o un levantamiento militar. Esto ha cambiado, y ahora son numerosos los voceros que se pronuncian a favor de una solución política, lo que se entiende como búsqueda de acuerdos entre las partes en conflicto para conciliar sus intereses.
Ahora bien, las soluciones a los problemas políticos y sociales no responden a un recetario, sino que tienen que resultar de un acto de construcción que requiere del uso de los mecanismos de la negociación para que las necesidades y expectativas de los diferentes factores puedan complementarse. De modo que una solución política no puede entenderse como la capitulación de una de las partes, sino que responde a un proceso de mutuas concesiones y de búsqueda de puntos de encuentro.
En la actualidad, en Venezuela, las nociones de “transición” y de “salida” corresponden a las propuestas de una de las partes en el proceso de negociación y, por lo tanto, no pueden ser consideradas como “la solución política” previamente determinada, que solo puede resultar de un proceso de conversaciones y de exploración de diferentes caminos y opciones.
En las condiciones de hoy, ninguno de los factores en pugna dispone de la fuerza necesaria para hacer prevalecer en una negociación su visión y modelo país, por lo que habría que proceder a la creación de compromisos de mediano y largo plazo en el que se compartan las estructuras de poder y se acuerde con sentido práctico la adopción de un sistema que sea aceptable, en lo básico, por los distintos sectores. Se debería entonces descartar el blanco y el negro, el todo o nada.
La toma de posesión presidencial pautada para el 10 de enero debe abordarse desde la perspectiva del proceso de construcción de una solución política y no como una fecha cataclísmica o definitoria. Recordemos que apenas se ha comenzado a retomar el proceso de negociaciones interrumpido en varias oportunidades, por lo que no puede esperarse que para ese momento ya se haya construido una solución.
La actitud de algunos países que anuncian la ruptura de relaciones diplomáticas para esa fecha va en el sentido contrario a la búsqueda de una solución política y sólo sirve para alimentar expectativas sobre soluciones de fuerza. El horizonte no serían los acuerdos de convivencia sino un supuesto derrumbe como consecuencia del aislamiento diplomático. El pronunciamiento de varios países de la Unión Europea ha generado un espejismo que luego traerá nuevas frustraciones.
El aislamiento no es una solución política ni de ningún tipo. Es un problema. En este momento lo importante es reforzar las posibilidades de negociación y redimensionar este esfuerzo en una perspectiva de acuerdos de mediano y largo plazo. Una visión coyuntural no permite una “solución política”. (Leopoldo Puchi)