Opinión

El día después de la esperanza

2 de junio de 2025

20 vistas

Antonio Sánchez Alarcón

La política venezolana ya no vive en el reino de las ideas, ni siquiera en el de las pasiones. Habita, más bien, una zona gris donde la esperanza ha dejado de ser virtud para convertirse en obstáculo. Tras años de promesas, redenciones y fechas marcadas como hitos de un futuro siempre postergado, el país se encuentra ante el silencio incómodo de quienes ya no esperan nada.

Y sin embargo, hay vida —y quizás algo más— después de la esperanza.

Durante años se nos dijo que “el voto es la herramienta”, que “el pueblo hablará en las urnas”, que “ningún fraude resiste la avalancha”. Palabras que hoy suenan huecas ante la realidad de un sistema electoral diseñado para simular pluralismo mientras asegura continuidad. El Gobierno no organiza elecciones: las administra. Y lo hace desde el control absoluto del árbitro, del cronograma, de los candidatos y de los tiempos judiciales.

Mientras tanto, una oposición institucionalizada, cada vez más dócil, acepta bajo protesta lo inaceptable: Inhabilitaciones arbitrarias, ventajismo, intimidación, listas negras. Todo por mantenerse en “la ruta electoral”, aunque la ruta desemboque una y otra vez en el mismo precipicio.

Pero el problema no es solo el CNE ni las condiciones electorales. El núcleo del poder está blindado por una estructura que no responde a la nación, sino a un pacto de complicidades. Los poderes públicos dejaron de ser instituciones para convertirse en consorcios de interés: Cuotas, prebendas, contrabando y silencio. En ese contexto, pretender una transición democrática sin una fisura interna real en ese bloque de poder es como lanzar una botella al mar y esperar que regrese con una constitución nueva.

Ahora bien, si algo enseña la historia es que los sistemas cerrados suelen caer no por la fuerza de sus enemigos, sino por sus propias contradicciones. El azar —esa variable incómoda que los analistas prefieren ignorar— ha tenido más de una vez la última palabra. Desde el colapso del bloque soviético hasta la primavera árabe, muchos regímenes autoritarios han caído cuando nadie lo anticipaba.

¿Es probable algo así en Venezuela? No lo sabemos. Pero tampoco podemos descartarlo.

Por eso, quizás la tarea actual no sea la de reencantar a un pueblo exhausto con nuevas promesas, sino la de reeducar políticamente a una ciudadanía acostumbrada a esperar mesías o fechas mágicas. No se trata de abandonar la lucha, sino de librarla sin ilusiones. Una política sin espejismos: menos épica y más ética; menos cálculo electoral y más trabajo de fondo.

El país no está dormido. Observa, memoriza, espera. Y cuando el momento llegue —si es que llega—, será de quienes hayan entendido que los grandes quiebres rara vez se anuncian con trompetas. Lo imponderable también forma parte del juego, pero exige preparación, carácter y una voluntad que no dependa del calendario.

¡Quieres recibir el periódico en la puerta de tu negocio!

1 Mes

  • 3 Ejemplares semanales
  • Entrega gratis (Delivery)
  • Aviso impreso 2×5
  • Descuento del 5% en publicidad Digital
  • Osequio de Instagram
    1 Post 1 historia

Mensual
54.000 Cop

Pago único

Suscribirse

3 meses

  • 3 Ejemplares semanales
  • Entrega gratis (Delivery)
  • Aviso impreso 2×5
  • Descuento del 10% en publicidad Digital
  • Osequio de Instagram
    1 Post + 1 historia
  • Descuento del 5%

Mensual
51.300 Cop

Pago único

Suscribirse

6 meses

  • 3 Ejemplares semanales
  • Entrega gratis (Delivery)
  • Aviso impreso 2×5
  • Descuento del 20% en publicidad Digital
  • Osequio de Instagram
    2 Post + 1 historia
  • Descuento del 5%

Mensual
48.600 Cop

Pago único

Suscribirse