Francisco Corsica
¡Ya llegó diciembre! ¡Caramba! Airecito frío, calor de hogar, adornos, alegría, comida exquisita, regalos… Son tantas las cosas bellas por nombrar de esta temporada que sería un esfuerzo perdido tratar de enumerarlas todas. Twitter no acepta tantas palabras y creo que estos párrafos tampoco podrían resumirlas. Qué satisfactorio recibir nuevamente la Navidad.
Me gusta esta época tanto que la comencé con broche de oro: viendo una película alusiva. Se trataba de la adaptación del libro de Dr. Seuss estrenada en el 2000, “¡Cómo el Grinch robó la Navidad!”. En su momento fue un éxito taquillero y recibió comentarios mixtos por parte de la crítica cinematográfica, pero al día de hoy es una auténtica joya de esta temporada.
Dirigida por Ron Howard y contando con la impoluta actuación de Jim Carrey en el papel protagónico, cuenta la historia de un ogro verde solitario, cascarrabias y excéntrico que «odia las festividades» y se plantea robársela a los jubilosos habitantes de Villaquién. Si aún no la conocen, les sugiero buscarla para que puedan disfrutarla.
Podrán pensar que se trata de un largometraje muy infantil. Quizá estén en lo cierto. Aunque eso no implica que los adultos quedemos excluidos de su audiencia. De hecho, las producciones para niños requieren que sus mayores los acompañen a las salas de cine. La veo más como una producción para toda la familia. Es un clásico decembrino con todas las de la ley. Lo es tanto como ¡Qué bello es vivir! y Mi pobre angelito. Provoca sentarse a divertirse con ella en el sofá con una taza de chocolate caliente y galletas.
Además, presenta al espectador un valioso mensaje que pocas veces nos detenemos a analizar. Solo por eso vale la pena verla. Escojo esta versión porque es más profunda y compleja que la adaptación animada de Chuck Jones de 1966. Lo digo porque varios de los clásicos del cine y la televisión se limitan a mostrar los acontecimientos sin desarrollar a fondo las motivaciones de los personajes. En este filme, aparte de ver su «desprecio por la Navidad», nos adentramos en su escabroso pasado y los motivos de su incesante amargura.
Habrán notado que un par de frases fueron colocadas entre comillas angulares sin razón aparente. Sucede así porque en ambos casos la expresión es relativa. Si creyeron que el protagonista de la historia realmente odia la Navidad y logró robársela, deben volver a revisar la película. Aquel que piense así, algo no debió quedarle muy claro al comenzar los créditos. No voy a dar detalles para no estropearla si no han tenido la oportunidad de verla, pero digamos que solamente logró despojar a los aldeanos de sus regalos y sus adornos.
Lo mismo sucede con su rechazo a las tradiciones decembrinas. ¿Qué es aquello que el Grinch tanto aborrece y que parece confundirlo con la Navidad? Las vejaciones de las cuales ha sido víctima, la unión familiar en torno al derroche y no al afecto. Por mencionar algunas. Su hostil comportamiento encuentra orígenes en su infancia. Insisto, búsquenla en la programación de su parrilla televisiva, en Netflix o en formato DVD. Como sea. Diviértanse un par de horas con este propicio largometraje.
Saliéndonos un poco del cuento, creo que todos conocemos a alguien así. Digo, personas que no quieren comer hallacas ni celebrar reuniones familiares el 24. También aquellos que se acuestan temprano el último día del año porque “no hay nada que esperar ni celebrar”. Me recuerdan las quejas que aparecen en el hermoso aguinaldo criollo “Tun tun” contra los que tocan la puerta. Claro, solamente se apartan de la fiesta. Para dicha de quienes nos encanta esta temporada, un hurto así solo es posible en el mundo de la ficción.
Espero que puedan disfrutar de las fiestas rodeados de sus seres queridos. Podrá parecerle a muchos una época frívola y consumista, pero en realidad va un poco más allá de esa fachada. Y si aún cuesta creerlo, reflexionen las sabias palabras que comparte el padre de Cindy Lou con el alcalde de Villaquién sobre el robo. O si no, mediten la reacción del antihéroe al enterarse que la Navidad llegó a pesar de su fechoría. En estas dos escenas encontrarán parte de la respuesta para sumarse a la algarabía típica de estas fechas. ¡Feliz Navidad!