Opinión

El Alcalde y el Municipio

22 de enero de 2018

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El gobierno municipal constituye uno de los poderes del Estado más vinculados al quehacer cotidiano de la gente, hasta el punto de que fue, en nuestro país y otros de Latinoamérica y el mundo, raíz del movimiento por la independencia, la democracia y la libertad, por lo que requiere hombres y mujeres que interpreten cabalmente el invalorable valor que tiene esta estructura, razón fundamental para que se esfuercen en realizar un trabajo que satisfaga las aspiraciones de una colectividad que ha sido estafada y engañada por muchos años por quienes han creído que llegan a una propiedad particular y no se dedican a buscar solución a los problemas que afectan a la ciudad, lo cual se gana sirviendo a tiempo completo y de forma responsable, pues para ello reciben el respaldo del pueblo en elecciones libres, directas y democráticas.

De más está recordar que el Municipio “constituye la unidad política primaria y autónoma dentro de la organización nacional, establecida en una extensión determinada del territorio”, y quienes lo integran  deben ser eficaces en la administración de los intereses de la gente, estrechamente relacionados con la calidad de vida de los habitantes. Así, por ejemplo, la vialidad, ordenamiento urbano, vivienda, aseo, luz, agua, parques, jardines, cementerios, cultura, deportes, cloacas, drenajes, ornato público, tránsito, abastos, mercados, protección del ambiente,  ferias y festividades. Son numerosas las competencias que tiene el gobierno local, por lo que el alcalde, más que trabajar pensando en ser gobernador o presidente de la República,  debe asumir sus obligaciones para las cuales es electo y que están especificadas en la Ley de Régimen Municipal.

El alcalde, y con él los concejales, tiene en sus manos los instrumentos técnicos, humanos y económicos para organizar las actividades de la comunidad en sus estamentos más sensibles, aspecto que lo reclama la gravedad del actual cuadro político-administrativo del país, por lo que deben ser creativos e imaginativos, lo que se obtiene con dedicación  y propiciando el  apoyo de personas con disposición a contribuir con la ciudad; dejar de lado el trabajo de grupo, partidista y personal, estimulando la unión y el equilibrio social.

No escapa que en el municipio capital, y en otros del estado, la situación de caos administrativo constituye uno de los obstáculos para el crecimiento y normal desarrollo de la urbe, integrada por un conglomerado humano culto, organizado y presto a mostrar calidad y salidas positivas. Que muestra la robustez como base fundamental del Estado, cuestión que debe ser aprovechada.

El tratadista español en asuntos municipales, José Roberto Dromi, formuló hace algunos años un señalamiento, en el sentido de que “el municipio está entrañablemente ligado -unido- a un fenómeno moderno generado por el crecimiento industrial: el urbanismo. El paso de la civilización industrial provocó la conformación de grandes centros poblados, unidades urbanas mayores, concentraciones demográficas, metrópolis, que se han constituido en un  verdadero desafío al hombre de estos tiempos, por cuanto con ellos han proliferado los problemas de ambiente, salud, higiene, vivienda”, entre otros, lo que exige que los equipos de gobierno municipal se persuadan que van a dirigir una estructura que debe adaptarse a los tiempos de ciudades universitarias, población grande que demanda algo más que asomos de liderazgo delirante; de decisiones de índole personal o partidista;  que se entienda que “la  vecindad y la intermediación societaria de los pueblos, barrios y distritos, urbanos o rurales, requieren de una organización promovida por los ciudadanos que se encarguen de administrar los intereses de la comunidad”. (José Roberto Dromi, español.

La mayoría de los aspirantes a  dirigir el gobierno local, durante su campaña, se comprometen a ejecutar una serie de planes que lindan en un programa de gobierno nacional o estadal; no  conciben que se trata de “aspectos administrativos y políticos de la presencia del Estado a nivel local, que deben ser tomados como promotores y hasta realidades del desarrollo económico y social de la población que se alindera en su jurisdicción, y que en la medida en que dicha población se equilibra y se enriquece, así también será de próspero el municipio”. (Escobar Nava, Rodrigo).

Los buenos resultados no se logran mientras quienes integran estas corporaciones no estén claros del importante papel que tienen en el ejercicio de su cargo, pues en muchas oportunidades el interés particular se interpone a una labor limpia y ejemplarizante.

Ha habido alcaldes que para moverse sin controles y para satisfacer apetencias individuales, compran conciencias y utilizan los recursos municipales a su antojo, creyendo que son suyos; asignan contratos, obras, ayudas, como fórmula expedita para crear grupos partidistas. Entregan recursos del erario municipal a concejales y dirigentes políticos para ponerlos de su lado, no importa la posición ideológica, y además esquilman a contratistas y proveedores. 

Nuestra ciudad, San Cristóbal, con una buena administración y gerencia, puede alcanzar un alto nivel en su calidad de vida, a la altura de ciudad moderna. Ojalá quienes ahora ocupan esta posición cambien la orientación que en los últimos años se ha venido dando y desechen  el mal ejemplo, pues estamos urgidos de buenos servicios, como de un saneamiento de la administración, lo cual se obtiene en la medida en que el alcalde, el gobernante con mayor base de sustentación, encauce programas de verdadera sensibilidad social, económica y política, en función de lo cual es imperioso que conserve las buenas relaciones de vecindad, de ayuda mutua; creando y manteniendo servicios públicos complementarios de la familia, pues la finalidad primordial del municipio es el bienestar de los habitantes.

Hay mucho por hacer, pues lo poco que han hecho hasta ahora solo ha  beneficiado a unos pocos.

Marcelino Valero R.

   

  

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