Opinión

El dilema del retorno

17 de enero de 2021

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Francisco Corsica


Transcurrían las últimas horas de la tarde de un jueves. El frío de aquel momento invitaba a usar suéter y beber algo caliente. Esperaba en redes sociales ver una información que me interesaba. Trataba sobre el estreno de una nueva película. Sigo con cierta regularidad noticias de cine. Lo disfruto casi tanto como ver el resultado final en la gran pantalla.

Una de las responsables del filme dijo algo que llamó mi atención. Dijo que era una bella película, no solo por la calidad de lo hecho, sino porque era su primera producción cinematográfica hecha desde casa. Ciertamente. El mundo cambió. Somos diferentes ahora. Nuestra realidad oscila hoy entre lo material y lo virtual. Una relación dialéctica que los separa y suplementa al mismo tiempo en la situación compleja que nos rodea.

Un proverbio de origen balcánico se me vino a la mente. Lo leí hace algún tiempo y parece oportuno dadas las circunstancias. Reza que cuando una persona ha cargado en su espalda a otra persona y la baja de ahí, esta última se quejará por tener que caminar. Es lógico: siempre lo hicieron así. No es pereza. Comodidad tampoco. Hay que saber darle lectura. Se trata de un hábito que se ha roto y la parte más interesada no quiere salir de su zona de confort.

Parece conveniente llevar este adagio a la práctica. Sobra decir que el año pasado rompió nuestra rutina diaria. Aún hoy se encuentra trastocada. Trascendió el ámbito de la higiene personal. Digitalizó parte de nuestra vida. Por ahí ya podemos encontrar un primer hábito que es diferente ahora: pasamos del trabajo en una oficina al teletrabajo. La casa se ha convertido para muchos en una oficina particular. Basta una laptop o una tablet con conectividad a la web para cumplir una jornada laboral. Increíble.

Color de rosa no fue al principio. Muchos, aburridos, querían salir de sus hogares. Echaban de menos usar el transporte público, hablar con sus otros compañeros, algún detalle minúsculo que los transportara a esa rutina. Deseaban hacer su “vida normal”, la misma que seguían antes de la pandemia. Lo hacían así diariamente y el confinamiento les cambió el patrón. Siguiendo la expresión popular citada, los bajaron de las espaldas y se quejaron.

Nos podemos encontrar ahora con un dilema. Ya son meses de confinamiento y nueva normalidad. Anuncian vacunas por los cuatro costados. La pregunta para ganar el oro es: quienes han usado la modalidad del teletrabajo ¿quieren salir nuevamente a trabajar en una oficina? Gustándonos o no, hemos estado encerrados largo tiempo. Los gustos y las opiniones cambian.

No toman en cuenta un pequeño detalle: muchos disfrutan ahora de sus hogares. Tenemos a la mano baños, cocina y habitación. Podemos hacer lo que sea con ropa cómoda, acostados, arropados, con una taza de café y un televisor encendido. Tecleamos comiendo golosinas, acariciando al perro o al gato. Habrase visto. Fin de mundo, dirían nuestros ancestros. En cambio, el trabajo presencial implica otra dinámica. Mala no es, pero finalmente distinta.

Añadamos el factor temor. Retornar a nuestros puestos aún en pandemia debe erizar la piel a más de uno. No parecen suficientes las medidas de bioseguridad: es un peligro latente. Un enemigo invisible que está ahí. Descuidarse podría ser mortal en el peor de los casos. Desde ese ángulo, el teletrabajo siempre será preferible. Para reflexionar nada más. Nos estarían montando nuevamente sobre las espaldas de las que nos bajamos hace meses. Se rompería otro hábito.

Indistintamente de todo, no creo que el mundo digital sustituya al real. Tampoco que el teletrabajo elimine las oficinas. Algunos se quedarán trabajando desde casa aunque eso haga eventualmente monótono el oficio. Probablemente estas tendencias se intensifiquen aún más en el futuro, pero falta mayor desarrollo y acceso a las nuevas tecnologías para eso. Estamos prácticamente en la era de los Supersónicos, no cabe duda, pero falta cruzar un tramo todavía para estar en ella. Supongo que seguiremos viendo un híbrido entre ambas modalidades.

Vaya dilema puede presentarse cuando las aguas vuelvan a su cauce. No permitamos que las redes sociales sustituyan la interacción cara a cara. Se los dice un acérrimo defensor de la innovación, alguien que disfruta a diario de las bondades de los nuevos tiempos. Socializar es importante. La comunicación a distancia también. Cuando tengamos la oportunidad, armonicemos ambas. No olvidemos que están para complementarse, no para sustituirse.

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